Humberto García Larralde 18 de septiembre de 2024
Lo que ha puesto claramente de manifiesto el bochornoso intento de fraude electoral de Maduro es que a él y a los suyos les tiene sin cuidado dónde está la verdad de los hechos. Saben, como todo el mundo, que al respecto no hay dudas. El 83,5% de las actas oficiales (https://resultadosconvzla.com/), su coincidencia con los exit polls y con las encuestas de opinión previas a las elecciones, son prueba fehaciente (y comprobable) de que Edmundo González Urrutia es el presidente electo de Venezuela. La voluntad popular expresada el 28-J lo escogió en una proporción de cerca del 70% del total de votos para que tomase posesión de la presidencia de la República el próximo 10 de enero. Y eso lo conoce la inmensa mayoría del pueblo venezolano, incluyendo Vladimir Padrino López y el comando militar, como el grueso de los chavo-maduristas que aún subsisten. Ni siquiera salieron a celebrar su supuesto triunfo. La opinión pública internacional también está clara al respecto y sabe que Maduro fue derrotado.
De ahí
que el verdadero problema está en que quienes controlan el poder –porque
controlan las armas—simplemente ignoran la realidad. Su negativa a mostrar las
actas que respaldarían el supuesto triunfo de Maduro es clara confesión de que
el fascismo no tiene interés alguno en dirimir donde está la verdad. La
proclamación anunciada por Elvis Amoroso y refrendada por la presidenta de la
sala electoral del tsj, al confiscar la voluntad popular, constituye un delito.
Pero, optaron por construir una “realidad” paralela, que no comulga con los
hechos reales, como refugio, dado el abrumador repudio de la población. Ahí los
fascistas tendrán siempre la razón. La Gran Mentira de que Maduro ganó es la
base de esa construcción. Pero lo que está en juego no es simplemente mentir,
sino el hecho de que, aun habiendo perdido, está vedado que la oposición pueda
suplantarlos, “ni por las buenas ni por las malas”.
La
política, lamentablemente, no es ajena a la mentira. Algunos políticos, como
Trump, la han convertido en la forma más común de anunciar sus ideas. Pero, en
la mayoría de los casos, los políticos usan la mentira para intentar convencer
a la gente de que la razón está de su lado. Chávez era un verdadero maestro en
esta práctica, fabricando hechos y/o tergiversándolos para conseguir aplausos y
justificar sus decisiones. Por su parte, partidos de izquierda están
dispuestos, en principio, a despejar la verdad de la mentira, pues arguyen que
su perspectiva es científica, por lo que admite ser contrastada con la
realidad. Pero con la sinrazón del fascismo es distinto. La Gran Mentira de
Maduro no busca convencer a nadie de que la razón está de su lado. Su fin, más
bien, es aniquilar la verdad, borrando toda relación con lo que en realidad
ocurrió el 28-J, para que quede solo su exclusiva y excluyente versión. Es la
única admisible. Manu militari, no se discute. Olvídense de precisar dónde está
la verdad.
Lo
anterior explica la repulsiva actitud de Tarek W. Saab al ser entrevistado por
Fernando del Rincón en CNN hace unos días. Con cara de tabla aseveró que
Edmundo González Urrutia quiso cometer fraude al insistir en su triunfo,
burlándose del ordenamiento jurídico. Por tanto, había que dictarle auto de
detención. Las actas oficiales recogidas por la oposición que así lo
constataban eran, por antonomasia, “falsas”. Tampoco importaba que el presunto
triunfo de Maduro no se sustentase en evidencia alguna. La realidad paralela en
que se sumergió blinda toda necesidad de aparentar una “verdad aceptable”.
El
cinismo de este personaje lo ha convertido en uno de los más execrables de la
claque fascista que se ha apoderado del Estado. Repugna su ponzoñosa invención
de acusaciones contra quienes salieron a protestar, amparados en sus derechos
constitucionales, el robo de Maduro y reclamando respeto por la voluntad
popular expresada el 28-J: “terroristas”, “delincuentes”, traidores de la
patria”. Y los cargos levantados contra EGU por “usurpación de funciones;
forjamiento de documentos públicos; instigación a la desobediencia de leyes;
conspiración; sabotaje a sistemas públicos; y asociación para delinquir”,
expresan un increíble cinismo y desfachatez, pues estas imputaciones son,
precisamente, lo que describe el comportamiento de Maduro, Amoroso y cía. Pero,
como dijo Miguel Henrique Otero, al cínico lo que busca es destruir la verdad
del otro para humillarlo y poderlo someter.
En
este orden, la estólida reacción de Jorge Rodríguez, El Furibundo, ordenando
romper relaciones con España por haber reconocido las cortes de ese país a
Edmundo González Urrutia, no fue una muestra de destemplanza o de exageración
aislada. Es parte de la realidad paralela que se construye. Lo confirma el
grotesco sainete montado por Diosdado Cabello el día siguiente –con lote de
armas como supuesta prueba–, anunciando la detención de dos españoles, tres
gringos y un checo, por estar incursos en una supuesta conspiración organizada
por la CIA y el Centro Nacional de Inteligencia de España, para asesinarlo a él
y a Maduro. Alarmada por estas torpezas, en momentos en que EE.UU. revisa la
licencia otorgada a Chevron, su hermana, Delcy, se reúne con Repsol, empresa
petrolera española, para decirles que “no es con ellos”. Pero luego aparece el
remedo de canciller, Yván Gil, insultando a Josep Borrell, alto representante
de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y
vicepresidente de la Comisión Europea. En vez de construir alianzas y buscar
neutralizar las amenazas, obnubilado por su burbuja de falsedades hace lo
contrario, aislándose aún más.
Es
práctica común del fascismo la construcción de mundos ficticios a base de mitos
y falsificaciones con los cuales proyectar contraposiciones maniqueas entre un
“nosotros, los buenos” y “ellos, los traidores”, para movilizar a sus
partidarios. Cuando el Estado tenía control absoluto sobre los medios, se
convertían en referencias únicas, visiones exclusivas de la realidad. Es el
fundamento de todo totalitarismo. Hace desaparecer toda verdad o certeza de la
que pueda asirse un ciudadano para defender sus derechos. Estos son suplantados
por favores otorgados o suprimidos a discreción, según los intereses del poder.
Resulta en un clima de inseguridad sobre el status de cada quien –si él / ella
o alguno de los suyos va a ser detenido / a, si va a perder su empleo o alguna
prestación–, que forma parte del arsenal que sojuzga a la población. Desaparece
toda garantía, pero se premia la lealtad acrítica y la obsecuencia para con
quienes controlan el poder. Las instituciones, expresión de leyes, normas,
hábitos y valores que orientan la acción de los miembros de una colectividad,
desaparecen. Reina la anomia, la voluntad discrecional del poderoso. Y va
conformando las bases del terrorismo de Estado: operación Tun, Tun.
Es
menester hacer lo necesario para desmontar y rechazar esa “realidad paralela”
que se nos quiere imponer, un yugo del régimen para obtener nuestra anuencia.
La mayor arma de la democracia, en estos momentos, es hacer que prevalezca la
verdad, compartida por la inmensa mayoría de los venezolanos y muchas
democracias. No dejemos que muera el reclamo porque sea respetada la auténtica
voluntad popular: haber elegido a Edmundo González Urrutia presidente de
Venezuela para el período 2025-31.
Es
menester derrotar los intentos de “pasar la página” por parte de Maduro y los
suyos con aquello de celebrar la navidad desde principios de octubre u otras
distracciones. Sus torpezas e intransigencias muestran su desesperación,
conscientes de tener un flanco abierto de gran vulnerabilidad: que nadie cree
en su triunfo y aumentan los reclamos porque cese la represión y se castigue a
los responsables. La insistencia en mantener su Gran Mentira irremediablemente
habrá de provocar mayores penurias a la población, tanto civil como militar,
salvo, claro está, a los enchufados. Con la bandera de la verdad, la
movilización y la denuncia de lo que nos viene encima, pueden irse minando las
bases sobre las cuales Maduro y sus cómplices pretenden sustentar sus
aspiraciones totalitarias. Es inaceptable que continúen sosteniendo un
liderazgo criminal fracasado que sólo ofrece más fracasos. Los venezolanos no
podemos dejar que prevalezcan, definitivamente, voluntades inescrupulosas,
perversas e inhumanas, validadas en constructos ideológicos que invierten la
realidad para absolver sus atropellos y depredaciones.
Nunca
es tarde para que, con base en la verdad, los venezolanos sanos podamos
concertar acuerdos para superar la enorme tragedia a la que nos han conducido,
incluyendo mecanismos aceptables de justicia transicional. No permitamos que
triunfe la Gran Mentira el 10 de enero de 2025.
Humberto
García Larralde
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