Rafael Uzcátegui 04 de diciembre de 2024
En los
últimos días ha trascendido una discusión, orbitada en torno al llamado Foro
Cívico, sobre cuál debería ser la actitud frente a la instauración de un
gobierno de facto. Como esto pretende ocurrir el próximo 10 de enero, no es de
extrañar que estas disputas postergadas, de las cuales se habían hecho alusiones
previamente de manera metafórica e indirecta, ocupe el interés de la
conversación pública en los actuales momentos.
Empero, no es un debate estrictamente nuevo. Ya en la anterior dictadura, la que inició en 1948 y se consolidó con la designación del militar Marcos Pérez Jiménez como presidente, diciembre de 1952, las fuerzas políticas también discutieron sobre qué hacer frente a un régimen autoritario. Por un lado Acción Democrática (AD) y el Partido Comunista de Venezuela (PCV) asumieron una estrategia insurreccional y de lucha desde la clandestinidad, dado que sus organizaciones habían sido ilegalizadas. Del otro, la Unión Republicana Democrática (URD) y Copei, quienes continuaron haciendo vida política de manera abierta, desde mecanismos pacíficos.
Hay
poca investigación disponible que describa con detalle las estrategias y
polémicas de las diferentes organizaciones, de aquel entonces, sobre cómo
abordar la situación. Si las redes sociales hubieran existido, hoy tendríamos
el registro de un intercambio, intenso y duro, entre Rómulo Betancourt y Rafael
Caldera, quienes representaban posiciones divergentes.
Aunque
las organizaciones democráticas en el país tenían una corta vida, diferentes
temáticas ya los habían enfrentado, incluso a puños, en las calles de Caracas.
Un ejemplo fue la Guerra Civil en España que, aunque lejana, se vivía con
intensidad por las emergentes organizaciones partidarias. De un lado los
partidarios del bando nacional y franquista, girando alrededor de Copei y de
figuras como el propio Caldera o Arturo Uslar Pietri. En la acera contraria,
los entusiastas del bando republicano, con AD y el PCV a la cabeza.
Aunque
los limitados textos que hablan sobre la vida orgánica de nuestros partidos, en
el lapso de 1948 a 1958, sugieran que hubo una trayectoria lineal hasta la
conformación de la Junta Patriótica, en 1957, lo cierto es que hubo matices y
posiciones encontradas. En el texto «A cincuenta años del plebiscito del 15 de
diciembre de 1957», de José Alberto Olivar Pérez, se dejan en evidencia los
grises de las estrategias.
Citemos:
«Durante el curso de la dictadura el partido Copei logró mantenerse en la
legalidad pero en actitud pasiva sin representar mayor peligro para el régimen.
Incluso, algunos de sus militantes habían aceptado convalidar la farsa
eleccionaria de 1952, incorporándose como diputados en la Asamblea
Constituyente de 1953 y en cargos gubernamentales de menor jerarquía. No
obstante, la dirigencia de este partido asumió una estrategia de bajo perfil,
sin comprometerse con acciones insurreccionales».
En
otro texto, «Partido Socialcristiano Copei: aportes y legado a la política
venezolana del siglo XX», Eduardo Valero Castro escribe: «Durante la dictadura
de Marcos Pérez Jiménez, Copei nunca abrazó la violencia como forma de lucha
política, todo lo contrario, a la actitud que tuvo Acción Democrática y el
Partido Comunista. Esta actitud de resistencia cívica y pacífica fue muy
criticada en su momento, ya que fue catalogada como blandengue». Para escándalo
de quienes afirman que la controversia es un «ataque», el intercambio
tuitero entre Caldera y Betancourt hubiera sido para coger palco.
Según
Olivar, en 1954 comunistas y adecos crearon el «Frente Nacional de la
Resistencia», sin la presencia de los socialcristianos. Hasta 1957 este
investigador habla que un «consenso de élites» daba sustento al gobierno
militar.
Ese
año el empresario venezolano Armando Carriles afirmaba que en el país existía
«un ambiente tranquilo, de orden y respeto»: «En Venezuela no existen trabas
(…) sino que hay múltiples oportunidades con una población apta y laboriosa,
aumentada de continuo por una corriente inmigratoria, un régimen legal amplio,
que concede al capital extranjero las mismas garantías que al nacional y no
tiene un solo precedente de expropiación o confiscación, un sistema impositivo
leve y un ambiente tranquilo, de orden y de respeto».
El 1
de mayo de 1957 la iglesia da un paso al frente y se difunde una Carta
Pastoral, suscrita por monseñor Arias Rafael Blanco, a propósito del Día del Trabajador,
en la que en tono litúrgico se refutan los supuestos avances de las políticas
gubernamentales: «La Iglesia no solo tiene el derecho, sino que tiene la
gravísima obligación de hacer oír su voz para que todos, patronos y obreros,
Gobierno y pueblo, sean orientados por los principios eternos del Evangelio»,
aseguraba. Ese año, según la Constitución vigente, tocaba hacer elecciones. El
único líder de proyección nacional dentro del país era Rafael Caldera, cuya
candidatura unitaria de todos los factores democráticos podía derrotar al
autoritarismo en las urnas.
Sin
embargo, si esta representaba una «candidatura potable» fue truncada en agosto
de 1957, cuando se ordenó su detención. Pérez Jiménez suspendería finalmente la
convocatoria a elecciones, ordenando la realización de un plebiscito para
decidir si continuaba o no al frente del gobierno. Dos meses antes se había
fundado la «Junta Patriótica Venezolana» a la que sí se incorporaría
finalmente Copei, dejando atrás –por ineficaz- su política de no confrontación
con las autoridades.
Luego
del fraudulento plebiscito, en donde aquel dictador recibió el 86% de los
votos, Olivar apunta: «los diferentes sectores que sustentaron el régimen
dictatorial asumieron posiciones distantes cada uno por su lado, esperando ver
si el Gobierno podía ser capaz de seguir manteniendo la «paz política y social»
de los últimos años». Afortunadamente, para nuestra historia democrática, se
impuso la desobediencia y la agitación.
Rafael
Uzcátegui
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