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lunes, 17 de febrero de 2014

Derecho a la protesta


Francisco José Virtuoso SJ 13 de febrero de 2014
fjvirtuoso@ucab.edu.ve

En un contexto en donde se promete diálogo pero las políticas económicas y sociales se siguen desarrollando unilateralmente por quienes ejercen el poder del Estado, en una suerte de monólogo que no responde a los problemas que sufrimos todos los días los venezolanos, es lógico que el descontento se exprese en forma de protesta pública.

El Observatorio Venezolano de Conflictividad Social señala en su Informe que en Venezuela, durante el año 2013, se registraron al menos 4.410 protestas. Equivalente a 12 protestas diarias en todo el país. Las protestas son de todo tipo: por motivos relacionados con derechos laborales, demandas de seguridad ciudadana, respeto a los derechos de personas privadas de libertad, participación política, derecho a la justicia, solicitud de vivienda digna, exigencias educativas, etc.

La protesta pone de manifiesto la necesidad de reivindicación de exigencias elementales, la necesidad de visibilización de muchos problemas y la desesperación de la población venezolana para obtener respuesta de las oficinas de gobierno. La pérdida de espacios en la radio y la televisión, principales medios de visibilización social, obliga a la gente a buscar el espacio público para expresar lo que ya no puede decir a través de estas vías.

En estos días, los estudiantes universitarios han vuelto a salir a las calles para manifestar su descontento frente a las políticas del gobierno. Los ampara el artículo 68 de la Constitución de la República. La fácil y reiterada relación propagandística entre manifestación, violencia y criminalización, atenta contra las libertades públicas más elementales. Los ataques de diverso tipo que han sufrido las protestas estudiantiles en Mérida y Táchira, así como la exagerada reacción de imputar graves delitos a tres estudiantes y su envío a la cárcel de Coro, no tiene otro nombre que represión política. Lo que jamás contribuye a la paz sino a la confusión y a la zozobra es la mentira, el vilipendio o el insulto. Nunca es aconsejable acicatear el miedo, ni promover la desconfianza en las personas y en las instituciones.

El diálogo implica la disposición para aceptar la crítica y la disidencia, así como la convicción de que la salida a los problemas requiere reconocer al otro. Este momento del país, en el que mucha gente expresa a través de la protesta sus puntos de vista y opiniones, supone de parte de los gobernantes más escucha, paciencia y menos autodefensa. Si en vez de atacar y amenazar se escuchara más, la convivencia ganaría mucho y el país encontrará métodos más civilizados para enfrentar sus problemas, No ha de haber violencia en la protesta; tampoco ha de haberla del otro lado.


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