Francisco Olivares junio de 2024
El
politólogo John Magdaleno asegura que en 25 años nunca habíamos estado tan
cerca de la posibilidad de una transición a la democracia. Para el experto, el
candidato Edmundo González quizás sea el indicado para poner los incentivos
sobre la mesa
no de
los debates más importantes generados a partir de las primarias de octubre de
2023 y las elecciones previstas para el 28 de julio de este año, ha sido la
posibilidad de que en Venezuela se produzca un proceso de transición hacia la
democracia.La candidatura de Edmundo González respaldado por la
Plataforma Unitaria despertó en la mayoría de la población la esperanza de
cambio. A juicio de John Magdaleno, experto
en Ciencias Políticas, quien se ha dedicado en los últimos 10 años a
profundizar en el estudio de los procesos de democratización, Edmundo González
“quizás sea el indicado para ofrecer ciertos incentivos y garantías a factores
de poder, que contribuyan a destrancar la coyuntura crítica que podemos
estar a punto de vivir”.
-Desde los tiempos de Hugo Chávez no se observaba una conexión emocional entre un líder político y la población como la que estamos viendo en este proceso electoral. María Corina Machado logró un efecto parecido a lo que se vivió hace más de 25 años. ¿Cómo observa esos dos momentos históricos?
-Ciertamente,
María Corina Machado está despertando emoción en sectores de la población
venezolana, pero me pregunto si tu primera afirmación es exacta. Sobre todo
porque, cuando recuerdo varios momentos de estos 25 años, encuentro que sí hubo
conexión emocional entre sectores significativos de la población y ciertos
líderes políticos opositores.
Por
ejemplo, en las masivas movilizaciones sociales de los inicios del mandato de
Chávez, cuando se intentaba contener su ya visible autoritarismo, el liderazgo
de Carlos Ortega generó cierta emoción. Otro punto de inflexión fue con
Henrique Capriles en 2013, tras la muerte de Chávez. Su corta campaña de
cara a la elección presidencial de 2013 generó mucha emotividad y hasta la
expectativa de que estábamos cerca de un cambio político. Que no haya alcanzado
el poder no significa que no haya generado, para utilizar tu expresión,
conexión emocional.
Me
resulta muy interesante tu invitación a comparar el momento en el que Chávez
estaba a punto de llegar al poder y este; aunque hoy no tenemos total
certeza de que se vaya a producir un cambio de régimen político. Pero para
que no quede ninguna duda sobre lo que pienso: esta es la mejor
oportunidad que hemos tenido en 25 años, como sociedad, de aproximarnos a
una transición a la democracia. Observo que la irritación, la rabia, la
frustración acumulada de expectativas y -en general- el malestar colectivo, se
han venido canalizando mediante el surgimiento de una esperanza. Es la
esperanza del cambio. Es lo que algunos psicólogos llamarían un
“reencuadre” de las emociones.
En
1998 había un gran malestar acumulado por múltiples razones: el deterioro de
las condiciones de vida; la inestabilidad sociopolítica que expresan el
“Caracazo” y los dos intentos de golpes de Estado de 1992; y la cadena
consecutiva de errores del liderazgo de los partidos tradicionales intentando
“gerenciar” la crisis.
Hoy tenemos
a un país que viene de experimentar un largo proceso de autocratización
política, es decir, gravísimas violaciones de las libertades civiles y los
derechos políticos, económicos y sociales; un proyecto que desaprovechó la
oportunidad histórica que le ofreció el enorme flujo de divisas derivado del
boom petrolero; una crisis institucional aún más profunda y sistemática que no
sólo socavó el Estado de Derecho sino, peor aún, las capacidades estatales; una
enorme crisis económica cuya principal responsabilidad hay que localizar en los
innumerables desaciertos de las administraciones de Chávez y Maduro en materia
de política económica, empezando por el largo ciclo de desincentivos que
inauguraron las expropiaciones; y una sociedad fatigada del conflicto y la
narrativa polarizadora, de cuyas consecuencias el liderazgo oficialista no
parece percatarse hasta la fecha. Cuando escucho los discursos de altos
personeros del chavismo, constato su nivel de divorcio de la realidad. Es
impresionante.
-Hay
una oferta de cambio en la campaña de Machado y Edmundo González, pero al mismo
tiempo no se destacan ofertas populistas para la gente y por el contrario se
les dice que su trabajo y participación serán la clave para desarrollar el país
junto al empresariado
-La
expresión “populismo” equivale, en muchos círculos políticos y sociales
venezolanos, a “demagogia”. Pero el “populismo” es, en verdad, un tipo de
proyecto político, un modo de interpretar la realidad y, por ello mismo, una
cultura política, y un estilo de relación que se propone, en muchas ocasiones por
la vía de la imposición, entre el Estado y la sociedad. Es un proyecto que se
propone elevar retóricamente al “pueblo” a la categoría de “sujeto político” de
primer orden mientras, por otra parte, en la práctica se socavan y hasta
conculcan sus libertades y derechos. Sólo el tiempo dirá si aún queda algo de
populismo en Venezuela o si, por el contrario, estamos en medio de una ruptura
epocal con esta larga tradición política.
Ciertamente,
no hay grandes ofertas político-electorales en la campaña formuladas en la
clave demagógica y clientelar de costumbre. Si se me permite un comentario
jocoso, tampoco hay mucho dinero disponible como para practicar ese “deporte
suicida” por estos tiempos. Pero eso no significa que no se le esté ofreciendo
nada al país del lado de la oposición. Las ofertas que se vienen formulando son
muy gruesas como para que pasen desapercibidas: redemocratización,
progreso económico y reconciliación social desde las bases. Ya eso sería
más que suficiente para desarrollar muchos planes y programas.
-Con
Edmundo González como candidato también se observa un cambio de paradigma muy
distante al líder populista que suele ofrecer todo lo que le va a regalar a la
gente, atacar al adversario, descalificar y utilizar un lenguaje agresivo
-Eso
que señalas es, en mi opinión, el mayor acierto de Edmundo González Urrutia. Sobre todo
porque me comunica que entiende muy bien los desafíos que supone estimular el
inicio de una transición a la democracia, algo que muchos líderes opositores no
parecen haber entendido en el pasado. Reducir los costos de salida de
factores de poder de un régimen autoritario implica poner en práctica unas
cuantas habilidades políticas que Edmundo encarna hoy. Machado está
haciendo su trabajo motivando al país; pero no tengo duda alguna de que el
papel de González Urrutia es ser uno de los principales facilitadores de la
transición. Su talante sereno, reposado, muy característico de un diplomático
experimentado de carrera, es un activo muy valioso en este momento.
Quizás
él sea el indicado para ofrecer ciertos incentivos y garantías a factores de
poder que contribuyan a destrancar la coyuntura crítica que, sospecho, podemos
estar a punto de vivir. Incentivos y garantías que no se ofrecerían por
“buenismo”, como dicen los muchachos hoy en día en las redes con gran
desconocimiento de los procesos de transición, o por “hacerse la vista gorda”
respecto de las gravísimas violaciones cometidas por instituciones y
funcionarios públicos a lo largo de años. Se trata de incentivos y garantías
sin los cuales puede que no se inicie una transición a la democracia.
Como
lo he explicado una y otra vez a lo largo de diez años, si queremos justicia
necesitamos reconstituir el Estado de Derecho. Y para ello es imprescindible
que se inicie una transición a la democracia. En política, el orden de los
factores sí altera el producto. De modo tal que los primeros interesados en que
haya, a la postre, justicia, deberían ser los primeros interesados en facilitar
una transición a la democracia. Con impulsividades y “muchachadas” lo
que puede terminar ocurriendo es que se obstaculice el proceso. El coraje y
el “espíritu de lucha” ayudan, pero sin inteligencia estratégica no se va a
ningún lado.
-Desde
la filas del oficialismo también vemos una campaña atípica. Tres figuras muy
radicales son las que han salido a hacer recorridos de campaña: Jorge
Rodríguez, Delcy Rodríguez y Diosdado Cabello. En sus discursos no hay ofertas
de mejorar el país. La campaña se centra en atacar a María Corina y a Edmundo
González como los responsables de que EEUU y la Unión Europea hayan aplicado
las sanciones
-La
campaña del oficialismo es una señal de decadencia política y de la pérdida de
noción de realidad de los principales líderes del oficialismo. No pueden ofrecer
nada creíble porque han incumplido las promesas fundamentales del proyecto
político original. Para muestra un botón: desde hace años se toma a
chiste cualquier oferta relevante del oficialismo. Perdieron la confianza y
la credibilidad de una mayoría abrumadora del país. El problema de fondo es la
ineficacia reiterada de unas fuerzas políticas que administraron una
cuantiosísima suma de recursos económico-financieros disponibles.
-¿Cómo
observa la ausencia de Maduro en recorridos por el país? Solo hay actos
puntuales muy vigilados.
-La
ausencia de Maduro en actos multitudinarios de campaña es otra expresión de lo
que han cultivado: el rechazo de una mayoría de la población y el temor a que
ese rechazo sea aún más visible públicamente. En cierto sentido, es una
expresión de claudicación política, aunque la retórica oficial intente
comunicar lo contrario. Fue paradigmático que enviaran un “doble” de Maduro a La Vega, después de haber ofrecido
ir. Las tomas cerradas que se observan en cada evento público del oficialismo
son una evidencia de su dificultad para movilizar masivamente. Es impresionante
la cadena consecutiva de errores que el oficialismo viene cometiendo desde el
año pasado.
-En
las últimas dos décadas las autocracias han tenido un ascenso en el mundo por
encima de las democracias. Sin embargo, en América Latina parece que se está
produciendo un fenómeno inverso y los regímenes autocráticos cerrados como el
de Venezuela, Cuba, y Nicaragua están sufriendo fuertes reacciones de la
población que exigen libertades democráticas y económicas.
-Es
correcto. Desde los años 2011-2012 puede hablarse de la llegada de la “Tercera
Ola de Autocratización” en el mundo. Ha crecido el número de las autocracias
electorales -incluidas las competitivas y las hegemónicas, sus dos subclases- y
las cerradas. La autocracia venezolana emerge entre los años 2002 y
2003. En mi modesta opinión, ya en 2002 existen los contornos esenciales de
un régimen autoritario, aunque para el V-Dem Institute de la Universidad de Gothenburg, de Suecia,
la autocracia electoral se instala finalmente en 2003.
El
tipo de autoritarismo que instala Chávez es competitivo, si echamos mano de la
caracterización que propusieron Steven Levitsky y Lucan Way. Pero es el mismo
Chávez quien va colocando las bases, ulteriormente, del autoritarismo
hegemónico, un tipo más severo y amenazante. Es en 2016, tras las elecciones
parlamentarias, cuando ya se puede hablar de la instalación de este tipo de
régimen en Venezuela, fundamentalmente por la gravedad y magnitud de las
violaciones de garantías que se cometen. Es decir, es Maduro quien
remata la faena.
Ahora,
utilizando la misma contabilidad del V-Dem Institute que clasifica los
regímenes políticos de 179 países en el mundo, no siempre los regímenes
autoritarios han superado en número a las democracias. Creo recordar que desde
2016, la fecha en que empiezan a aparecer los reportes anuales de esa
institución sobre el estado de la democracia en el mundo, ha habido dos o tres
ocasiones en que las autocracias han superado en número a las democracias, y
por muy poco. Más bien, ha sido cada vez más frecuente que estos reportes han
reflejado una disputa muy cerrada por la mayoría de los regímenes políticos en
el mundo. Pero ya sólo eso debería ser motivo de profunda preocupación y
ocupación.
Lo que
podríamos llegar a ver a escala global, en lo sucesivo, es una respuesta
colectiva -quién sabe si trasnacional- frente a los autoritarismos. Pero no
esperemos que las grandes potencias mundiales se pongan de acuerdo sobre una
estrategia conjunta, aunque ello ayudaría. Las sociedades tenemos la
responsabilidad, contra toda dificultad, de fabricar nuestras propias salidas
democratizadoras. Nadie dice que es fácil, pero no podemos desembarazarnos
de esa responsabilidad.
Personalmente,
asumo que esa es la misión de mi generación y de aquellas que hayan
desarrollado una auténtica conciencia democrática, aquí y en cualquier parte
del mundo. Por eso he consagrado 10 años de mi vida al estudio de los procesos
de democratización, sin contar con financiamiento ni soporte institucional alguno.
Tenemos que ofrecer nuestro aporte, por más modesto que sea, a la
redemocratización de Venezuela. Y si lo logramos, podemos exportar un amplio
repertorio de experiencias al mundo autocratizado. El 28-J es una oportunidad
para poner en práctica lo aprendido y para demostrar que no es imposible. Entre
1900 y 2019, como demostró un estudio académico del año pasado, en el
mundo se han producido 145 episodios exitosos de democratización.
Históricamente, no es imposible.
Tomado
de: https://elestimulo.com/politica/2024-06-02/edmundo-gonzalez-transicion-democracia-magdaleno/
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