Alfredo Infante sj 06 de enero de 2023
Magos
caminantes. Venidos de otras tierras y de otras religiones. Astrólogos atraídos
y guiados por la estrella.
Migrantes
hacia la plena humanidad, transparente, luminosa.
Magos
tan humanos como nosotros que se distrajeron, perdieron la atención, pensaron
en palacios y erraron la ruta.
Por momentos, confiaron en sus cálculos y descuidaron la estrella. Mientras platicaban con Herodes la estrella se oculto, pero nunca les abandonó. Aquel ambiente de intrigas y manipulación en el palacio de Herodes, hablaba de oscura codicia, no de salvación.
En el
firmamento la estrella esperaba pacientemente. En palacio, los Magos, Intuyeron
la mentira de Herodes y sus consejeros. Ahí, la atmósfera era espesa y
engañosa. Salieron convencidos de la maldad de Herodes y retomaron la ruta
hacia la vida.
La
estrella los guió a la periferia del mundo, y, ahí, al descampado, a cielo
abierto, en un pesebre, junto a los pobres de la tierra y la creación de
testigo, encontraron al niño, junto a María y José.
No
había palacios pero la vida resplandecía porque “Toda la tierra ante ti se
inclina, te canta y celebra tu Nombre” (Sal 66,4).
Y,
ofrendaron lo mejor de sus culturas, profetizando con aquel gesto, tal vez sin
saberlo, la verdad sobre aquel niño: oro reconociendo que el niño es rey del
universo; la mirra de la pasión y muerte, porque será rechazado y crucificado
por los poderes del mundo e incienso que se eleva al cielo, porque este niño
exaltará por el misterio de la resurrección nuestra humanidad, acogiéndonos en
su Corazón y elevándonos al padre, haciéndonos hijos y hermanos.
Y,
desde ese día, el niño es nuestra estrella y alumbra nuestros corazones.
Alfredo
Infante sj
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