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sábado, 25 de mayo de 2013

El cisne negro del postchavismo


Por Vladimiro Mujica , 23/05/2013

En el genial cuento de Borges El jardín de los senderos que se bifurcan, múltiples realidades se entrecruzan e intersectan en un universo de tiempos múltiples. Estas realidades son, con frecuencia, contradictorias entre ellas, y queda abierta la interrogante sobre cuál de ellas, y bajo qué circunstancias, sobrevivirá. Uno podría aventurarse a especular que la idea borgiana está en el fondo emparentada con un concepto que se ha hecho muy popular en muchas ramas del conocimiento: el cisne negro.

De acuerdo al padre del concepto, Nassim Nicholas Taleb, un cisne negro es un evento altamente improbable que reúne tres características principales: es impredecible; tiene un impacto masivo; y, después de que ocurre se le atribuye un origen y una explicación que lo hace aparecer menos azaroso, y más predecible, de lo que fue. Los cisnes negros aparecen con frecuencia en escenarios desordenados o caóticos que son intrínsecamente impredecibles. Creo que la situación venezolana cae claramente bajo esta clasificación y el reciente audio revelado por diputados de la oposición y atribuido al conductor de La Hojilla, Mario Silva, y a un prominente miembro del G2 cubano, es un cisne negro.

La existencia de las corrosivas corrientes internas dentro del chavismo era un secreto a voces, lo mismo que las grandes corruptelas que navegaban a vela desplegada al amparo del poder total acumulado durante más de una década de gobierno del extinto comandante Chávez. Lo que hace de las conversaciones del dúo Silva-Palacios un evento improbable es la característica del personaje que actúa como emisario de la pugna interna. No olvidemos que fue el propio Chávez quien con frecuencia usó a Silva y a La Hojilla como sus canales predilectos para la destrucción pública de sus enemigos: internos o externos. En ausencia de una mejor explicación, yo tiendo a inclinarme por la hipótesis de que fue el propio Silva quién filtró el contenido de la grabación como una especie de póliza de seguro de vida contra futuras contingencias y acciones en su contra. Aunque esto en verdad puede no ser tan relevante como parece.

La segunda característica de un cisne negro, el impacto masivo, está fuera de toda duda.

Tomará un buen tiempo antes de que se pueda evaluar en profundidad hasta donde alcanzará el efecto de las fuerzas desatadas por sus confesiones, pero lo que acaba de hacer Silva es comparable a las revelaciones de Vladimiro Montesinos sobre la corrupción del régimen de Fujimori en Perú. Está por supuesto la peregrina idea adelantada por Silva mismo en su despedida de La Hojilla, sobre que la grabación fue construida con trozos de audio grabados por el Mossad israelí, pero existen demasiados indicios sobre la veracidad de la conversación, lo cual por supuesto es un elemento determinante sobre el impacto de las mismas.

La última huella digital de un cisne negro está relacionada con la explicación que se la da a posteriori. Las mismas van desde trivializar el hecho señalando que todo el mundo sabía lo que Silva afirma y que por tanto no hay ninguna novedad, hasta descartarlo como una maniobra de desinformación, una especie de tarea póstuma de La Hojilla y su conductor, para hacer que los venezolanos nos olvidemos de la penuria económica y social que castiga al país agravada por las reservas de la ciudadanía sobre la legitimidad del gobierno de Maduro. Por cierto que en este punto, Silva adelanta la especie de que sí hubo fraude, pero que esté fue cometido contra el chavismo al cual se le birlaron los 700.000 votos que se le atribuyen al descontento en las filas de la revolución. La explicación para ello sería que las fuerzas controladas por Diosdado Cabello fabricaron el escenario de un empate virtual para complicar la situación del gobierno de Maduro y abrir la puerta para que en un escenario de descontento social que amenazara a la revolución Cabello se pudiera erigir como su salvador. Como todo está bajo sospecha de juego doble, yo me inclino a pensar que Silva trata de disminuir la importancia de la pérdida del voto chavista, algo que sabe cierto y duro, y al mismo tiempo adelanta sus sospechas sobre la ulteriores intenciones de Cabello, algo que también sabe con certeza.

El tratamiento que la oposición le ha dado al cisne negro de Silva ha sido hasta ahora muy inteligente. Revelarlo pero sin ánimos de celebración sino exigiendo que se abra una investigación para establecer la veracidad de las gravísimas acusaciones que se hacen contra connotados miembros de la oligarquía chavista. Pero independientemente de eventuales acciones judiciales que probablemente nunca ocurrirán, está el costo político que las revelaciones de Silva tendrán, no solamente por lo que dice de Cabello y su círculo sino por la situación de debilidad en la que describe a Maduro.

Finalmente, y quizás más importante para el futuro, las revelaciones de Silva pueden tener un efecto inesperado: que termine de surgir del chavismo un sector que hasta ahora ha sido ferozmente acallado y que representa a la gente no corrupta, comprometida con la idea de un cambio, que creyó en Chávez como fuerza de transformación y que puede jugar un papel muy importante en la construcción de la Venezuela posible. En este momento esa gente debe sentirse presa de una combinación de asco, impotencia e indignación al encontrarse atrapada y sin salida entre las dos mafias de poder retratadas en las conversaciones de Silva con su contacto del G2. Si eso ocurre, el cisne negro habrá conducido a una nueva realidad en el mejor espíritu borgiano: una donde se abra una puerta inesperada de reconciliación y reactivación de las soluciones políticas en una crisis que cada vez se torna más inmanejable



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