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lunes, 16 de diciembre de 2013

Victorias que saben a derrota, @Mario_Villegas


Por Mario Villegas, 15/12/2013
Columna de Puño Y Letra

Hace un par de semanas comenté que de nada vale a los partidos y bloques políticos hacer fiesta con aquellos resultados electorales que les convienen y esconder bajo la alfombra los que no les favorecen o equivalen a una derrota. Y eso es precisamente lo que estamos presenciando.

Ciertamente, la oposición alcanzó un mayor número de alcaldías y de concejalías de las que tenía en todo el país, lo cual es matemáticamente irrefutable. Esto es un verdadero avance para las fuerzas agrupadas en la Mesa de la Unidad Democrática. Pero si la medimos a la luz de su objetivo manifiesto de conquistar mayoría de votos para demostrar la ilegitimidad del presidente Nicolás Maduro y de su gobierno, es inescapable concluir que la oposición sufrió un severo revés político el 8 de diciembre. Si, a tenor del predicamento de Henrique Capriles y de otros voceros de la MUD, una mayoría nacional de votos opositores significaba la deslegitimación de Maduro, en contrapartida una mayoría de votos a favor del gobierno, como la ocurrida, debe ser leída entonces como una clara legitimación de Maduro. Así que lo que la oposición no asumió oportunamente mediante una decisión política propia, terminó de imponérsele como un hecho cumplido por la vía del voto popular.

Por su parte, y a pesar de haber logrado mayoría de votos, de alcaldías y de concejales a escala nacional, el chavismo no puede esconder bajo la alfombra el hecho de que casi 3 millones de los 7 millones y medio de militantes del Partido Socialista Unido de Venezuela le dieron la espalda a la memoria de su “Comandante Supremo” justo en la fecha electoral decretada por el gobierno para rendirle lealtad al finado presidente Hugo Chávez Frías, aparte de los cientos de miles de otros partidarios del Polo Patriótico que también prefirieron ausentarse de las mesas de votación. Tampoco puede el chavismo ocultar el bochorno de alcance internacional que significa haber perdido la principal alcaldía de Barinas (estado natal de Chávez), así como las capitales de Carabobo, Lara, Monagas y Amazonas, entre otras importantes plazas que estaban en manos del PSUV.

Caracas habló claro

Caracas habló y lo hizo en forma categórica. Pese al grosero ventajismo oficial, el descarado uso de recursos públicos en la campaña chavista y la recurrente complicidad del Consejo Nacional Electoral, los caraqueños le dieron el triunfo a Antonio Ledezma, cuya reelección en la Alcaldía Metropolitana constituye un voto de confianza a su capacidad de resistencia frente al atropello y la arbitrariedad enguarimbados en Miraflores, así como un claro mensaje de la voluntad de cambio progresista que anima al pueblo capitalino.

Pese a no haber obtenido la victoria, mi hermano Ernesto alcanzó una magnífica votación como abanderado del chavismo. Los resultados evidenciaron que, con sus virtudes y sus defectos, sus aciertos y sus yerros, la suya fue tal vez la mejor carta que pudo jugar el gobierno para tratar de conquistar la alcaldía más importante del país. De hecho, en todos los municipios caraqueños sacó más votos como candidato a alcalde mayor que los que obtuvieron sus camaradas candidatos a alcaldes municipales, incluido Jorge Rodríguez, quien resultó ratificado al frente de Libertador.


Pero así como por vía de excepción, el pesuvista Rodríguez ganó en Libertador, en el resto de los municipios capitalinos le brilló la estrella a los candidatos de la oposición. Los caraqueños ratificaron a Carlos Ocariz en Sucre y a Gerardo Blyde en Baruta, a la vez que escogieron a Ramón Muchacho para Chacao y a David Smolansky para El Hatillo, lo cual condujo a una indiscutible victoria metropolitana para Ledezma.

Y no fue ésta, por cierto, una decisión confinada a los territorios donde habitan las clases medias y altas de Caracas, sino una voluntad expresada con firmeza en los sectores populares de toda el área metropolitana. De los 710 mil y pico de votos que obtuvo Ledezma, cerca de 390 mil, o sea el 55 por ciento, fueron en el municipio Libertador, donde no sólo se alzó con la mayoría en las parroquias Altagracia, El Recreo, Candelaria, El Paraíso, San Bernardino, San José, San Pedro y Santa Teresa, sino que además conquistó una magnífica votación en 23 de Enero, Antímano, Macarao, Coche, Caricuao, Catedral, El Junquito, El Valle, La Pastora, La Vega, San Agustín, San Juan, Santa Rosalía y Sucre. Igual fenómeno ocurrió en las zonas populares de Petare, Baruta, El Hatillo y Chacao.

Así como la oposición está obligada a reconocer y a respetar la investidura presidencial de Maduro, éste lo está a reconocer y a respetar la voluntad de los caraqueños de vivir su presente y construir su porvenir de la mano de Ledezma y demás alcaldes capitalinos. El gobierno nacional no sólo está obligado a devolverle a la Alcaldía Metropolitana su sede, sus recursos y sus competencias, sino que además debe tomar en cuenta y concertar con éste y el resto de los alcaldes capitalinos cualquier proyecto de desarrollo y de transformación que tenga que ver con los intereses de quienes habitan la ciudad capital.

Dado el grotesco y antidemocrático antecedente chavista de crear gobiernos paralelos y de vaciar de competencias y recursos a los gobiernos regionales y locales en manos de la oposición, es perfectamente comprensible la preocupación de quienes ven con suspicacia la designación de mi hermano Ernesto al frente del Ministerio para la Transformación Revolucionaria de Caracas. Por sus hechos lo valoraremos, pero ninguno será justificable si pone de lado, irrespeta o contraviene indebidamente la autoridad constitucional que el pueblo caraqueño acaba de entregarle al elenco de alcaldes capitalinos encabezados por Ledezma.

Ni antes el dedo de Chávez ni ahora el de Maduro pueden estar por encima de la soberanía popular.

AL MARGEN
-Súbame la gasolina, bájeme el IVA

Soy crítico acérrimo del gobierno, pero me niego a asumir posiciones hipócritas frente a la posibilidad de que el precio de la gasolina sea elevado en términos racionales. Me cuesta creer que en el país no exista conciencia plena y mayoritaria acerca de que los actuales precios de este combustible son absolutamente ridículos, no sólo comparados con los del mercado internacional sino con sus costos de producción local. De allí que resulte aconsejable sincerar su precio para reducir el gigantesco subsidio que el patrimonio colectivo otorga a los propietarios de automóviles y motocicletas, para quienes el aumento no representaría ninguna carga, como sí lo representan los altos precios de los repuestos y autopartes, de las pólizas de seguros y de los servicios de los talleres mecánicos y afines. Siendo como somos un país petrolero, los venezolanos nos merecemos una gasolina barata, como aún lo seguiría siendo con un razonable aumento, pero no una gasolina regalada, como lo es en la actualidad.

Pero también veo la necesidad de que el gobierno proceda cuanto antes a racionalizar el gasto público. Recursos no han faltado sino abundado a lo largo de todos estos años de borrachera roja rojita, en los que el gobierno ha dispuesto de ingresos como nunca jamás, producto no sólo de precios petroleros de ensueño, sino también de una enorme contribución ciudadana por la vía de los impuestos. Desgraciadamente, el desaforado derroche y la ausencia de controles han permitido dilapidar a manos llenas una inmensa fortuna, que de haber sido invertida juiciosamente en la promoción de una economía productiva orientada a la industrialización del país, así como en el apalancamiento de programas sociales destinados con seriedad a la progresiva erradicación de la pobreza, nos habría dejado un saldo positivo inmensamente superior en todos los órdenes.

Basta ya de ese derroche de recursos públicos en proselitismo y propaganda política, que en muchos casos llega a ser delincuencial. Basta, también, de grotescos negociados y corruptelas que enflaquecen las finanzas públicas en beneficio de una casta de nuevos y de viejos ricos.

Es tiempo, también, de que el gobierno revise y reduzca las tasas del Impuesto al Valor Agregado, el más capitalista de todos los impuestos capitalistas. Al pechar por igual a los ricos y a los pobres, el IVA es incompatible con un esquema tributario orientado a favorecer a los sectores populares. En los años finales de la llamada cuarta república, cuando el precio petrolero estaba en 7 dólares por barril y la inflación rondaba el 100 por ciento, la tasa del IVA estaba sobre el 16 por ciento. Luego, entre el 2004 y el 2008, el presidente Hugo Chávez fue reduciéndola hasta llegar al 9 por ciento, pero en el año 2009 volvió a subirla drásticamente al 12 por ciento. Con los precios petroleros que hoy tenemos, en niveles sostenidos de 100 dólares por barril, y a las puertas como estamos de un aumento del precio de la gasolina, no se justifica que el empobrecedor IVA se mantenga en 12 por ciento. Súbame la gasolina, presidente Maduro, pero bájeme el IVA.


Mario Villegas
@mario_villegas

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