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martes, 17 de diciembre de 2013

Paisaje después de la batalla…electoral en Venezuela

Por CARLOS MALAMUD 11 de diciembre de 2013

De entre las elecciones de diverso tipo que suelen realizarse en sistemas políticos democráticos posiblemente sean los resultados de las consultas locales, o municipales los más difíciles de analizar. Esto ha vuelto ocurrir de manera clara en los comicios celebrados el pasado domingo en Venezuela. Los motivos de esta complicación son variados, pero todos ellos están ligados a su propia naturaleza.

Para comenzar, hay que considerar las enormes diferencias existentes en las ciudades más pobladas, que contrastan con los pueblos pequeños y medianos ubicados en las zonas rurales. En el siglo XIX se decía que no había política municipal sino administración, debido básicamente a la cercanía entre los gestores y los ciudadanos, y también a la capacidad limitada de acción política de los alcaldes, o intendentes, en comparación con gobernadores o presidentes.

En la Venezuela de hoy la mayor parte de los municipios del país corresponden a áreas rurales, donde la influencia del oficialismo bolivariano es aplastante. En situación como las aquí descritas los incentivos para votar en elecciones de escasa o nula competitividad son bajos, de modo que la movilización opositora en estas circunscripciones es mínima, algo que termina redundando en la baja cifra de participación nacional, 58,92%.

De todos modos, como ha señalado Luis Vicente León director de la encuestadora Datanálisis, una de las más serias del país, los resultados de estas elecciones municipales podrían medirse de acuerdo a tres resultados diferentes: 1) el porcentaje de alcaldías conquistados por unos y otros; 2) el total de votos recibidos por el gobierno y la oposición y 3) el número de grandes ciudades y capitales provinciales conquistado por cada opción, los “símbolos”.

Según los cómputos oficiales, hechos públicos por la presidente del poco neutral CNE (Consejo Nacional Electoral), Tibisay Lucena, el PSUV y sus aliados obtuvieron 5.111.336 votos, el 49,24%, frente a los 4.435.097 de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) y sus aliados, el 42,72%.

A esto se agrega el órdago lanzado en su momento por los principales líderes de la MUD, que intentaron presentar los comicios como un plebiscito en torno a la gestión del presidente Nicolás Maduro. Dado que el oficialista PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela) se impuso en el cómputo global de votantes es obvio que esta apuesta de Henrique Capriles y los suyos fracasó. Más allá de la bravata esta opción debe ser vista también en función del que sin duda fue uno de sus principales objetivos: la movilización de su electorado más fiel.

Mientras Maduro optó por resaltar sus mejores resultados en lo referente al cómputo global y al número de alcaldías conquistadas, la oposición se centró en el número de grandes ciudades donde triunfaron sus candidatos, muchas de ellas con un alto valor simbólico. La oposición ganó en las capitales de los estados de Barinas, Carabobo, Lara, Mérida, Monagas, Nueva Esparta, Táchira, Zulia y el Distrito Metropolitano de Caracas. Quizá en este terreno, más allá del triunfo en Caracas y en Maracaibo, una de las victorias más aireada por la MUD haya sido la de Barinas, la ciudad natal de Hugo Chávez.

También desde las filas opositores se insistió en comparar estas elecciones locales con las similares realizadas en el pasado, de modo de poder resaltar los avances logrados, tanto en votos logrados como en el número total de alcaldías conquistadas. Pese a ello, en esta oportunidad no se alcanzó el mínimo de 100 a 120 alcaldías que podría haberse presentado como un éxito.

Más allá de la propaganda lo que sin duda reflejan los resultados electorales es la permanencia de la alta polarización que ha caracterizado la vida política del país en los últimos 15 años. Desde el gobierno, por ejemplo, su gestión es acompañada de términos con un alto contenido bélico y las elecciones son un combate contra la oligarquía que quiere hacer descarrilar el proceso revolucionario.

La sociedad venezolana sigue dividida en dos bloques prácticamente iguales, lo que condiciona la evolución futura de la confrontación política, un concepto más aplicable que el de vida política. En este sentido habría que resaltar los buenos réditos obtenidos por el gobierno bolivariano en su lucha, “guerra económica”, contra el desabastecimiento y la especulación y en la utilización de la figura de Hugo Chávez. Basta recordar que el mismo día en que tuvieron lugar los comicios se celebró el día de “la lealtad y del amor por Chávez”

A esto hay que añadir el enorme ventajismo oficialista, en todos los terrenos. No se trata sólo de la utilización del dinero público para financiar la campaña, sino también, y muy especialmente, de los distintos recursos estatales, gubernamentales y públicos en aras de lograr su objetivo: la victoria electoral y la legitimidad que la acompaña y que será esgrimida por Maduro tanto en su lucha frontal contra la oposición, como en su combate más soterrado, pero no por eso menos intenso, contra algunos de sus compañeros de ruta. En estas circunstancias, con escasos recursos económicos y con la televisión prácticamente en manos del gobierno, la labor de los opositores es ardua y complicada.

Tras estos triunfos que consolidarán a Maduro, al menos en el corto plazo, se imponen ciertos cambios y ajustes que pueden comprometer su futuro. Si por un lado es bastante probable una radicalización, al menos discursiva, del proyecto socialista bolivariano, por el otro son imperativas algunas rectificaciones del rumbo económico, comenzando por una más que necesaria devaluación del bolívar y la solución al problema del desabastecimiento, que exige algo más que las tan publicitadas confiscaciones de productos y locales. No se espera, sin embargo, un aumento del precio de los combustibles, que si bien es más que necesario es una gruesa línea roja que ni Chávez se atrevió a cruzar.

Lo importante es ver cómo afectarán las nuevas medidas, muchas de ellas con un fuerte contenido antipopular, la gobernabilidad del país y la imagen de Maduro. Frente a ello se alzan al menos tres escenarios: 1) Maduro consolida su gobierno, relanza la economía, llega a 2019 y es reelecto; 2) la oposición crece y en su momento es capaz de impulsar un referendo revocatorio que desplace a Maduro del poder y 3) bien desde las filas de la FAN (Fuerza Armada Nacional) o del propio chavismo (caso de Diosdado Cabello) se impulsaría un golpe para acabar con la actual administración, que podría conducir al fin del hasta ahora prolongado régimen bolivariano.

Con el resultado del domingo Maduro ha logrado ganar tiempo. Dependerá de sus aciertos y errores y de la capacidad de control y movilización del régimen si Venezuela se desenvuelve en el primer escenario o comienzan a darse las condiciones para evolucionar a algunos de los otros dos. De todos modos los tiempos que vendrán serán muy duros para los venezolanos. De momento, ambos bandos están curándose de sus heridas y contando las bajas producidas después de la dura batalla… electoral.


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