lunes, 20 de mayo de 2019

¡Acabemos con Guaidó!, por @Ismael_Perez




Ismael Pérez Vigil 19 de mayo de 2019

La frase del título parece ser el objetivo, como veremos, no solo del régimen. Ciertamente el régimen desarrolla su estrategia de siempre, para lograr ese objetivo, en dos partes; la primera es un fuerte proceso de represión y de criminalización de la protesta en contra de la población: “siembra” de pruebas incriminatorias, detenciones ilegales, manifestantes presos y llevados a juicios interminables con fuertes condenas, obligación de presentarse periódicamente ante jueces y tribunales y ahora –dadas las circunstancias particulares– allanamiento de inmunidad a los parlamentarios y apresamiento de algunos de ellos.

Todo esto tiene por finalidad atemorizar, intimidar a los opositores, para producir paralización, inmovilidad, desanimo, dispersión, alejamiento de la calle y dispersión de la protesta. Y lo logran. Lo vemos en el descenso de las movilizaciones populares, aunque no en las protestas, que se reproducen semanalmente por cientos y por los más variados motivos; pero estas son protestas que –en la mayoría de los casos– no son conducidas políticamente, no tienen una finalidad política, son limitadas, locales, no se reflejan en los medios de comunicación –que no existen o el régimen controla– sino escasamente por algunas redes sociales, de alcance limitado, y por eso son “toleradas”, aunque “controladas” por la dictadura.

La intimidación surte efecto, pues la sana razón lleva a pensar que nadie se debe exponer innecesariamente y arriesgar la vida frente a una dictadura que ha demostrado no tener escrúpulo en usar la fuerza hasta los extremos. Eso hace que disminuya la afluencia de opositores en las manifestaciones y negarlo es absurdo. Pero, además, ya un sector de la oposición luce desmoralizado porque en pocas horas, días, no se cumplieron los objetivos de destronar un gobierno que tiene 20 años desarrollándose en el país.

En este momento, el régimen, sabiéndose sin apoyo popular y sin capacidad de movilizar respaldo multitudinario para sus actividades, desarrolla variantes de su estrategia para reponerse de la sorpresa que le causó la aparición de un liderazgo opositor como el de Juan Guaidó, inesperado para el régimen. La alternativa que están manejando es aislarlo, para acabarlo. Algunos no se explican cómo es que han apresado a figuras del entorno Guaidó, pero no tocan a Guaidó y al efecto se han dado diversas explicaciones: temor a una respuesta popular incontrolada, temor a una fuerte respuesta y represalia internacional, etc. Creo que la explicación es más simple. El régimen se limita a acabar con el entorno del líder, porque sabe que en la propia oposición nos encargamos de descabezar a nuestros dirigentes, no hace falta que ellos “tomen medidas”; cuando nos hallamos encargado nosotros de acabar con nuestros dirigentes, la tarea de apresarlos, obligarlos a asilarse en una embajada o irse al exterior es más fácil y el costo político del régimen será menor.

Por eso se desarrolla la segunda variante de la estrategia del régimen: la mentira, el rumor y la insidia en contra de la oposición y sus líderes. Nadie le cree nada a los voceros de la dictadura, excepto cuando dicen cualquier cosa de la oposición o de sus líderes, entonces se les cree todo y se disemina en redes sociales con verdadero ahínco. Por ejemplo, desde la segunda guerra mundial, ninguna crisis, conflicto o guerra se ha resuelto sin que al final se tenga una negociación, aun entre los rivales más enconados; pero en Venezuela basta con que asome el rumor –usualmente difundido desde el régimen– que se está “negociando” o “dialogando” con algunos líderes opositores, para que se satanice a la oposición y sus líderes. Claro que el régimen lo que busca es negociar, para ganar tiempo, para perpetuarse, solo que quiere hacerlo con ventaja, con una oposición doblegada, debilitada y dividida; y lo ha logrado varias veces. Por eso estimula la crítica y la división de la oposición, mediante información falsa, exageraciones o medias verdades. Estimula y pone la crítica a la dirigencia opositora en bandeja de plata. Desde luego es criticable el desempeño de la dirigencia opositora en determinadas acciones; por ejemplo, lo ocurrido el 23F con la fallida entrada de la ayuda humanitaria; la falta de respuesta militar, disidente, el 30A; la falta de respuesta masiva y de mayor convocatoria en manifestaciones y eventos; o que no se hayan diseñado y planificado otras acciones, etc. Pero la auto crítica no nos puede llevar a la destrucción y desconocimiento de los esfuerzos y logros obtenidos.

Con respecto a la auto critica la oposición mantiene varias posturas. Dejemos de lado a los que no critican nada o no ven ningún “error” en la dirigencia opositora o en los partidos políticos, o a los que no exteriorizan su crítica, ni hacen comentarios, pero simplemente asisten o dejan de asistir a las diferentes convocatorias, desmoralizados. Vamos a concentrarnos en los que hacen críticas; entre ellos hay algunos que hacen análisis de determinadas acciones e intenta entender, explicar, introducir correcciones o sugerencias; esos son los menos. Pero ya hay un sector de la oposición que solo tiene críticas acerbas a las ejecutorias de otra parte de la oposición. Aquí nos encontramos dos posturas, aquellos que lo hacen, como dijimos más arriba, para “descabezar” a la actual dirigencia opositora, posiblemente para tratar de imponer sus propios lideres o lideresas. En estos aún suponemos una cierta intención “positiva”, pero cuestionable, en su lucha contra la dictadura.

Pero hay otro grupo “opositor”, así entre comillas, que por momentos parecen agentes del régimen; le hacen el juego, despiadadamente, adoptan acríticamente las falsedades que divulga la dictadura sobre la dirigencia opositora, se hacen eco de rumores e información, sin confirmar o simplemente falsa; dejan caer “dudas”, o las crean, sobre determinados líderes opositores y sus actuaciones. Se escudan en un “derecho” –un tanto abstracto, que de todas formas nadie les niega– a “formular críticas” y rechazan que se les insinúe que sean constructivos o tomen alguna iniciativa, aunque nadie les está pidiendo, ni siquiera, que formulen “propuestas” como condición para realizar críticas. El único objetivo de este grupo, lo volvemos a repetir, parece ser “descabezar”, hoy, a Juan Guaidó, como ayer descabezaron a Henrique Capriles, o a Julio Borges, o Ramos Allup, o a cualquiera de los dirigentes de los partidos políticos durante los últimos años, que sería interminable enumerar.

Porque más allá de los nombres de los líderes descabezados y denigrados, lo lamentable es que el régimen sabe que siempre ha contado con la ayuda de estos “opositores”, no porque sean un sector numéricamente significativo, que no lo son, sino porque se dicen opositores y algunos los reconocen como tales, y al alinearse con la estrategia de la dictadura crean confusión, desanimo y división. Así, el régimen, ayudado, está logrando una vez más sus objetivos: por una parte, intimidar a la población para disminuir la protesta ciudadana y, por otra parte, las señales evidentes de división y desmoralización que se trasluce en la crítica innoble e inmerecida a los esfuerzos que hace la dirigencia opositora de la AN.

Ismael Pérez Vigil

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