MOISÉS NAÍM 13 de febrero de 2016
@moisesnaim
El
mundo está cambiando a tal velocidad que nos es difícil procesar, interpretar y
digerir la magnitud de esas transformaciones, y más aún, anticipar sus
consecuencias.
Un
informe del banco Goldman Sachs ofrece una arbitraria pero reveladora muestra
cuantitativa de los cambios que ocurrieron entre 2010 y 2015.
En ese
periodo, la oferta mundial de petróleo aumentó un 11% y su precio cayó un 60%.
El precio del hierro bajó todavía más, 77%, y el de la comida, 30%. ¿Qué
precios aumentaron? Entre otros, los del cacao (+11%) y el litio (+27%). Estas
subidas son impulsadas por la demanda de una nueva y más numerosa clase media
que come más chocolate y compra más teléfonos móviles con baterías de litio.
Los usuarios de estos teléfonos pasaron de un 19% de la población mundial a un
enorme 75%, y su precio cayó un 58%. Casi toda la humanidad tendrá pronto
acceso a la telefonía móvil, contribuyendo así a la ya muy veloz digitalización
de la vida cotidiana.
En
2010, Facebook tenía 600 millones de usuarios activos al mes. Hoy, 1.600
millones de personas lo utilizan mensualmente. YouTube recibía 24 horas de
vídeos cada minuto, mientras que el año pasado recibió 400 horas al minuto. En
eBay se vendían seis trajes por minuto en 2010 y ahora se venden 90, en tanto
que el número de viajeros que se alojaron en habitaciones y casas ofrecidas a
través de Airbnb saltó de 47.000 a 17 millones. Los artículos disponibles en
Wikipedia aumentaron en 20 millones (de 17 a 37).
En
esos cinco años también asistimos a una revolución energética. No sólo se
desplomó el precio del petróleo y EE UU superó a Arabia Saudí y a Rusia como
productor de crudo. El precio de una bombilla LED cayó un 78%, el de una
batería de Li-Ion un 60% y el costo de la energía solar un 37%. La eficiencia
en el uso de combustible de un camión Ford (F150) aumentó en 29%. En 2010, la
compañía más valiosa del mundo era Petrochina. En 2015 fue Apple.
También
ocurrieron profundos cambios en el mundo del trabajo. Los salarios siguieron
estancados en los países más avanzados, mientras que en China aumentaron en un
54%. Muchos piensan que el desempleo y los bajos salarios se deben a la
automatización y a que los robots están desplazando a los trabajadores. En
efecto, en EE UU, el número de robots industriales vendidos en los últimos
cinco años creció un 89%, pero el número total en uso es aún muy bajo y el
impacto sobre el empleo no es significativo. Pero lo será.
Y esta
preocupación por empleos e ingresos lleva a señalar otros cambios importantes
que ocurrieron en el pasado quinquenio. La desigualdad económica siempre ha
existido, pero en los últimos cinco años adquirió una enorme visibilidad. Entre
otras cosas porque, si bien a nivel mundial ha disminuido, en los países más
avanzados se ha agudizado, convirtiéndose en un tema central del debate
nacional en todas partes, lo cual es bueno. El peligro, por supuesto, es que
este problema en manos de demagogos suele llevar a la adopción de políticas
que, en vez de reducir las inequidades, las aumentan. Pero, sin duda, el asunto
requiere de urgente y eficaz atención.
Otro
trabajo recién publicado también arroja interesantes luces sobre las grandes
transformaciones en curso. Se trata del Informe Anual de Riesgos Globales, que
edita desde hace una década el Foro Económico Mundial. Este informe se basa en
las percepciones de 750 reconocidos expertos de diferentes ámbitos y países
sobre los principales riesgos que enfrenta el mundo. Durante varios años, la
crisis económica ocupó el primer lugar de las preocupaciones. Ya no. En la
edición de 2016, el cambio climático (que en los últimos tres años estuvo entre
los cinco mayores riesgos) emerge como el peligro más grave y de mayor impacto.
Le siguen la proliferación de armas de destrucción masiva, los conflictos por
la escasez de agua y los movimientos migratorios involuntarios. Señala el
informe que hoy ya hay 60 millones de desplazados (de formar un país, los
refugiados serían el 24º más poblado del planeta). El informe también le da
mucha importancia a la cibercriminalidad, que ya provoca 445.000 millones de
dólares de pérdidas anuales y crece a gran velocidad.
Pero
quizás, junto con el calentamiento global, el cambio más importante de los
últimos años es el aumento de nuestra capacidad para alterar la biología. En
2010, especificar la secuencia de un genoma costaba 47.000 dólares. Cinco años
más tarde, se hace por 1.300 dólares. Y el precio sigue bajando.
¿Es
éste un riesgo o una oportunidad?
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