Por Piero Trepiccione
La situación
de Venezuela reúne características multidimensionales que le dan una
particularidad asombrosa en estos comienzos del siglo veintiuno. Seis años
continuos en recesión económica, caída brusca de la producción
petrolera, deterioro de las condiciones de vida, inflación
galopante, desinstitucionalización creciente, migración sin parangón
histórico en lo interno y en la región, deterioro de la democracia y la
garantía de los derechos humanos; aspectos éstos, que se suman a
los factores geopolíticos internos y externos que han creado una
maraña de intereses que dificultan el avance de una resolución política del
conflicto.
Venezuela ha reeditado a su
manera y salvaguardando distancias históricas, una especie de guerra fría en un
formato más bien caliente. Cuba, en su momento, fue un producto de
la bipolaridad mundial promovida y sostenida por la extinta Unión
Soviética y los Estados Unidos de Norteamérica. El estatus actual de Venezuela
en cambio, es un producto de la “multipolaridad” que por un lado tiene a Rusia
y China jugando al contrapeso internacional a los EEUU, a la Unión Europea con
su presencia global y a la propia Cuba, que se convirtió en un actor promotor
de su propia ideología con fines económicos y geopolíticos con fuerte presencia
en Venezuela.
Esta “multipolaridad, en
lugar de equilibrar las posturas diplomáticas y facilitar una resolución del
conflicto interno venezolano, se ha convertido en una especie de “puja”
para ver quien saca la mejor tajada. Rusia apuesta por usar a
Venezuela como una cabeza de playa en América Latina sin gastar un solo
centavo. El tamaño de la economía de Rusia es similar al de la Italia actual,
con lo cual, aquellas aventuras de promoción y sostenimiento de conflictos en
diversos lugares del mundo no se lo puede permitir actualmente. Pero con la
posición de la revolución bolivariana en contra de los intereses de EEUU,
puede usar el conflicto para ganar terreno geopolítico mundial. China, en
cambio, confronta una difícil guerra comercial con los EEUU actualmente. Este
hecho, sumado a otros factores internacionales promovidos por los
norteamericanos, les desacelera su crecimiento económico.
Por ello, su alianza con
Rusia y el apostar a la geopolítica global más allá de lo económico
para poder afianzar su carácter de potencia mundial. La Unión
Europea al ser otro polo diplomático y de poder internacional, en algunas
oportunidades juega cuadro cerrado con EEUU y en otras, no tanto. El cúmulo de
intereses económicos en la región y en particular, en Venezuela, hacen que se
involucren hasta el fondo. Ni que decir de Cuba, que convirtió a Venezuela
en su benefactor soviético de antaño y es quien más se aferra a sostener al
gobierno de Maduro para garantizar sus auxilios energéticos que se han
convertido a la par, en sostén financiero central de su economía. Cerrando la
rueda “multipolar” con respecto a Venezuela tenemos a los países vecinos. El
llamado grupo de Lima que trata de desmontar la bomba social interna del país para
que la migración no siga causando estragos en toda la región.
Presión multipolar
Este cuadro “multipolar”
presiona hacia diferentes horizontes e interesesla situación venezolana.
Por tanto, el volcán social sigue activado y moviéndose a una velocidad avasallante
mientras que la diplomacia y la política siguen entrampadas en un ritmo
totalmente desalineado con las necesidades y los requerimientos de una
población sometida a un retroceso de cincuenta años en lo que respecta a
condiciones de vida. La implosión a la venezolana es un escenario cada vez más
posible en tanto y cuanto, algunos actores, especialmente los que ostentan el
poder actualmente en el país, sigan jugando a correr la arruga con tal de
preservarlo a toda costa.
01-09-19
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