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jueves, 20 de mayo de 2010

Madres Chavistas enfrentan a Chavistas corruptos…


Por Radar de Los Barrios

Mujeres indignadas, oficialistas arrinconados y una oposición que se hace invisible más allá de las avenidas principales son los ingredientes de esta crónica a propósito del Día de la Madre, hecha desde las esperanzas y el dolor de la Catia profunda…

Es martes 4 de mayo, nueve de la mañana. Avanzando con morosa dificultad por la Av. Sucre se llega por fin a la Plaza Catia. Si se dobla a la izquierda se puede ir hacia Los Magallanes, Cuartel Urdaneta, El Amparo y más allá, hacia Boquerón, Coco Frío y la carretera Catia-El Junquito. Pero si se sigue derecho se entra a Gramoven, y se pasa por Federico Quiroz, Oropeza Castillo, Las Barandas, El Capitán, hasta llegar a El Mulatal. Más allá esta Nuevo Horizonte, donde 48 horas antes la banda del Yordi asesinó a un par de abuelitos, como advertencia para que uno de sus nietos no regresara al barrio.

EL CANDIDATO DE LA CARA DE PIEDRA

Esta es la Catia profunda, el Lejano Oeste caraqueño. En la mitad del trayecto, entre Gramovén y Nuevo Horizonte, esta el sector Casablanca. Es fácil llegar: por la única vía disponible se avanza derecho desde Gramoven hacia el oeste. Al llegar a la carpa de la Misión “Barrio Nuevo Tricolor”, ese es el sector “La Cubana”. Pasando La Cubana se esta ya en Casablanca.

Malvina Mendoza tiene allí más de 45 años. Allí levantó a sus hijos (“todos hombres de bien, varios profesionales”) y ahora cría a su nietecita. “Aquí siempre estuvimos abandonados, pero ahora estamos como condenados a muerte por olvido”. Janett Cardona, bastante más joven y madre de cuatro niños, nos cuenta una de las formas de esa condena: “Hace como tres años Bernal rompió la vía por Boquerón hacia Nueva Tacagua, y todo el tráfico de pasajeros y carga pesada se desvió por aquí. Eso terminó de destruir esta vialidad, que siempre estuvo mal pero ahora es el desastre completo. Las casas que están a los lados de la vía también sufren: La mía está llena de grietas y filtraciones. En el 2007 el gobierno nos dijo que nos iba a reubicar, porque estábamos en alto riesgo. Después nos dijeron que no había real, y no volvieron más nunca…”

ENTREVISTA CON ATRACO INCLUIDO

Mientras Janett desgrana sus recuerdos sobre lo que tiene que “agradecer” a Freddy Bernal (el entonces alcalde del municipio Libertador y hoy cara dura candidato a diputado por Catia) de repente estalla un griterío en la calle. Subimos corriendo las escaleras para encontrarnos a otra madre venezolana, la señora Gloria Restrepo, denunciando a viva voz que a menos de 20 metros un par de maleantes acababan de atracar una pequeña bodega: “No hay derecho. Vivimos acosados por fieras. Criaturas que uno vio nacer ahora crecieron y son nuestros azotes, nuestros asesinos. ¿Seguridad? ¿Cuál seguridad? Aquí lo único seguro es la muerte”. Mientras Gloria desahogaba su rabia (y, seguramente, su miedo) otra vecina, Yadira Angarita, intentaba detener a un agente motorizado de la Policía Metropolitana para que persiguiera a los dos malhechores que acababan de perpetrar el atraco. En nuestras narices, el “agente de la ley” aceleró y dejó a la vecina con la palabra en la boca.

Yadira nos enseña el meñique derecho, aun azulado por la tinta indeleble, señal que la identifica como votante en las elecciones internas que el PSUV realizó el domingo anterior: “Yo estoy con el Presidente, pero el también tiene que estar con nosotros. El tiene que hacer algo, porque aquí las calles están todas rotas, las casas están todas filtradas, el hampa nos esta matando, la policía lo que hace es salir corriendo, y los fulanos consejos comunales no sirven para nada, ¿me oyó? ¡Para nada! Esa gente solo está pendiente de distribuirse las ayudas entre ellos mismos y sus familiares y compinches, pero a la gente que de verdad lo necesita no les llega nada. ¡Sépanlo!”

"¿QUIERES UN SACO DE CEMENTO? ¡PONTE LA FRANELA ROJA!"

Un coro repitió y aplaudió las palabras de Yadira, y varias mujeres, madres y abuelas, fueron añadiendo sus propias historias. Zulay García cuenta que aunque su marido pertenece al Consejo Comunal (es el único que tiene moto, y por eso se encargó de las diligencias del registro y demás papeleo) “como no es de la rosca no le han dado nada, y nuestra casita sigue asi”, y nos muestra unas paredes a medio levantar, desnudas, sin techo, donde aun esta un pendón con la imagen de Jorge Rodríguez, a la que alguien le rompió los ojos. El relato de Mirla Salcedo es aun más estremecedor: “Tengo nueve hijos. El menor tiene tres años, el mayor 16, y ni por eso me aceptaron en la Misión Madres de Barrio. ¿Qué querían? ¿Qué tuviera 18? Mi marido es un hombre trabajador, pero gana salario mínimo. Yo ayudo atendiendo este paragüita donde alquilo teléfonos, pero es muy difícil. Vivo en una casa sin baños, tenemos que usar el baño de la casa de mi hermana. El techo de mi casa tiene tantos huecos que cuando llueve escampa primero afuera que adentro. Pero cuando fui a preguntar por los materiales de construcción que estaban repartiendo en La Cubana, en la carpa de Barrio Nuevo Tricolor, me dijeron que si quería materiales tenía que asistir a las reuniones esas de política que hacen allí, y pasármela en esa reunidera, y ponerme la franela no se qué cosa, y salir a marchar cuando me dijeran, y yo les dije que no puedo estar en eso.¡Yo soy madre de nueve hijos!”

Con una expresión de dulzura que décadas de maltrato no han podido borrar, nos atiende Rosalía Blanco. A ella tampoco le han dado materiales para reparar el techo de su casita, que compró con la liquidación que le dieron tras trabajar 27 años en la Maternidad Concepción Palacios. “A una no la toman en cuenta para nada, como una no es del grupito…”, nos dice esta compatriota que nació en Capaya, estado Miranda, hace 83 largos años. A estas alturas aparece una representante del Consejo Comunal, la señora Nelly Mijares, y amablemente explica porque no se ha podido atender los requerimientos de todas esas familias: “El asunto es por etapas. Los materiales que nos llegan son pocos, y no llega todo de un solo golpe. Entonces la comunidad se desespera y creen que uno no está haciendo nada. Pero si hacemos. Lo que pasa es que tenemos que dar prioridad a los casos especiales, a las personas discapacitadas”. Pero 30 metros más allá conocemos a una compatriota que sufre una discapacidad severa desde hace más de cuatro años, producto de un accidente cerebro vascular. Ciria Arrechedera de hecho casi no puede hablar y quien lo hace es su hija, Cirimar Navas: “Mi mamá está en este estado y es mentira, nadie la ha ayudado. Ni Consejo Comunal, ni Misión José Gregorio Hernández, ni nadie. Ella estando como esta tiene que trabajar en este negocito (una humildísima bodega). Nosotros no queremos pelear ni con gobierno ni con nadie. Lo que queremos es ayuda”.

¿Y LA OPOSICIÓN? ¿CUAL OPOSICIÓN…?

Nos despedimos de Casablanca y fue entonces cuando llego por fin un sujeto, vocero principal del Consejo Comunal, en una moto y luciendo una gorra con una estrella roja en la frente. Ni el cargo, ni la gorra ni la moto lo salvaron de la rabia de las mujeres de la comunidad. Intentaba defenderse, diciendo algo así como “es que ustedes no asisten a las reuniones”, mientras las señoras literalmente se lo comían vivo, acusándolo a él y a su grupo de incapaces y deshonestos.

Esta, de madres chavistas denunciando sin miedo sus problemas y enfrentando a burócratas chavistas por ineficientes y corruptos, es una historia frecuente en estos tiempos de despertar popular tras once años de falsas promesas y amor irrespetado. Pero también hay que decir que rara vez vemos a nadie de la oposición en medio de estas historias, canalizando la protesta y orientando el descontento. Evidentemente, no es el Gobierno el único que no ha hecho su tarea…

Publicado por:
Radar de Los Barrios

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