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domingo, 21 de abril de 2019

Un cabildo 209 años después por @prodavinci



Por Helena Carpio


Tres hombres cruzan la Calle Páez hacia la Plaza Bolívar de Chacao. Es 19 de abril, Viernes Santo. Son las 10:00 de la mañana y la gente se concentra cerca de la iglesia y los comercios. Hay cola en el abasto de verduras. Los tres hombres bordean la acera empedrada conversando.

—No puedes volver a votar por Maduro.

—Dices que estás harto y votaste por ese señor.

—Hay que sincerarse. Esto no va a cambiar con esa gente.

Los hombres entran en la plaza. La concentración espera el inicio del Cabildo Abierto convocado por Juan Guaidó, para conmemorar el 19 de abril de 1810, el primer acto formal del proceso de independencia de Venezuela. Guaidó organiza cabildos abiertos desde la juramentación de Nicolás Maduro el 10 de enero ante el Tribunal Supremo de Justicia.

Poco a poco se llenan los asientos, aceras, escalones. Ricardo “El Negro” Gill decide no pararse del suyo para no perderlo. Esa mañana caminó desde su casa en la urbanización El Bosque hasta la Plaza Bolívar de Chacao. Tiene 80 años y es agricultor. Siembra rúcula en San Pedro de los Altos, en el estado Miranda. La semana anterior había revisado el calendario y vio que el 19 de abril caía Viernes Santo. El 19 de abril es un hito histórico así que la oposición seguro hará algún acto, pensó. Entonces se quedó en Caracas.

El 19 de abril de 1810 el Cabildo de Caracas convocó una reunión extraordinaria en la Plaza Bolívar para crear una Junta Suprema que defendiera los derechos de Fernando VII, rey de España, frente a la ocupación de Napoleón Bonaparte. La intención del Capitán General de Venezuela, Vicente Emparan, era conseguir el apoyo de los civiles venezolanos. Pero el Cabildo de Caracas no aceptó la creación de la Junta bajo su liderazgo y cuestionó su autoridad.  

El primer Cabildo de 2019 fue frente a la sede de las Naciones Unidas en Caracas y allí la oposición desconoció a Maduro como presidente legítimo. El 23 de enero Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, se juramentó como presidente encargado utilizando el artículo 233, 333 y 350 de la Constitución. Hasta el 19 de febrero, cincuenta y dos países lo reconocían como presidente encargado de Venezuela.


                                      La concentración espera a Guaidó. Fotografía de Andrés Kerese

Sobre las 11:15, anuncian que Guaidó está cerca. La plaza está llena. Las calles que la rodean también. “Guaidó, Guaidó, Guaidó” canta una mujer a la derecha de la tarima. Pronto se escucha en toda la plaza. Todos aplauden.

Una joven con alas doradas que nacen de su espalda sostiene un cartel con la cara de José Gregorio Hernández. Un conglomerado de artistas conmemora los 100 años de su muerte con una obra de teatro en la esquina este de la plaza. La concentración forma un círculo alrededor de los actores. Un hombre vestido de José Gregorio canta acompañado por un trompetista. En la tarima hacen pruebas de sonido.

Dentro de la iglesia de Chacao, una pareja vestida de blanco camina hacia el altar. Ella cubre su espalda con una bandera. Ambos se quitan las gorras tricolor en señal de respeto. Es Viernes Santo y no hay misa, pero los devotos cantan y rezan frente a un altar con un gran mapa de Venezuela hecho de anime. Hay un pequeño orificio entre Guárico, Apure y Bolívar, con una vela en el medio. Los llanos alumbran el mapa. La virgen de La Dolorosa y La Verónica están rodeadas de flores y a Jesús en la cruz lo cubre un manto morado. Una señora recita salmos y pide por los migrantes, para que puedan adaptarse a países nuevos, para que los traten bien lejos de su tierra. La pareja se agarra de las manos. Él la ve a ella. Ella lo abraza. No sueltan las gorras.

Diputados y líderes políticos se sientan en la tarima. Hay más de cuarenta sillas organizadas en tres filas. Todas se llenan. “Debería haber más mujeres en el presidio”, le susurra un hombre a otro. “Sí, la equidad es importante”, le responde. En las primeras dos filas hay solo cuatro mujeres.

“Hace 209 años se oyó un claro grito de independencia en Venezuela” comienza Guaidó. “Casualmente en ese momento, ciudadanos gritaron o preguntaron si querían mando (…) Creo que el grito de hoy en Venezuela es claro, más claro que nunca: cese de la usurpación definitivamente”. “Cero diálogo”, agrega una señora.

Guaidó habla de Zulia, de su gira por el occidente del país y de la falta de electricidad. “Da tristeza”, grita alguien en el público. Habla de la ciudad de Punto Fijo. “También les cortaron la luz” grita otro. Habla de las empresas que han quebrado por las fallas eléctricas. “No les importa nadie sino ellos”, se escucha al fondo. “A eso que pasa en Venezuela ya no se le puede llamar mando. (…) Cuando el régimen perdió el control total del país, de los servicios básicos”, explica Guaidó.

En 1810, Vicente Emparan, máximo representante del gobierno español en Venezuela, se asomó por la ventana del Ayuntamiento. Después de un discurso, le preguntó a la concentración si quería que él siguiera al mando. El sacerdote José Cortés de Madariaga, parado detrás de Emparan, alentó a la gente a que dijera que no. Entonces Emparan respondió: “Pues yo tampoco quiero mando” y renunció a su cargo.

“Ya estamos claros que esta gente, a diferencia de lo que sucedió hace 209 años, no va a ceder el poder”, continúa Guaidó. Por eso organizarse es importante, explica. La Operación Libertad tiene más de 3.100 “comités de ayuda y libertad”, pero dice que no son suficientes. El 27 de abril se juramentarán más. Tienen que haber comités en cada esquina del país, dice.

La renuncia de Emparan abrió paso a la formación de la Junta Suprema de Caracas para defender los derechos de Fernando VII. También consolidó a los cabildos abiertos como instancia extraordinarias para la consulta popular. La nueva Junta fue presidida por los dos alcaldes del Cabildo Municipal y se crearon nuevas Junta en otras provincias de Venezuela, replicando la de Caracas.

                                                                   Fotografía de Andrés Kerese.

En Chacao la multitud interrumpe a Guaidó al grito de “¡Miraflores!”. Debemos activar la siguiente fase de la Operación Libertad, dice. Se escucha “Miraflores” a cuatro voces. La gente se impacienta. “El primero de mayo entonces…”. “¡Miraflores!”, “¡A la calle!”, “¡vamos a buscar tu oficina!”, grita la gente. Guaidó convoca a una marcha sin especificar el destino final. Los puntos de salida serán los comités. La concentración lo apoya. Reina Siondez y una amiga aplauden con fuerza. Reina trabaja en la Alcaldía de Caracas y marcha a favor de la oposición desde 2002.  

El primero de mayo tratarán de reprimir, anticipa Guaidó. Reina y su amiga conversan.

—Ya no es un tema de Fuerzas Armadas. Ya ni existen.

—Es que cuando quieren reprimirnos mandan a los colectivos.

Guaidó los describe como paramilitares armados. “Y si eso es lo que le queda al régimen, pobre régimen”, la concentración grita en apoyo. Reina y su amiga se ven a la cara y no aplauden.  

El discurso de Guaidó cierra con un fragmento del guatemalteco Miguel Ángel Asturias, Premio Nobel de Literatura de 1967: “Sólo el pueblo hace libre a los hombres, proclamamos guerra a muerte y sin perdón a los tiranos”.

Un año después del Cabildo de Caracas de 1810, el 2 de marzo, el primer Congreso de Venezuela sustituyó a la Junta Suprema de Caracas. El 5 de julio de ese mismo año, el Congreso declaró la Independencia de Venezuela.

Ricardo Gill no se para de su asiento durante el discurso. Espera que se vacíe la plaza. No tiene apuro. Además, se siente optimista. La gente sigue motivada y nunca había estado tan cerca de vivir el cambio de gobierno, piensa. Cree que los políticos están dando una respuesta bajo las peores condiciones y que el riesgo que corren es alto. “Si yo creo que lo hago mejor que ellos, entonces ¿por qué no lo hago yo?”, dice.

Ricardo formó un comité de ayuda con su compadre en San Pedro de Los Altos. Concluyeron que si no se organizaban, los chavistas ocuparían más espacios. Ahora hay 25 personas dentro del comité y se reúnen frecuentemente. “He descubierto muchas cualidades de mis vecinos que no conocía y los conozco de siempre”.

En San Pedro aprovechan el comité para hacer “cayapas”. En la agricultura, las “cayapas” consisten en ayudar al otro a cosechar o a sembrar. “Cuando el otro está cultivando, tú vas y lo ayudas. Cuando tú siembras, ellos te ayudan a ti. Entonces decimos: “Vamos a poner una cayapa en donde Juan o en donde Pedro y todo el mundo va”. Para Ricardo, la mejor parte es el final: se sirven ron, cerveza o aguardiente y celebran.

Se vacía la Plaza Bolívar y Gustavo Molina, un amigo de Ricardo, se acerca. Se dan la mano y Gustavo se sienta. Se conocen desde los ochenta. Han trabajado juntos en organizaciones sociales: “Los negros de Caracas”, “Líderes de Caracas” y “Caracas mía”. Ninguno de los dos es militante político. Gustavo vive y trabaja en El Valle.    

—Yo tengo una pasión: ver a nuestras generaciones formadas. Quiero verlas organizadas, educadas. Somos muchos los que tenemos años en eso.

—Desde los setenta o antes —dice Ricardo.

—Por esa pasión es que llegó Guaidó. Guaidó somos nosotros. Se le puso un nombre, pero ese es el espíritu de los jóvenes del pasado que hoy estamos presentes con más edad. Tenemos años trabajando para que esto pase.

20-04-19




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