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domingo, 22 de mayo de 2011

El rol del Estado en la Economía Social de Mercado


Por Klaus Schaeffler

El estado ¿productor de cemento, salsa de tomate y cabillas?

Abundan en la historia ejemplos de países que como Venezuela optaron por reducir la vigencia de los mercados al mínimo a través de controles severos de los precios de los productos y servicios, empezando con el precio de la moneda, expropiación y estatización de empresas privadas y un excesivo intervencionismo estatal en casi todos los procesos económicos.

En Venezuela, a través de una política de estatizaciones, expropiaciones y confiscaciones, el Estado se ha establecido como actor importante en casi todos los sectores económicos, careciendo por completo de una capacidad gerencial razonable. Trascendiendo a la industria básica, donde tradicionalmente ha jugado un rol significativo. Se ha venido transformando en un productor de papel, de cemento, de cabillas y hasta de salsa de tomate, así como en un ente comercializador de artefactos eléctricos y de víveres.

Los resultados son conocidos por todos. La gran mayoría de las empresas estatales y recientemente estatizadas redujeron en forma importante su producción. Trabajan a pérdidas y no generan excedentes para la acumulación de capital ni de recursos humanos calificados. La productividad industrial declinó fuertemente, y como fue señalado en el documento de 26 economistas venezolanos en septiembre 2010: “se ha debilitado al extremo la administración pública -en especial la absoluta mayoría de las empresas estatales, antiguas o recién adquiridas- a causa del poco profesionalismo, la politización y la escasa transparencia en la rendición de cuentas; lo cual ha sido un estímulo a la corrupción y a la búsqueda de rentas de grupos organizados”.

En el documento, se hace mención al clientelismo político, a la proliferación de hechos de corrupción con impunidad en casos notorios, por ejemplo, PDVAL, y de la influencia adversa en la administración gubernamental: “lo cual ha permitido conformar grandes grupos organizados de corrupción sistemática y generalizada”. Todo ello acompañado por exceso de burocracia y desidia, un déficit fiscal recurrente y una inflación persistente. Con un aumento importante y acelerado de la deuda pública interna y externa, así como disminución de los niveles de bienestar con una mayor desigualdad.

Mercado vs. Estado o Estado y Mercado
A diferencia de estos resultados en Venezuela y en otros países cuyas políticas económicas se rigen por los mismos parámetros, es un hecho innegable que países con políticas económicas basadas en la racionalidad instrumental del mercado han impulsado en sus sociedades un dinamismo extraordinario, con tasas continuas y a veces elevadas de crecimiento económico y un mayor bienestar para sus pueblos.

No se puede poner en duda la racionalidad instrumental del mercado para una economía moderna. Su eficiencia y eficacia en la organización y coordinación de los procesos económicos y en la consecución de sus resultados. Pero por lo anteriormente expuesto no debe llevar a la conclusión, que se debería reducir el Estado al mínimo y de privarlo de sus funciones. No significa que el mercado logre por si solo compatibilizar las exigencias del desarrollo económico y social. El mercado sin el Estado no genera ni sustenta un orden social, por el contrario, presupone una política de ordenamiento. Ni el mercado ni el Estado por si solos contabilizan las exigencias de desarrollo socioeconómico y las condiciones para una sociedad democrática. La disyuntiva no es mercado vs. Estado sino mercado y Estado.

Mercado y Estado en la Economía Social de Mercado
Si bien en el caso de Venezuela sería de mayor importancia reducir el peso del Estado en la economía y la sociedad, no se trata meramente de “menos Estado, más mercado”. Esta consigna refleja cierta dosis de ingenuidad. Si se quiere afianzar una Economía Social de Mercado, se debe apuntar al fortalecimiento del orden social en un Estado eficiente y democrático que integre efectivamente a todos los ciudadanos.

En la Economía Social de Mercado se promueve un Estado eficiente en tres ámbitos: como regulador, como financista y como proveedor.

El Estado como regulador. Un Estado que cumple con su función reguladora. En vez de proteger monopolios e intereses particulares de grupos privilegiados, promueve la participación del mayor número posible de nuevos productores, garantiza reglas de juego transparentes y estables para todo el mundo y proporciona información y producción al consumidor.

El Estado como financista. En la Economía Social de Mercado el Estado no pretende financiar indiscriminadamente cualquier actividad y a todos los habitantes por igual. El cumplimiento de su función financiera pasa por la concentración de sus recursos en aquellas tareas que son indelegables y en los más necesitados.

El Estado como proveedor. Definitivamente no es tarea del Estado producir cualquier tipo de bienes y servicios, sin ninguna discriminación, muchas veces aumentando el endeudamiento público. Se limita a la producción de aquellos bienes y servicios que por alguna razón no pueden ser producidos por el sector privado o que por su naturaleza, como es el caso de bienes públicos, son indivisibles. Al tomar en cuenta este postulado se reducen los déficits fiscales originados por las empresas públicas y se elimina el endeudamiento y/o emisión de dinero para financiarlos, reduciendo de esta manera las altas tasas inflacionarias y mejorando la distribución de los ingresos.

En resumidas cuentas, los casos en los cuales la Economía Social de Mercado admite la participación estatal activa son:

-La existencia de una situación monopólica originada por empresas públicas o privadas.

-La producción de bienes públicos, por ejemplo, salud, educación y defensa.

-Las transferencias a quienes no pueden obtener un ingreso adecuado a través del mercado (minusválidos, ancianos, familias numerosas, estudiantes) a través de sistemas de compensación social.

-La implantación de seguros sociales (salud, desempleo, jubilación) para suplir la falta de previsión de los particulares.

Salvo a estas excepciones, el Estado se reserva para sí un rol subsidiario. Tratando de dejar actuar libremente, en la mayor medida posible, a los sujetos económicos. Producir salsa de tomate, definitivamente no.

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