Recuerdo a una admiradora secreta de los editoriales que escribía Javier Conde* en Tal Cual, agraciada e inteligente ella. Lo seguía a lo largo de su carrera. Cuando eso ocurre, es poque el periodista siempre te va a sorprender, siempre compartirá contigo su curiosidad insaciable, un punto de vista distinto o una revelación. Quizás un comentario tan divertido como acertado. Javier es como un segundo bate en el béisbol, pienso en Joe Morgan, cuya tarea era poner a correr las bases al resto de su equipo, Los Rojos de Cincinnati. Alguien me dice que escribe con más frecuencia que nunca. Y es cierto, lo hace a la velocidad del viento.
Su última entrega llega en forma de libro: Vidas exiliadas, con prólogo de Toña Betancourt. Su amiga que nunca faltó en las malas y celebró en las buenas. Son 20 piezas escritas bajo las reglas de distintos géneros periodísticas. Todo esto lo digo con conocimiento de causa, porque hemos coincidido en las páginas del diario El Nacional y Tal Cual. Aviso que no voy a hacer spoilers, tendrán que leer el perfil de Arturo Sosa, por ejemplo, para avistar la elusiva proximidad de la Compañía de Jesús con el poder. O la entrevista que le hace a Carlos Blanco, en la que se aprecia a un intelectual que no resiste la tentación de participar en la política.
¿Cómo llegaste a la idea de reunir diversos géneros periodísticos en un libro?
Esos trabajos los hice como piezas individuales y, luego los reuní, en forma de libro. El catalizador fue la historia de Randy, relato que resultó ganador de la convocatoria del Premio de la Asociación de Periodistas Miguel Otero Silva, que hace vida en Madrid. Ahí me surgió la idea de compilar esa y otras historias, porque la de Randy, obviamente, no es suficiente. El hilo de estos trabajos, que se publicaron en distintos medios (Tal Cual, La Gran Aldea, El Progreso, un diario de España), es el exilio y la lucha política. Aunque los huelguistas de la UCAB -una de las historias- no son propiamente exiliados, todos viven fuera de Venezuela. A Farruco Sesto, por ejemplo, no pude hacerle la entrevista, se negó de plano, hice consultas, busqué información, reuní testimonios y construir ese trabajo.
La de Randy no son las peripecias de un exiliado, en cambio, son el reflejo de 7,5 millones de venezolanos que han abandonado el país. En esa historia eché en falta lo que pudiera ser el exilio interior y la posibilidad de reflexionar sobre ese mundo. ¿Qué piensas alrededor de esta observación?
Tienes razón. Ya alguien me había hecho un comentario parecido. Hay ciertas aproximaciones, pero yo creo que Randy es una persona reservada, poco dada a expresar sus sentimientos. Seguramente, porque tiene muy claro que su principal objetivo es sobrevivir. Entonces, se concentra en alcanzar esa meta. Quizás debí escarbar más por ahí.
Para Randy, el problema no es que dejó atrás el país o parte de su familia, sino la necesidad imperiosa e ineludible de buscar medios para sobrevivir.
En mis indagaciones, al escuchar acentos venezolanos o no, siempre encuentro a gente decidida a iniciar otra vida. Hay un pasado, hay unas querencias y mil cosas que extrañar, pero yo tengo aquí otras obligaciones. Esa experiencia, de alguna manera, la viví de pequeño cuando mi familia emigró de Galicia a Venezuela. La preocupación era cómo te adaptas a esta realidad y echas para adelante. De niño, no hablaba bien el castellano, sino una mezcla de castellano y gallego. En mi casa, no me respondían si hablaba en gallego, tenía que obligarme a hablar en castellano, porque cuando llegué tenía que ir al colegio. Yo no hablaba bien el castellano y ahora no hablo bien el gallego. Mi familia no se refugió en la colonia gallega que vivía en Venezuela. Se relacionaron con venezolanos, con italianos, que había muchos en Chacao, donde vivíamos. La idea de volver no estaba en mi casa, no había una fecha para volver. Tienes que pensar en abrirte a otra vida. Construir una vida. Y eso es, precisamente, lo que está haciendo Randy y muchos venezolanos que emigraron a otros países.
Una de tus piezas periodísticas indaga en un personaje enigmático, Jacobo Árbenz, el derrocado y fallecido expresidente de Guatemala en los años 50. Es curioso que haya vivido parte de su exilio en Uruguay. ¿El enigma Árbenz fue lo que despertó tu curiosidad?
No. De ese exilio habla Mario Vargas Llosa, en el final de su libro Tiempos Recios. Ahí encontré la motivación para hacer el trabajo de Árbenz. En ese momento, yo estaba viviendo en Montevideo y me pareció que podía haber una historia interesante. ¿Cómo fue el paso de Árbenz por Uruguay? Una vez que logré dar con el historiador, Roberto García Ferreira, quien tenía un vínculo afectivo con Guatemala, entre otras cosas, porque su padre fue muy activo en las protestas que se escenificaron en Montevideo, a raíz del golpe que derrocó a Árbenz, pude reunir más información para escribir esa semblanza. Hablé además con el expresidente uruguayo, José María Sanguinetti, un hombre de centro derecha, que en los cincuenta era un pichón de reportero. La pregunta era: ¿Fue Árbenz un comunista o no lo fue? Ni lo afirma García Ferreira, ni Sanguinetti. Simplemente, Árbenz era un hombre circunspecto, sin dotes de orador, que alcanzó el grado de coronel en el ejército guatemalteco. Ya en la presidencia de su país e influenciado por su esposa, una salvadoreña de familia conservadora que había estudiado en Estados Unidos, se propuso decretar la jornada laboral de ocho horas y permitir las organizaciones sindicales libres. En sus años de exilio, Árbenz fue a Cuba, a comienzos de los años 60, en plena efervescencia revolucionaria y no encajó, finalmente, murió en México.
Rómulo Gallegos, el creador de una novela fundacional, va a Galicia en busca de sus orígenes, de su pasado. A Gallegos le bastaba una breve estadía para captar, asimilar, entender, las motivaciones y los intereses que enmascara la cotidianidad. ¿Cuál sería la historia que hay detrás de ese perfil?
Creo que Gallegos estuvo en Galicia en tres oportunidades, solía pasar acá los veranos. Durante esos años, él estaba inmerso en la literatura. De ese período, tal como se refleja en mi trabajo, como en los escritos del ensayista mexicano Andrés Iduarte, es su novela Pobre Negro. Ambos (Gallegos e Iduarte) escribieron un libro que yo pude conseguir y que fue de gran ayuda para escribir mí trabajo. Él era un hombre alejado del bullicio, no frecuentaba los cafés literarios donde se reunían los grandes intelectuales madrileños. Era poco dado a dejarse ver. Esos rasgos de su carácter merecieron una crítica de Octavio Lepage, quien no le vio mano zurda para el manejo político. Seguramente, Gallegos fue víctima de esa fiebre revolucionaria del trienio adeco y del accionar de su partido, Acción Democrática, dado al sectarismo y a no pocas arbitrariedades.
A Gallegos se le recriminan rasgos de su personalidad, pero el hecho de haberse comprometido con los destinos del país, hasta el punto de ser electo presidente de Venezuela, pareciera que no tiene importancia. Yo creo que a Gallegos, esa faceta política, no le hacía falta para nada. Pero el tema de los intelectuales y la política es recurrente en el país.
Diría que la política no es un oficio, necesariamente, para intelectuales o para escritores que viven un mundo muy particular. La política quizás exige otras maneras de proceder, otras concesiones, que no son las habituales de un hombre de letras. A Vargas Llosa no le fue nada bien cuando fue candidato presidencial. En su libro, El Pez en el Agua, él reconoce los errores cometidos en la campaña. Pasó por esa experiencia, pero quizás su gran error, precisamente, fue meterse en esa experiencia. La política es un oficio muy duro y puede devorar a hombres que no están hechos para la política.
Voy a tu perfil sobre un político fundamental de la segunda mitad del siglo XX venezolano: Carlos Andrés Pérez. Diría que ese trabajo, referido a su segunda presidencia está escrito en clave de novela policial. Yo creo que CAP, las siglas de una marca, cometió un gran error al no decirle a los venezolanos que su segundo mandato iba a ser muy diferente al primero. De la abundancia pasamos a la carraplana. CAP no le dijo toda la verdad al país.
Creo que ahí, de alguna manera, está dicho que durante la campaña no se iba a hablar demasiado del programa económico (los ajustes estructurales del Gran Viraje). No profundizar en eso. Fue un diseño de campaña. Sin duda, Pérez tenía un gran liderazgo y, desde la Internacional Socialista, él seguía influyendo en la política venezolana. Si su segunda presidencia hubiera salido bien, nos habríamos ahorrado males mayores. El cambio que él le planteó al país necesitaba de un pilar fundamental en las alianzas políticas. Eso no se hizo. Carlos Andrés Pérez sobrevaloró su carisma político, le parecía suficiente para gobernar e impulsar esos cambios, pero como lo dice Ricardo Escalante (un periodista avisado en todo lo que se refiere a Acción Democrática), eso no era posible. Creo que la herencia que dejó el gobierno de Jaime Lusinchi contenía un sustrato que estaba a punto de explotar. Y explotó. Cometió, además, errores inexplicables. Por ejemplo, permitió que las tendencias de AD, opuestas a los cambios, dominaran el parlamento.
Tu trabajo nos muestra a un Carlos Andrés Pérez mucho mas complejo del que vimos en las caricaturas del momento. Me estoy refiriendo a CAP como producto publicitario. Creo que Pérez estaba muy consciente de que el Pacto de Puntofijo estaba en serios problemas. Eso tampoco funcionó. Allí hay que buscar responsabilidades en las élites del país.
En el Gran Viraje había un cambio profundo. Pero mucha gente en el país no lo entendió así. El MAS, por ejemplo. La idea extendida, en nuestra juventud periodística, es que “estos son unos tecnócratas; no tienen burdel. Esto es un paquetazo”. Sí, la prensa fue poco seria. A uno como que le faltaba más formación para hacer esas coberturas y más cultura política para hacerlas en profundidad. En el periodismo nos pasó y los medios jugaron un papel contrario a lo que hubiera sido deseable.
Sí, es una mancha en el ejercicio de la libertad de expresión en Venezuela. Jugamos un papel muy irresponsable.
Habría que poner sobre la balanza, por un lado, el carisma de Pérez y por el otro la increíble conjunción de personajes como Matos Azócar y Uslar Pietri, en eso que conocimos como “los notables”, falta análisis en el papel que jugaron los medios de comunicación y los sectores sociales que se oponían a los cambios, sin desestimar los errores de diseño que había en esa propuesta. Moisés Naím lo dice. En el propio gabinete Ejecutivo había fuerzas que actuaban en sentido contrario. Todo ese conjunto de cosas nos llevó adonde nos llevó. Por otro lado, habría que decir que, si tú le dices la verdad a la gente, la gente no te vota. Vargas Llosa le dijo la verdad a los peruanos y no lo votaron. Hay un sentimiento de hipocresía generalizado en las sociedades, que podríamos resumir de este modo. Si me dices la verdad, no voy a votar por ti. Si anuncias sacrificios, no te votan. Entonces, el liderazgo tiene que valorar eso.
En lo personal, el perfil de Petkoff me resultó muy divertido. Ver a Teodoro en su faceta periodística, metido en una redacción y viviendo el día a día de lo que es un periódico, con la idea de auditar el poder. Petkoff lo hizo con sus particularidades y tú lo viviste muy de cerca. ¿Te parece que fue audaz y exitoso en esa tarea de confrontar al poder? ¿De poner el ojo en las barbaridades que cometió el gobierno de Chávez?
Quizás he pensado en esa pregunta a retazos. Petkoff logró crear un polo de referencia política y periodística, a través del proyecto de Tal Cual. Tal Cual es un proyecto de participación política, no es un modelo periodístico. Yo eso siempre lo he tenido claro. De alguna manera es la vieja usanza de las corrientes de izquierda que creaban un medio de comunicación para el combate político. Teodoro tenía esa idea, andaba por la libre. Ya había renunciado al MAS. A Teodoro lo movía la política, fundamentalmente, aun cuando él siempre tuvo una faceta periodística, desde que trabajó en Tribuna Popular (el órgano de opinión del Partido Comunista de Venezuela), pasando por el diario Punto (órgano de difusión del MAS, que Petkoff fundó con el dinero que García Márquez le cedió cuando ganó el Premio Rómulo Gallegos) hasta Tal Cual. Ahí trabajaron Eleazar Díaz Rangel, Manuel Felipe Sierra y otros periodistas reconocidos. Pero insisto, a Petkoff lo movía lo político. Tal Cual es un órgano para el combate político y para la defensa de la democracia. En ese sentido, yo creo que él jugó un papel importante, que avisó en su primer editorial: Hola, Hugo. El periódico siempre fue la voz poderosa de Teodoro.
Se sentía con tanta libertad que empezó a cuestionar los procedimientos de la oposición. La reticencia a escuchar los errores es algo no ha variado en estos 25 años.
En ese momento, el periódico perdió lectoría y presencia, después se recuperó con el cambio de vespertino a matutino. Pero ya el clima político era otro. Se habían conformado dos bandos, plenamente identificados. Y, dentro de la oposición, era muy difícil cuestionar ciertas posiciones, cierto accionar político. Y eso tampoco podía ser.
Si vamos a examinar la segunda mitad del siglo XX venezolano, no la podríamos entender si ignoramos la figura de Teodoro Petkoff. Incomoda, eso sí, su tozudez placentera de nadar a contracorriente. Creo que esa actitud le restó alcance de miras para entender la realidad que estamos viviendo. Eso lo condenó a vivir en las minorías.
Es posible. Tal Cual sacaba a la calle 45.000 ejemplares, fue algo sorprendente. Luego la realidad política venezolana era muy tensa, muy compleja, muy difícil. Si el PGS detectaba que te movías un grado a la derecha o un grado a la izquierda, se disparaban las alarmas y suscitabas reacciones (casi siempre juicios populares) en una parcialidad política o en la otra. Teodoro decía las cosas como el lema de Tal Cual, claro y raspao. Entonces, era un recurso para expresar la política. No era El Diario de Caracas que fue concebido como un proyecto periodístico. Petkoff auditó el accionar político del gobierno de Hugo Chávez (las iniciativas que ponían en riesgo o amenazaban la democracia, la incompetencia manifiesta en el manejo de la economía, lo disparatado o fantasioso del modelo social), lo hizo desde el diario El Mundo y muy pronto lo sacaron de ahí, lo entregó la propia empresa que mantenía vínculos con el poder. Luego crea su propio producto editorial, como un reto, como un desafío muy difícil.
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*Periodista de raza y fuste.
https://prodavinci.com/javier-conde-la-idea-de-volver-a-galicia-no-estaba-en-mi-casa-b/
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