Alejandro Oropeza G. 08 de diciembre de 2018
“La injusticia cometida
es el peso que llevamos
en las espaldas, es
algo que llevamos porque
lo hemos cargado sobre
nosotros”.
Hannah Arendt: “Diario
filosófico 1950-1973”, junio de 1950.
En
varios resúmenes publicados en las redes y análisis enviados por analistas
referidos a la última alocución del presidente anunciando medidas económicas,
me llamaron poderosamente la atención (entre otros) tres aspectos. El primero,
el reconocimiento de que la guerra económica (más allá de la propia insistencia
en ella) la está perdiendo el régimen abiertamente y que esa derrota obra a
favor del Imperio del norte triunfante; en segundo lugar, el anuncio de
disponer próximamente de un arma súper secreta con la que definitivamente se
derrotaría al Imperio y permitiría ganar, ahora sí, la fulana guerra económica;
y, el tercer aspecto es que el presidente se autoproclamara como un san Nicolás
que vendría o vendrá en diciembre, a repartir regalos a los súbditos que lo
aclaman. Repito que no me consta que afirmara tales particulares, pero no son
en definitiva de extrañar.
Los
anuncios, si se pueden reputar como tales, contienen en sí más que un monitoreo
del fracaso sobre la efectividad de las medidas tomadas hace ya algunos meses,
la impronta de ratificar promesas sobre promesas, es decir, de ofertar
soluciones en medio de una debacle que reconoce al final de cuentas, el fiasco
del impacto en la realidad de las estrategias tomadas anteriormente.
Lo que
se arguye es una cadena de justificaciones y el anuncio de que “ahora sí” no
sabemos con base a qué o a cuáles acciones, los planes y programas funcionarán
y cumplirán sus cometidos y metas eficientemente. Pero, lo que me llamó repito,
poderosamente la atención, fue el anuncio de que dentro de muy pocos días,
semanas, años o décadas el régimen contará con un arma súper secreta con la que
se derrotará a la guerra económica, ergo al Imperio, y se avanzará finalmente
hacia la edad dorada prometida y entorpecida por esa acción bélica tan exitosa
hasta el momento.
No
entro a imaginar en qué podría consistir esa súper arma, menos aún a pensar
dónde y por quienes fueron diseñadas y cuál sería el momento y lugar de su uso
destructor contra las intrigas de los enemigos de la revolución. Pero, vino a
mi memoria aquella extraordinaria obra del alemán Joachim Fest “El hundimiento”
que relata los últimos días de Adolfo Hitler en el bunker berlinés mientras ya
la capital del III Reich era acosada por el este por los soviéticos u por el
oeste por los aliados, en los meses de abril y mayo de 1945.
En esa
magistral y terrible crónica de los últimos días del Führer y en las
postrimerías de aquel III Reich, emerge un ser desquiciado por el fracaso,
acosado por la derrota; la cual pretende endosar a quien sea menos a sí mismo.
En oportunidades afirma que el pueblo alemán se merece ese sufrimiento por no
haber sido capaz de mantener al Reich vivo y triunfante, es decir, al Reich del
cual él es cabeza y responsable.
Ese
ser abatido por la pérdida del futuro en manos de su propia creación, sueña e
imagina que ejércitos salvadores emergerán de quién sabe dónde y armas letales
y definitivas le darán la gloriosa victoria in extremis a la maquinaria bélica
exhausta y acabada de la Alemania nazi. Una a una las ilusiones se vienen
abajo. Uno a uno los sueños se fracturan en las paredes del búnker.
Las
investigaciones de aquel ingeniero brillante Werhner von Braun que permitieron
la fabricación de los cohetes, creo que V2, con las que Hitler le hizo la vida
cuadritos a la Inglaterra de Winston Churchill, quizás le daban aún esperanzas
a aquel hombre.
Imaginaba
que, mire usted, una súper arma, también súper secreta le daría en el último
momento la victoria al Reich, a él. Aquella arma no existía ni en los planos ni
en las fábricas bélicas del Reich, era solo una forma con la que aquel ser se
mantenía distante de una realidad que tronaba implacable en el exterior del
subsuelo donde languidecía.
Nunca
llegarían los ejércitos salvadores, jamás existieron las súper armas – súper
secretas, no existían salvo en su mente y cuidado si aquel líder no estaba
totalmente consciente de ello
Ya no
podía entonces aglutinar a su alrededor a nadie más allá del estrecho círculo
que lo acompañaba, formulando y proclamando esperanzas y promesas a diestra y
siniestra. La promesa de aquel Reich dorado de mil años estaba siendo sepultado
por los escombros de los terribles bombardeos que destrozaban a Alemania, en
años recientes triunfante y soberbia.
Y
fijémonos que ese terrible brebaje mágico que por momentos obnubila a las
sociedades, tarde o temprano o se agota o se vuelve amargo y que es el medio a
través del cual los líderes mesiánicos arrastran a sus pueblos a la tragedia y
a la miseria: me refiero a las promesas que auguran los futuros más
extraordinarios a cambio de los sacrificios (de otros, no del liderazgo) del
presente.
Dos
autores precisamente alemanes, uno anterior a la experiencia del III Reich y la
otra que vivió y sobrevivió a dicha locura, nos comentan, estudian y analizan
en varios momentos de sus extraordinarias y capitales obras las promesas. Son
Friedrich Nietzsche y a Hannah Arendt. Muy sucintamente un breve comentario que
viene al caso.
Nietzsche
clasifica a las promesas en dos grandes tipologías: el primer tipo de ellas
indican una supremacía de la memoria sobre el olvido, ellas aseguran la
supremacía del grupo dominante sobre los dominados es decir, su objetivo es
mantener sometido a través de la esperanza permanentemente reconstruida a la
sociedad convertida en masa. En este sentido, este tipo de promesas son medios
para asegurar la continuidad del tiempo frente a las incertidumbres del futuro
¡Aún cuando esos grupos dominantes estén conscientes de que dicho futuro es
imposible de alcanzar o simplemente nunca creyeron en él! Hannah Arendt opina
que este tipo de promesas son hechas sobre el pasado para extender su
continuidad al presente y al futuro. En definitiva, este tipo de promesas lo
que persiguen es dominar, controlar a las sociedades a través y por medio de la
esperanza.
Un
segundo tipo de promesas es identificado por el filósofo alemán, aquella que
señalan lo contrario, vale decir: indican una supremacía del olvido sobre la
memoria; son promesas hechas en nombre del futuro (no del pasado) como
medios/mecanismos para revolucionar el presente. En este tipo de promesas
reside el futuro, la construcción de realidades posibles a partir de la visión
y revisión de los condicionantes REALES que viabilizan el provenir.
Así,
el primer tipo de promesas persiguen preservar y congelar los tiempos y el
dominio; las segundas aspiran renovar. Como es evidente aquel hombre
confrontando la realidad inconmensurable del fracaso, basaba sus argumentos en
promesas lanzadas al aire en donde la memoria del pasado ejerce un dominio
sobre el olvido para argumentar alcanzar un futuro ya imposible.
No
llegarían ejércitos salvadores, no se producirían las súper armas súper secretas.
No, era el final. Vendría a sustituir aquella dimensión otra en la cual la
renovación sería el mecanismo para hacer historia y forjar el futuro de una
nueva Alemania ¿Los resultados? A la vista. Con el interregno de la división en
dos estados uno de ellos bajo control de la Unión Soviética.
Entonces,
salvando distancias epocales y geográficas, vemos a un ser trajeado de
irresponsabilidad anunciar sin vergüenza alguna ante el fracaso de un conjunto
de medidas inútiles, primero: que la causa de tal fracaso no es el mal diseño
de la política sino el resultado de una guerra económica proveniente del quién
sabe dónde.
Pero,
¿es que acaso, en el supuesto muy negado de ser esto real, no es tarea del
propio liderazgo confrontar efectiva y eficientemente los impactos de tal
guerra y viabilizar una aplicación exitosa de esa política pública? Y lo más
sorprendente es que sobre las cenizas del plan, en lugar de responsablemente
hacer frente a la realidad y rediseñar las estrategias, anuncia que ahora se
dispondrá de un arma súper secreta que le hará ganar la batalla.
Son
los ejércitos imaginarios y las armas que nunca llegarían de Von Braun o quien
fuese, a un Hitler desahuciado por el fracaso en aquel sótano perdido en Berlín
Y se
pretende solventar la tragedia de un país arrodillado ante la necesidad y la
emergencia en pleno siglo XXI y con la afluencia de miles de millardos de
dólares malbaratados, robados y dilapidados sin piedad, con una Agenda Social
no atendida ni en sus más básicos aspectos e irresuelta; con un funcionario que
ahora se proclama san Nicolás, porque estas navidades regalará tres perniles y
repartirá dinero que compra muy poco y espejitos de colores que no reflejan ya
nada, salvo el más absoluto fracaso ¿Hasta cuando la burla disfrazada de piedad
ajena? ¿Hasta cuando crear necesidades para no atenderlas y mantener a la gente
ocupada de satisfacerlas arrodilladas al pié del Estado? ¿Hasta cuando la
mentira de la promesa que no conduce a lugar alguno salvo a mantener a una
camarilla criminal en el dominio?
Es
necesaria un nueva narrativa que confronte y se oponga a la narrativa del
engaño y la burla, debe de estar esta narrativa emergente basada en la
renovación y no en la preservación y justificación de los fracasos y esto es
válido tanto para quienes ejercen el poder, como para quienes aspiran hacerse
con él; es válido tanto para el país político como para la sociedad y para la
ciudadanía; válido tanto para los que día a día dan la cara y la exponen al
juicio público de jueces del teclado, como para aquellos que sentados en la
comodidad de un sillón la emprenden contra cualquier voluntad que pretenda
surgir y proponer y no aportan nada más que la crítica vacía e inútil, tan
irresponsables como aquel que se cree ahora san Nicolás.
No sé,
si estamos ante el hundimiento final, pero bastante que lo parece por la
magnitud de la universal y general crisis que inmisericordemente sacude y
atormenta al país; por lo que es momento de renovar, de trascender y de que se
alce la supremacía del olvido sobre la memoria y que las promesas de un futuro
no emerjan exclusivamente de los líderes políticos sino que en ese diseño
participe activamente y sea corresponsable la sociedad misma: Nosotros, a
través de una Narrativa de irrupción y de renovación como clama Horacio Medina,
entre muchos otros venezolanos preocupados y que están al acecho del futuro que
espera a la vuelta de la esquina, de la historia, de esta historia, nuestra
historia.
Sabemos
que hay muchos trabajando en ello y ese es el camino.
WDC
Alejandro
Oropeza G.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico