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sábado, 8 de mayo de 2021

La migración venezolana: un desplazamiento que no cesa, se transforma, por @IvanEReyes


Iván E. Reyes 07 de mayo de 2021

@IvanEReyes

Este especial de Distintas Latitudes pone la lupa sobre la migración en la región, los motivos, los destinos, las posibilidades y las imposibilidades. Cuenta cómo la xenofobia nos separa, pero también como la solidaridad promueve la adaptación, la recepción. Expone los obstáculos, pero también cómo nos sobreponemos, cómo nos ayudamos. Es una mirada a los dos últimos años de migraciones en nuestro continente, dos años de los miles que tenemos desplazándonos por el mundo.

La pandemia ha supuesto una dificultad más a la ya complicada travesía migratoria que los venezolanos y las venezolanas emprendieron en 2015. El cierre generalizado de fronteras en toda América Latina y los cambios repentinos en las políticas migratorias de los Estados vecinos han limitado sus posibilidades de entrada a otros países.  Sin embargo, ellos no han hecho que el desplazamiento se detenga. 


“Tenía que salir de Venezuela, con pandemia o sin pandemia”, sentencia Pausides López desde Calama, una región minera al norte de Chile. Con 59 años a sus espaldas, este profesor universitario de Letras, ya jubilado, emprendió un largo camino por tierra desde la llanura venezolana de Barinas hasta Bogotá, la capital de Colombia, para, una vez allí atravesar media Sudamérica y llegar a su destino: Chile. 

Durante casi una semana, Pausides viajó en autobús y taxi por carretera y caminos de tierra. Atravesó trochas, saltó alambradas y rodó por ríos secos. Pagó coimas a policías para que le permitieran cruzar la frontera de Ecuador a Perú. Se subió a carros de desconocidos procurando no hacer preguntas y, con su maleta a cuestas, cruzó en menos de tres horas el trecho de desierto que separa a Tacna, en Perú, de Arica, en Chile.

Pausides llegó a Calama a mediados de diciembre de 2020, pero la decisión de migrar la tomó unos meses antes, cuando, después de varios meses de cuarentena impuesta por el gobierno venezolano, pudo visitar a su madre de 85 años en Duaca, su ciudad natal. Allí vio todas las dificultades que pasaban ella y sus hermanos para alimentarse. 

Su plan original era muy diferente del que terminó siguiendo. “Cuando salí de Venezuela agarré la maleta, porque yo lo que pensaba era tomar un avión con mi visa democrática y llegar legalmente a Chile como una persona que migra de manera normal, no estar brincando de un país a otro”, subraya.

La pandemia de covid-19 supuso una dificultad más a la ya complicada travesía migratoria que emprendieron los venezolanos masivamente en 2015 y que no ha cesado desde entonces. Además del cierre generalizado de fronteras en toda América Latina, migrantes como Pausides se encontraron en 2020 con cambios repentinos en las políticas de los Estados vecinos, que limitaron las posibilidades de entrada a la población proveniente de Venezuela. 

Tal fue el caso de Chile, que pese a reabrir sus fronteras aéreas para extranjeros, decidió suspender en noviembre pasado la tramitación de visas de responsabilidad democrática (VRD) para personas provenientes de Venezuela. 

Estas limitantes han frenado el flujo de los migrantes venezolanos, un flujo “basado en la sobrevivencia”, como señala el experto en migración y visiting fellow del Instituto de Políticas Migratorias (MPI), Diego Chaves-González. 

Sin embargo, ni la pandemia ni los obstáculos puestos por los países vecinos han podido detener del todo el curso de quienes, como Pausides, están determinados a llegar a sus destinos aún en medio de las condiciones más adversas.

Cuarentenas y retornos: sobrevivir en medio de la pandemia

El inédito cierre de fronteras para frenar el avance de la covid-19 afectó la movilidad de los migrantes en toda América Latina, pero también desencadenó un fenómeno nuevo: el retorno de muchos de ellos a sus países de origen, en este caso hacia Venezuela. 

Según Juan Pablo Terminiello, oficial legal principal para las Américas de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), entre marzo y octubre de 2020 “se verificó un movimiento de retorno de venezolanos” de aproximadamente 150 mil personas, sobre todo desde Colombia, país que hasta el momento ha acogido a más migrantes de esa nacionalidad.

Según datos publicados por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia, en febrero de 2020 residían allí 1 millón 825 mil 687 venezolanos. Sin embargo, en septiembre, cuando el virus ya se había diseminado por la región, el número descendió a 1 millón 715 mil 831 (casi 110 mil menos), para una caída de casi el 3%  en comparación con 2019. 

Otros países de América Latina también registraron descensos en sus poblaciones venezolanas durante 2020, aunque en menor proporción que Colombia. En Costa Rica, por ejemplo, esta disminuyó un 2% con respecto a 2019. En Brasil y Panamá, según datos de la plataforma R4V de ACNUR y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la reducción fue de 1% durante el mismo período. 

Pese a tratarse de porcentajes relativamente bajos, para Terminiello estos descensos pueden estar asociados a “las dificultades que la covid-19 supuso para los migrantes y refugiados venezolanos en sus países de destino”. 

Dichas dificultades no fueron ajenas para Oriana Escalona y su esposo. Ambos emigraron a Colombia en 2018, luego de que ella quedara embarazada. Ahora viven en Medellín junto a su bebé. Según ella, la pandemia llegó a dificultar todo justo cuando empezaban a tener cierta estabilidad. “Mi esposo perdió el trabajo y yo no podía [hacer nada] porque nuestra bebé estaba pequeña y no teníamos con quien dejarla”, cuenta.

Como bien señala Chaves-González, las cuarentenas rígidas que se impusieron en buena parte de América Latina provocaron que “muchos migrantes perdieran sus fuentes y sustentos de vida”, sobre todo los que dependían del trabajo informal. Esto afectó particularmente a los venezolanos, como el esposo de Oriana, quien conducía un Uber. 

“Más del 80% de ellos se desempeñaban en el mercado irregular de trabajo, en trabajos eventuales o en venta ambulante, actividades que se vieron ampliamente impactadas por las restricciones”, añade Terminiello.

Aunque dicha situación provocó un flujo de retorno hacia Venezuela, los bajos porcentajes vistos antes dicen que este movimiento no se dio a gran escala y que, en cambio, la tendencia general fue de resistir y esperar. Como la de Oriana, muchas familias venezolanas decidieron quedarse en los países que los acogieron a pesar de las dificultades. 

“Nuestro plan es quedarnos aquí en Colombia”, afirma Oriana, quien recientemente consiguió un contrato de trabajo indefinido con seguro y todas las prestaciones sociales incluidas. Su esposo, mientras tanto, logró emplearse en una tienda. “Nos sentimos muy bien y poco a poco estamos intentando lograr una estabilidad”.

Refugio y redes de apoyo

Aunque los índices de migración se han visto frenados por la pandemia en el último año,  en casi todos los países de América Latina, España y Estados Unidos la población venezolana aumentó en 2020 en relación al año anterior. Esta creció significativamente en México (+45%), España (+37%), Paraguay (+29%) y, sobre todo, en Bolivia, que pasó de registrar unas 5 mil personas procedentes de Venezuela en 2019 a casi 10 mil en 2020. 

En realidad es difícil atribuir a una sola causa el aumento de la población venezolana en estos países. En cambio, Juan Pablo Terminiello sostiene que debemos tomar en cuenta la multicausalidad de factores regionales.

Por ejemplo: aunque México y Bolivia son dos de los pocos destinos hacia los cuales el gobierno de Nicolás Maduro autorizó viajes en avión al comienzo de la pandemia, no se puede asegurar que esto esté directamente relacionado con el crecimiento de la población venezolana allí durante 2020. 

En Paraguay, en cambio, este incremento sí puede estar relacionado con el alto porcentaje de solicitudes de asilo que resultan favorables para las personas de Venezuela: casi un 51%, aunque esa proporción representa apenas una cifra total de 752 personas. 

Un caso similar es el de España. Allí, desde 2019, el Estado concede  una residencia de un año por razones humanitarias a los solicitantes venezolanos de asilo. Gracias a esta medida, desde entonces un total de 84 mil 625 personas procedentes de la nación suramericana han encontrado protección y refugio en el país ibérico.

No obstante, Terminiello insiste en que el asilo no es la única causa que ha propiciado el crecimiento de esta población fuera de sus fronteras. Tanto él como Chaves-Gonzáles consideran que en el caso de España (cuya comunidad venezolana ascendía a 189 mil 110 personas en 2020), también inciden otros factores, como la presencia de “redes de contención familiares o comunitarias”. 

Ese fue el caso de Santiago Ortiz, quien con 19 años decidió emigrar a Cataluña para cursar una carrera universitaria. “Visto el panorama de la educación en Venezuela, no me dieron muchas ganas de hacer una carrera allá”, dice Ortiz, quien tuvo la suerte de contar no solo con los recursos económicos para hacerlo, sino también con el apoyo de su familia materna, que reside en ese país desde hace casi 20 años.

Aún así, la cantidad total de migrantes venezolanos que llegan a México, Bolivia, Paraguay y España es mucho menor que la que se desplaza a los países geográficamente vecinos, más accesibles para aquellos a quienes se les dificulta costear un boleto aéreo hasta Europa o Norteamérica.

A frontera cerrada, camino de trochas

Según Juan Pablo Terminiello, hay tres países vecinos que concentran más del 60% de las llegadas de refugiados y migrantes venezolanos: Colombia, Perú y Ecuador. 

En el caso de Perú, la población venezolana  pasó de 862 mil personas en 2019 a 1 millón 43 mil 460 en 2020. Es decir, creció un 21% pese al cierre fronterizo impuesto en marzo de 2020 por la pandemia. 

Respecto a Ecuador, aunque las fronteras terrestres permanecen cerradas desde hace casi un año, la población venezolana  aumentó allí un 17% en 2020 respecto a 2019. 

Pese a ser considerables, los flujos hacia Perú y Ecuador siguen siendo mucho menores que el que se da en dirección a Colombia. Aunque en los primeros meses de 2020 la población venezolana disminuyó allí, a partir de octubre comenzó a mostrar un nuevo repunte. De tal manera que en diciembre ya había llegado a 1 millón 729 mil 537 personas, 14 mil más que en septiembre.

“A finales de 2020 y principios de 2021, lo que yo he encontrado es que cada vez se están viendo más cruces irregulares de Venezuela a Colombia”, explica Chaves-González. Subraya, no obstante, que es imposible saber si esa población se asienta allá o si termina  desplazándose luego a otros países vecinos, como Ecuador, Perú o incluso Chile. 

“Yo hubiese llegado a Chile por avión, con una visa de turista, pero la misma pandemia y el cierre de fronteras, con las restricciones de vuelos, lo hizo imposible”, recuerda Pausides, quien justamente pasó de manera ilegal por Colombia antes de seguir camino al sur. 

Como él, muchos otros se vieron obligados en 2020 a salir ilegalmente de Venezuela, algunos a través de puntos ciegos y otros de las llamadas “trochas”, como se conoce a los pasos irregulares de tierra o ríos secos que se han convertido en rutas alternas para quienes intentan burlar los controles fronterizos. 

No obstante, si bien es cierto que los flujos de migración irregular crecieron en 2020 conforme avanzaba la pandemia, Chaves-González explica que, en general, el cierre de fronteras disminuyó el incentivo de muchos para migrar, al menos en comparación con los volúmenes documentados en 2019. 

Ello concuerda con lo dicho por Terminiello, para quien los desplazamientos por pasos irregulares en 2020 fueron significativamente bajos en comparación con los registrados el año anterior. 

¿Qué esperar del 2021?

Parece evidente que una vez que los gobiernos de Latinoamérica reabran sus fronteras terrestres, nuevos migrantes venezolanos retomarán las travesías. Después de todo, la pandemia no solo ha retrasado su salida: también ha empeorado la calidad de vida en el país. “No sé si aumente, pero sí al menos recuperará las condiciones que tenía antes de la pandemia”, asegura Terminiello sobre este flujo. 

“Si las condiciones de precariedad en Venezuela van a seguir constantes, [y] si, además de eso, los hospitales, como dicen algunos estudios, tienen tantas deficiencias estructurales para una población de 20 o 25 millones de personas, esto puede generar nuevas oleadas migratorias”, añade Chaves-González. 

Lo que parece claro es que la migración venezolana, casi equiparable a la de Siria en su dimensión, ya no es una “crisis”, sino un movimiento migratorio estable desde 2015 que en 2020 se vio ligeramente frenado por el curso de la pandemia. Sin embargo, se espera que a partir de este año vuelva a reforzarse. 

Esto exigirá a los países latinoamericanos un esfuerzo no solo para permitir una migración segura a través de sus fronteras, sino también para “encontrar o buscar alternativas para la regularización de las poblaciones que ya se encuentran en sus territorios”. Como bien apunta Terminiello, más del 60% de los venezolanos desplazados en la región tenía estatus irregular antes de la pandemia. 

Mecanismos de regularización para venezolanos según los países receptores

País de tránsito/ destino de caravanas migrante

¿Permite ingresar con pasaporte vencido?

¿Requiere visa para ingresar?

Mecanismos de regularización

Colombia

Sí, hasta dos años de vencido

No

Permiso Especial de Permanencia (PEP)Permiso Especial de Permanencia para el Fomento de la Formalización (PEPFF)

Perú

Sí, hasta cinco años de vencido

Si

Carnet de permiso temporal de permanencia (CPP)

Chile

Sí. Los venezolanos podrán entrar, transitar y salir de Chile con pasaporte o cédula vencida

Si

Visa de ResponsabilidadVisas de residencia temporal

Ecuador

Sí, hasta cinco años de vencido

Si

Agilización de trámites de visa y plan integral de acción

Estados Unidos

Sí, hasta cinco años de vencido

Si

Salida Forzosa DiferidaAsilo regular

Brasil

Sí, hasta cinco años de vencido

No

Permiso de Residencia TemporalOperación Acogida

España*

No, solo para trámites internos

No

Residencia temporal por razones humanitarias para las personas que recibieron respuesta negativa a su solicitud de asilo

Argentina

Sí, hasta dos años de vencido

No

Programa de Asistencia a Migrantes Venezolanos, creado a través de la Disposición 520/2019 de la Dirección Nacional de Migraciones

Panamá

Sí, hasta tres años de vencido

Si

Pago de más de $1000 por un carnet para la Permanencia Definitiva

México

No hay información

No

No hay suficiente información

Costa Rica

Permite el ingreso de personas cuyos pasaportes tengan hasta un día de vigencia / Permite hacer trámites internos con pasaportes vencidos

No

Categoría Especial de Protección Temporal Complementaria. Permite residir y trabajar en Costa Rica en calidad de refugiado. Válido también para ciudadanos de Nicaragua y Cuba que no recibieron asilo

Trinidad y Tobago

No

Si

Permisos renovables de trabajoRegistros para regularizar migración legal e ilegalDeportaciones

Uruguay

No hay información

No

Residencia temporal para nacionales de países que integran el Mercosur

Bolivia

Sí, reconoce pasaportes vencidos desde 2018

No

Facilidades para regularizar el derecho a la identidad de migrantes menores de 18Permiso de residencia transitoriaExención de multa por ingreso ilegal al país

Paraguay

No

Residencia temporal renovable por períodos de un año

Algunos países ya dieron el primer paso en este sentido. A principios de febrero, el Gobierno de Colombia anunció la puesta en marcha de un Estatuto Temporal de Protección para Migrantes Venezolanos (ETPV) que les dará protección por un período de 10 años. Los principales beneficiarios serán aquellas personas que cuentan ahora mismo con un Permiso Especial de Permanencia (PEP) de dos años, como Oriana y su familia, aunque también los más de 966 mil 714 venezolanos que residen de forma irregular en el país hasta la fecha. 

Según Chaves-González, el objetivo de esta política es “desincentivar la migración irregular y crear mecanismos de atracción de nuevas oleadas de migración regular”. Sin embargo, la efectividad de la medida no será palpable hasta que Colombia reabra sus fronteras terrestres —principal vía de paso entre ambos países—, pues el estatuto se otorgará únicamente a quienes ingresen de forma regular en los próximos dos años. 

No obstante, para el resto de los Estados no ha sido tarea fácil  lograr el equilibrio necesario entre mantener la seguridad de sus fronteras y garantizar el derecho humano a migrar. Algunos, como Chile, han tenido que lidiar con una opinión pública cada vez más reacia a la llegada de migrantes. Una consecuencia de esto fue la reciente decisión del Gobierno de deportar a un centenar de venezolanos que habían entrado al país de forma irregular a principios de febrero, bajo la excusa de “ordenar el flujo migratorio” en sus fronteras. 

Pausides, quien reside en Chile de forma irregular a la espera de la resolución de su expediente, comenta que le preocupan estos discursos por parte de las autoridades chilenas. Aún así, no pierde la esperanza de quedarse en el país y volver a ejercer como profesor universitario. 

“Yo lo que sí te digo es que para Venezuela no me voy”, dice. “Si a mí me deportan, yo para Venezuela no me voy”. 

Tomado de: https://efectococuyo.com/venezuela-migrante/la-migracion-venezolana-un-desplazamiento-que-no-cesa-se-transforma/

  

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