sábado, 22 de febrero de 2014

HOMBRE Y CIRCUNSTANCIA

Américo Martín 21 de febrero de 2014
amermart@yahoo.com 
@AmericoMartin 

I

Estoy entregando este artículo en el día mismo en que Leopoldo López, al frente de una manifestación que ha convocado, se entregará a las fuerzas del odio que lo acosan. Más allá del resultado de las peripecias que sacuden de un lado al otro nuestro estremecido país, lo que se aprecia de un vistazo es el futuro, a quién pertenece.

El criterio más apropiado para responder semejante pregunta es medir el proceso de renovación de las dos aceras del pentagrama político. La polarización ha sido profunda. Los datos comiciales nos hablan de una división por mitad, pero también se reconoce que los usos electorales han perdido sinceridad porque valiéndose del ventajismo más brutal, el gobierno los ha contaminado de sus miedos. Incapaz de aceptar la posibilidad de salir pacíficamente del poder pero al mismo tiempo preocupado porque si pierde su legitimidad de origen marca su destino inmediato, el gobierno ha mantenido el mecanismo constitucional aunque pervirtiéndolo hasta donde no sea percibido internacionalmente como una farsa inaceptable.

Esto quiere decir que si oficialmente se habla de una división en partes iguales, de entrada se entiende que no es así. La mitad opositora es ya una mayoría, pese a que no podamos precisar a cuánto alcanza.

Lo que sí sabemos, está a la vista, se puede tocar, es la parte que está sometida a incesante renovación, la que multiplica su liderazgo en todos los niveles y en todos los rincones de Venezuela. Con quién está la juventud, la que estudia en los niveles medio y superior y la que trabaja en fábricas, oficinas o en el área cultural y artística. En la medida en que se sienten más profunda y extensamente las consecuencias de la estolidez del modelo oficialista, el deseo de cambio se ha hecho más exigente y generalizado. Y en eso está la inquieta juventud venezolana.

II

Todos los días aparecen nuevas figuras, hasta ayer desconocidas, hablando con una propiedad, frescura y conocimiento de causa impresionantes. Mientras del lado gubernamental los nombres son los mismos, en constante rotación y cuya visibilidad se debe a las posiciones ministeriales o de alto nivel que ocupan, el crecimiento de la temperatura social, la ebullición de masas y masas de gente decidida a defender su vida, su patrimonio y a cambiar la sombría realidad actual son la fuente de renovación de liderazgo disidente

Como ha observado un intelectual tan agudo cual el insigne historiador mexicano Enrique Krauze, lo más novedoso es que la renovación  constante de la dirigencia juvenil venezolana obra en el marco de programas democráticos, alejados de fundamentalismos estériles.

Lo que ha provocado la gravísima tensión que ensombrece el panorama es la conducta del presidente Maduro y de presuntos rivales suyos en el mando, como Diosdado Cabello, Rodríguez Torres, Vielma Mora. Algunos de ellos comprenden que el gobierno debe entenderse con la oposición para impedir la catástrofe, pero la dinámica interna les impide avanzar con seriedad por este camino. El presidente Maduro ha perdido el sueño. Se nota en sus crecientes ojeras, su hablar trémulo y sus amenazas desentonadas. Quisiera tal vez abrir la mano, ayudar a establecer un clima respirable, respetuoso y hasta dar prendas de sinceridad con la excarcelación de presos políticos y otras medidas impactantes, pero no tiene fuerza propia para imponer caminos y en cambio gestos de esa naturaleza serían usados  por sus rivales para desestabilizarlo o quizá algo peor: ofrecerse como verdaderos salvadores, legítimos herederos del comandante eterno y por lo tanto candidatos al cetro.

En política unas cosas arrastran otras. Atemorizado, el presidente reacciona acentuando el lenguaje amenazante y anunciando la profundización de la revolución. No sabe, o quizá sí, que profundizar este desastre es hundirse irremediablemente pero confía en que las amenazas puedan contener a sus competidores internos y hacer retroceder a las masas que han tomado las calles esgrimiendo banderas de una legitimidad, sencillez y racionalidad absolutas. Pero los días pasan y los insultos pierden credibilidad.

La renovación del liderazgo disidente se expresa en su multiplicación en todos los rincones del país y en la fuerza que adquieren los líderes nacionales del movimiento. También ellos actúan conforme a las circunstancias. La espiral de insultos y de agresiones es respondida con una espiral de afirmaciones y de gestos de fortaleza.

III

Inútil decir que como ya no es uno, sino varios, los dirigentes  emanados de estas intensas circunstancias están divididos. Se divide lo que era una unidad y lo bueno de la disidencia venezolana es la diversidad de corrientes. El pluralismo es la democracia, es la realidad, es el futuro y cuando se unen las distintas fuerzas lo hacen para conquistar un objetivo común, en este caso el cambio por la vía pacífica y constitucional. Separados porque representan aspectos distintos de la vida. Unidos porque luchan por un sistema democrático en el que esos aspectos distintos no sean anulados por ideologías únicas o caudillos monocordes.

Leopoldo López, con audacia impar ha multiplicado su liderazgo. Ha arriesgado su pellejo. Su suerte no puede serle indiferente a nadie. Pero lo bueno es que se mantienen en alturas de águila, Capriles, Ledezma, María Corina y otros que irán demostrando su sentido de compromiso.

Son gentes valiosas en sí que para manifestar su probidad necesitan circunstancias favorables. Y la no menos importante es la conducta del adversario.

Sus incomprensiones, sus debilidades, su incapacidad para saber lo que le conviene,  levantan la visibilidad y fuerza de los representantes del cambio democrático.

 Dicho con Ortega y Gasset. El hombre y sus circunstancias. –


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