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lunes, 14 de noviembre de 2011

Los Roques

Elías Toro
Domingo, 13 de noviembre de 2011

Analitica.com



¿Por qué, si Dinamarca puede producir la mitad de la energía que consumen sus cinco millones de habitantes con generadores eólicos, Venezuela no puede hacerlo para un número de personas que en los momentos de mayor afluencia turística no pasa seguramente de 10.000 almas? Hemos oído que a esta iniciativa de los molinos se han opuesto voces que invocan el peligro de ella para las aves, argumento sencillamente hipócrita.
El martes pasado nos enteramos por los noticieros de televisión que los vecinos del archipiélago de Los Roques tenían días sin luz porque la planta eléctrica había sufrido un desperfecto y esperaba ­y tal vez espera todavía hoy­ por ser cambiada o reparada. Ello no tiene nada de raro; en la misma situación está prácticamente todo el país, salvo Caracas, donde el gobierno logra a duras penas mantener el suministro de electricidad sin muchas interrupciones por razones estrictamente políticas.

Luce extraño, por decir lo menos, que a estas alturas la energía eléctrica necesaria para dar soporte a la importante actividad turística acogida en la belleza natural del archipiélago, declarado Parque Nacional hace ya muchos años y tal vez único en el mundo, sea todavía generada con una planta termoeléctrica cuyo (mal) funcionamiento depende del combustible acarreado vía marítima desde La Guaira; y que el santuario de fauna avícola y marina que es, siga siendo contaminado irresponsablemente con las emisiones de CO2 que dicha planta produce, resultado de la indolencia o irresponsabilidad de un gobierno que gasta a manos llenas en cualesquiera otras pendejadas.

Basta consultar las páginas especializadas de Internet, para enterarse de que en ese privilegiado sitio natural soplan fuertes y constantes vientos ­los alisios ­ capaces de mover generadores eólicos para dar energía segura, limpia e ininterrumpida a una población que podría ser aún mucho más numerosa que la que actualmente se concentra fundamentalmente en el Gran Roque, afloración ígnea o metamórfica con una elevación de más o menos ciento veinte metros, alrededor de la cual se ha desarrollado el arrecife coralífero que constituye el archipiélago propiamente dicho.

¿Por qué, si Dinamarca puede producir la mitad de la energía que consumen sus cinco millones de habitantes con generadores eólicos plantados casi todos en el Mar del Norte, Venezuela no puede hacerlo para un número de personas que en los momentos de mayor afluencia turística no pasa seguramente de 10000 almas? Hemos oído decir que a la instalación de los molinos se han opuesto voces que invocan el peligro que ellos representan para las aves, argumento que resulta sencillamente hipócrita si advertimos que esas mismas voces no se oyen ante la suerte de miles de aves muertas diariamente al golpearse con los ventanales de los millones de edificios levantados en las miles de ciudades de todo el mundo.

O de aquellas especies que sucumben por efecto del cambio climático resultante de la acumulación de gases de invernadero producidos por la combustión de, entre otras tantas máquinas, las plantas termoeléctricas como la del Gran Roque, que sí son toleradas e incluso recomendadas sin siquiera pestañear.

Por lo demás, y para quienes tuvieran una sincera preocupación por el asunto, conviene recordar que el rico y extenso mercado global de generadores eólicos ofrece no sólo los molinos propiamente dichos sino dispositivos de protección para las aves suficientemente probados para reducir el riesgo de colisiones a mínimos despreciables.

Una instalación de tres megavatios (ver montaje fotográfico), seguramente suficiente para satisfacer sobradamente la demanda del Gran Roque y alrededores, incluida la alimentación de la planta desalinizadora que suministra el agua dulce que la isla no tiene, puede conseguirse por Internet de empresas como Vestas, la pionera danesa en la materia, o de cualquier otra, a costos que no superan el millón de dólares por mega.

Yo recomendaría, sin embargo, a los vecinos establecidos permanentemente, cuya población está constituida básicamente por los pescadores oriundos o margariteños y los dueños y personal de servicio de la treintena de posadas que allí hacen vida, dejarse de pendejadas y hacerse justicia por sus propias manos, montando módulos fotovoltaicos o generadores eólicos domésticos en los techos de sus casas y negocios para resolver definitivamente, sin intermediación "oficial", al menos los problemas privados.
Así quedaría sólo bajo responsabilidad de la llamada autoridad insular el alumbrado público, si lo hubiera, y la satisfacción de la demanda de las instalaciones colectivas, como el hospital ambulatorio, la escuela y otras oficinas.

La experiencia de los yates y veleros privados que de todo el mundo llevan turistas al archipiélago puede ser en materia de generación de energía solar y eólica una utilísima referencia a la hora de escoger los mejores sistemas para resolver el problema de manera autónoma y hacer realidad una descentralización política que buena falta le hace no sólo a Los Roques, sino a todo el país.

Sería admirable que un puñado de gente separada del cuerpo territorial de la nación por ciento setenta kilómetros de aguas del Caribe, asumiera el liderazgo y diera la pauta en una tarea política absolutamente prioritaria como es la superación de la castradora dependencia del petróleo, que tal como van las cosas compromete de manera crítica el futuro de nuestra democracia.

Publicado por: http://www.analitica.com/va/sociedad/articulos/7810627.asp

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