Todos los venezolanos, a lo largo y ancho de la geografía nacional, están atentos a lo que sucederá el venidero 28 de julio en el país con los comicios presidenciales convocados. Dos fuerzas luchan, una por llegar a la butaca de Miraflores y la otra por mantenerse. En fin, dos corrientes que persiguen simplemente un acto de equilibrio entre la gente que quiere entrar y aquellos que no quieren salir, porque la ambición de poder es gigante.
Pero nadie se pregunta que va a pasar el día después si una de las fracciones pierde. ¿Cuál sería la reacción de la tolda políticas? ¿aceptara los resultados? Tal vez son interrogantes que en estos momentos no tienen respuestas inmediatas, pero quizás tenemos una posible imaginación del escenario.
Probablemente de acuerdo al veredicto final que emita CNE, especulo se armará como dicen en el argot popular «una sampablera» o tal vez no pasará nada, todo se mantendrá en la quietud, son cosas que no podemos predecir, pero tampoco son descabelladas pensarlas; es decir, están allí y tiene un nombre: probabilidad.
Porque en política como en religión hay devotos que manifiestan su devoción por su santo, de allí que en ese momento no hay hombres, hay ideas, no hay sentimientos, sino intereses, como decía mi padre: «En política no se mata a un hombre, sino se allana un obstáculo».
Entonces, si sabemos que estas pueden ser las posturas, con mayor razón debemos trabajar con voluntad para en vez de buscar con afán un presidente o un vengador que solo serviría para agudizar nuestra deteriorada convivencia social, deberíamos modelar unos cuantos Mandela en el país, que fomenten el reencuentro entre venezolanos, en vez de continuar descalificándonos, ultrajándonos, lastimándonos verbal y moralmente.
Los candidatos deben llamar a la reconciliación nacional, se debe orientar el discurso de alguna u otra manera, hacía la consolidación de estrategias viables que permitan la gobernabilidad para todos, con todos y no solo para un sector en específico. Es decir, propiciar un diálogo creíble que este por encima de los intereses particulares de los líderes, ajeno a líneas trazadas por conveniencias para salir del paso o tomar un atajo.
El país requiere de hombres desprovistos de odios, envidias y rencores para asumir su gerencia. No podemos continuar de forma indefinida viéndonos todos en el tema político como enemigos y no como adversarios. Basta de la ley del Talión: ojo por ojo, diente por diente. Al final de todo, lo único que han logrado estos actores políticos con tendencia radical es a sembrar el síndrome del rencor entre los conciudadanos.
Si consideramos que todos los que aspiran a la presidencia son demócratas, como ellos pregonan, entonces hagamos entender el valor del concepto democracia, pero no solo vociferando que significa vivir en libertad, sino que va mucho más allá, nos convoca a convivir con los demás, respetando las formas de pensar. Porque hay quienes en nombre de la libertad viven sin valores, en vulgar libre albedrío y a eso no le podemos denominar democracia, porque la democracia fomenta valores.
Entonces la tarea es revisar a Mandela, si quieren aprender a ser un buen líder, él es un buen ejemplo a seguir. Dejó para la posteridad un mensaje que estimula y forja: “Mientras salía de la puerta hacia la puerta que conduciría a la libertad, supo que, si no dejaba atrás su amargura y su odio, todavía estaría en prisión”. Aprendamos a mirar más detenidamente en el corazón humano, el nuestro y el de nuestros semejantes.
Sirva pues el ejemplo de Nelson Mandela para imitar de él su coraje, que no era ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él.
Entendamos que nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, su origen o su religión.
El llamado es a los dirigentes políticos para que sepan afrontar los errores con transparencia y hagan aflorar su integridad, coraje, además del encanto y poder de persuasión que necesitan para conquistar la unión nacional.
Luchemos de forma conjunta tal cual como lo hizo Mandela, contra quienes nos mantienen divididos como ciudadanos.
Necesitamos un líder que elija el perdón por encima del odio y construya puentes hacía el enemigo.
Cada uno de nosotros puede dar un paso hacia adelante y actuar para lograr lo que se tenga que lograr. Todos tenemos el deber de hacerlo.
Necesitamos uno, dos, muchos Mandela en Venezuela.
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