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domingo, 26 de mayo de 2019

El desafío de la geopolítica cubana con Venezuela por @polis360



Por Piero Trepiccione


La finalización del siglo veinte y el comienzo del veintiuno ha sido un periodo histórico, testigo de excepción, de una de las puestas en marcha más estratégicas y calculadas por la geopolítica mundial: el desarrollo de la influencia cubana en Venezuela. Un paso que se estuvo planificando desde los mismos comienzos triunfales de Fidel Castro en La Habana aquel primero de enero de 1959.

Para la Cuba ganada por  la influencia soviética en pleno continente americano y máxime a unas pocas millas náuticas de su archirrival de la guerra fría, los Estados Unidos de Norteamérica, fue una conquista geopolítica y propagandista sin parangón en esa dura etapa de la humanidad bajo el control de dos superpotencias. Pero eso fue solo el comienzo. El lado soviético necesitaba ganar más y en ese sentido, Venezuela se convirtió en un objetivo deseado desde un primer momento. Privaba, en el análisis que se efectuaba en aquella época, la ubicación estratégica del país al norte de Suramérica y sus múltiples recursos naturales que a la vez  podrían impulsar la causa del socialismo mundial hacia otros países de la región.

Y se intentó, una y otra vez. Desde el formato de ingresar con grupos  armados por costas venezolanas repelido por las autoridades, pasando por apoyo logístico y financiero a las guerrillas que operaron en territorio venezolano  durante la mayor parte de la década del sesenta hasta la realización de múltiples actividades propagandistas que colocaban a la mayor de las Antillas en el  modelo a seguir para los latinoamericanos. Convirtiendo a dos figuras claves de la revolución cubana: Fidel Castro y Ernesto Guevara, como seres excepcionales en el  centro del mayor culto a la personalidad orquestado  en el hemisferio occidental, dirigido especialmente a los jóvenes, para impulsarlos a cuestionar y desconocer gobiernos de signo ideológico contrario.

Pero no fue sino hasta 1999 que comenzaron a lograr el objetivo. Ya sin el apoyo financiero soviético que significó un descalabro para la economía antillana a principios de los noventa, Cuba se movió hábilmente con países como China, Rusia (heredera del poderío nuclear de la URSS) España y México para impulsar proyectos alternativos que le permitiesen sustituir décadas de subsidios soviéticos por nuevos ingresos para su maltrecha economía. Pero su mayor logro fue la conquista de Venezuela, así, literalmente hablando.


Venezuela fue objeto de una conquista geopolítica sutil. No había decisión política que se tomara en Caracas que no fuese consultada con La Habana. Aunque en los primeros años de la revolución bolivariana esto no trascendiera hacia la opinión pública, en la magnitud que con el paso de los años se ha ido conociendo, sin duda alguna, nos convertimos en una especie de “colonia” cuyas decisiones no eran para nada autónomas. El país comenzó a ceder sus recursos bajo un esquema de propaganda soportado sobre la “solidaridad” continental, que constituyó la mayor estafa geopolítica conocida hasta ahora.

La Cuba imperial

Bajo las consignas “antiimperialistas” se desarrolló secretamente un puente estratégico entre La Habana y Caracas que echó manos de un porcentaje importante de recursos financieros de todos los venezolanos. Cuba se convirtió en intermediario de operaciones de ventas de medicamentos, insumos agrícolas, megaproyectos de construcción y administración de empresas en territorio venezolano que insuflaron mucha energía a la economía antillana.

Pero además, todas las operaciones de influencia propagandística orientadas a cambiar de signo ideológico a la mayoría de países de la región fueron orquestas desde La Habana con recursos venezolanos. Es decir, toda una operación de carácter “imperial” cuya finalidad fue extraer sin límites los recursos nacionales para fines muy distintos, al bienestar general de sus legítimos propietarios. Ni que decir de la producción petrolera que diariamente es enviada a Cuba, para ser revendida posteriormente y servir de ingreso fiscal a la isla.

Por todo esto, el principal interesado en que no haya cambio político en Venezuela es el gobierno de La Habana que, aunque sabiendo que ya es imposible extender su periodo de influencia y control sobre los recursos del país, intenta por todos los medios prolongar las penurias del pueblo venezolano para sacar la mejor tajada posible cuando se haga la negociación definitiva. La verdad es que cualquier similitud con las formas y métodos imperiales no es pura coincidencia. Por tanto podemos expresar que una cosa es el discurso y otra, las verdaderas intenciones del poder. La Habana tendrá que explicar muchas cosas en una transición política en Venezuela.

26-05-19




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