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lunes, 22 de abril de 2019

La calidad de la democracia por @polis360



Por Piero Trepiccione


La democracia siempre ha sido un anhelo de las sociedades. En el imaginario colectivo, la noción de democracia está asociada a derechos humanos, poder de decisión, estado de derecho, estado de bienestar y desarrollo personal y familiar entre muchos otros aspectos. No ha sido fácil establecer y consolidar sistemas políticos soportados sobre el poder de la ciudadanía a lo largo de la historia.

Todo lo contrario, luchar contra personalismos y regímenes tiránicos ha marcado pauta en la historia de la humanidad. Desde siempre, la concepción del poder ha estado asociada o bien a un individuo en particular o bien a grupos que lo detentan y lo usan para fines particulares. Ha sido y es una batalla incesante, una dialéctica que produce nuevas tesis constantemente, muchas veces, para mejorar y otras, para retroceder o empeorar el sentido filosófico de lo que debe ser una verdadera República.

Hoy en día, muchos estados organizados sobre la base del concepto de la democracia, lucen extremadamente debilitados en su funcionamiento y en la ejecución de políticas públicas con sentido aglutinante. El narcotráfico, los grupos corporativos, personalismos exacerbados, entre otros factores asociados al interés real por el poder, usan las plataformas electorales con influencia estratégica para controlar la autoridad y hacerse de beneficios particulares para la consolidación de sus propios intereses.

Esta conducta, obviamente, desarticula el interés general y crea un enorme caos en las sociedades que se ven afectadas seriamente por el fenómeno de la corrupción y la utilización del Estado para fines privados. En consecuencia, la calidad de la democracia pareciera ir en retroceso en muchas regiones del mundo afectando severamente la convivencia ciudadana no solo al interior de los propios Estados sino en la interacción entre éstos.

Estamos en la obligación de estar muy atentos a la construcción de narrativas asociadas a labúsqueda del poder y su sostenimiento. En no pocas oportunidades se usa al “pueblo” como centro de atención para el enamoramiento hacia el líder que al final solo está comprometido consigo mismo o con grupos minúsculos.


Sobre este particular, hemos visto la reaparición del denominado hiperliderazgo, que concentra el carisma y el apoyo popular sobre un individuo que termina debilitando el sistema de pesos y contrapesos que es un elemento clave para la consolidación de la calidad de la democracia. Las sociedades que se dejan obnubilar por discursos muy bien elaborados terminan cediendo espacios de control muy necesarios para preservar la representatividad y la participación abierta.

Democracia en deterioro creciente

El mayor de los desafíos para la humanidad está abierto. El cambio climático, las migraciones, la proliferación del narcotráfico, las teocracias, las desigualdades sociales, la pobreza, el hambre, entre muchos fenómenos que afectan a la humanidad actualmente, tienen su origen en el deterioro creciente de la calidad de la democracia. No es algo aislado y por ello requiere nuestra atención permanente y atenta. Venezuela, México, Honduras, Nicaragua y Cuba son ejemplos muy claros de las consecuencias que se pueden generar cuando se debilita la institucionalidad democrática y el personalismo se consolida.

Eso, si solo miramos este lado del hemisferio, pero cuantos ejemplos más si recorriéramos el planeta de cabo a rabo. Parece contradictorio lo que vivimos actualmente en pleno siglo veintiuno cuando las ciencias y las artes han hecho eclosión sin precedentes en la historia de la humanidad; sin embargo, retrocedemos a pasos agigantados en conquistas democráticas que costaron enormes gotas de “sangre, sudor y lágrimas” especialmente, durante los últimos siglos.

Es necesario llamar la atención global a este problema que es desencadenante de muchos otros de mayor envergadura. Sin democracias sólidas y consolidadas con sociedades políticas formadas que permanentemente vigilen el funcionamiento de sus sistemas políticos, difícilmente podremos superar el estadio actual de regímenes personalistas y excluyentes. Los individuos debemos tener formación política. Debemos tener claro que la democracia si no se cuida y se reinventa permanentemente puede deteriorarse y resquebrajarse con consecuencias terribles. Los errores no se pueden seguir repitiendo. Hay que reactivar la dialéctica constructiva.

21-04-19




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