Páginas

jueves, 27 de febrero de 2014

Dejemos de ser ingenuos, Gustavo Yepes


Por Gustavo Yepes, 22/04/2014

Sabemos que el régimen tiene 15 años mintiéndonos. Estamos al corriente del uso de técnicas de propaganda goebbelianas y del asesoramiento, o más bien la dirección, del G2 cubano. Nos damos cuenta de que nos acusan de las atrocidades que ellos cometen. No somos ciegos, ni sordos; quizás hemos sido mudos y sin duda hemos sido ingenuos. He aquí algunas muestras de ingenuidad, no sólo de parte del ciudadano común, sino escuchadas y leídas consistentemente en boca de periodistas, líderes de oposición, analistas políticos e intelectuales.

Los colectivos se les fueron de las manos. Hay que ser muy ingenuo para decir eso. Los colectivos han sido promovidos, financiados, entrenados, armados y arengados desde lo más alto del poder. De hecho, tanto el difunto como el ilegítimo nos amenazaron hasta la saciedad con echarnos encima al “pueblo en armas” Hoy, los colectivos están cumpliendo la misión para la cual fueron diseñados. No los van a desarmar.

La democracia está enferma. Esto se ha dicho de muchas formas y parece haber un gran recelo en denominar a este régimen con una expresión que no incluya la palabra “democracia”. Está suficientemente demostrado que en Venezuela no hay separación de poderes, no se reconocen a los opositores electos por el pueblo y no se respetan los principios democráticos ni los derechos humanos A eso, sencillamente, se le denomina Dictadura, sin adjetivos cosméticos.

Hay que llamar a un gran diálogo nacional. Esto es válido en Democracia, pero las dictaduras no dialogan y eso lo sabemos en Venezuela. Cuando un líder mundial llama al diálogo se le recuerda, insultos incluidos, que no debe inmiscuirse en nuestros asuntos. Cuando la Iglesia hace lo mismo, ya sabemos la reacción. El único “diálogo” que ha promovido este régimen ha sido, o bien porque le conviene hacer creer al mundo que está dialogando, o para vejar, insultar y humillar a quien llamó a “dialogar”. El diálogo del régimen es una trampa. Es el diálogo de los cobardes.

Hay que invocar la Carta Democrática. La Carta Democrática tiene exactamente el mismo valor de la Constitución; es decir, ninguno. Sólo se invoca e interpreta a conveniencia del régimen y de sus cómplices. Los gobiernos de los países que la suscriben, con muy tímidas excepciones, se han convertido en eso: cómplices del total irrespeto a los valores democráticos en Venezuela. Son harto conocidas las causas del apoyo decidido de algunos gobernantes, del ensordecedor silencio de otros, o de la vulgar hipocresía del resto. Estoy seguro que, más temprano que tarde, la historia se encargará de juzgar su conducta.

Vamos camino a una guerra civil. En este punto espero no ser yo el ingenuo, pero considero que estamos muy lejos de esto, Ninguna de las dos “mitades” tiene interés en confrontarse ni de agredir a la otra mitad. Aquí lo que hay es una agresión brutal, un “contra ataque fulminante”, dirigido por la cúpula dirigente y ejecutada por algunos sectores de la FAB que han traicionado su juramento y por los grupos armados por el régimen para estos menesteres. El pueblo, el ciudadano de a pie, de cualquiera de las dos mitades, lo que más desea es la paz. Así sea.

La salida debe ser constitucional. En esto estoy de acuerdo, pero no es así de fácil, porque las salidas previstas en la constitución pasan por que el régimen acepte que no es capaz de gobernar, o por otro proceso electoral viciado. Lamentablemente el 350, siendo claro como el agua en su redacción, no prevé una forma pacífica para ser invocado. Vale la pena recordarlo, meditarlo, analizarlo, sentirlo: “El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos.”

No estoy de acuerdo con la violencia y sé que nuestros jóvenes no la han promovido. Su grandeza consiste en no arrodillarse, en luchar por el país y el futuro que les pertenece y merecen. El régimen, como cualquier dictadura que se respete, no puede permitir que ellos expresen esos sentimientos. Por eso los agrede y los seguirá agrediendo. ¿Cómo va a terminar esto? No tengo idea. Al no existir la voluntad de diálogo por parte del régimen, me es difícil imaginar que alguna de las partes claudicará. Sólo espero que la sangre de nuestros mártires, no importa de cuál mitad sea, no haya sido derramada en vano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico