Américo Martín 05 de febrero
de 2016
@AmericoMartin
Esto no es socialismo. El socialismo no ha
fracasado porque no lo hemos construido.
Aristóbulo Istúriz, 17 años después
Antonio
García Ponce, alguna vez secretario nacional de
la Juventud Comunista hoy escritor y profesor democrático, me dice:
¡Qué
difícil fue dejar de ser marxista-leninista! A ti te ocurrió lo mismo. Hay que
aplicarse un berbiquí en la cabeza.
Y en
efecto, pertenezco a semejante estirpe, al igual que Antonio y otros apreciados amigos, Teodoro, Pompeyo,
Rodríguez Bauza, Pérez Marcano, Víctor Hugo de Paola y paro de contar. Más
difícil nos resultó quebrar el engranaje del dogma que aprenderlo y deglutirlo.
Como mucho más soltar las armas que empuñarlas pese a comprender, en pleno discurrir
de los acontecimientos, que aquello era una necia ilusión, costosa, inhumana,
demencial. El más tenebroso hijo del dogma.
Pero
en compensación, captamos más profundamente la magnitud de la falacia una
vez aplicada la operación neuro-quirúrgica mencionada por Antonio. En lo
personal -lo he dejado escrito en una de mis obras- fue como un raudal
expansivo de libertad interior.
¿El
chavismo fue también un dogma? En parte, desde luego sí, pero nunca tuvo la
coherencia interior del marxismo-leninismo y por eso se rellenó de
complicaciones esotéricas. Y sobre todo se estructuró alrededor de la sacralización del líder fundador. Su
naturaleza divina lo eximía de cumplir
alocadas promesas, de atenerse a las leyes de los humanos. Se le permitía
repartir culpas e imponer despojos al vaivén de su dedo errátil.
En una
época de degradación de ideologías que entre los siglos XX y XXI ha derrumbado
teorías, demolido estatuas, pisoteado efímeros demiurgos de revoluciones,
racismos, socialismos totalitarios,
esta vaguedad conceptual le sirve a quienes mucho creen y nada saben, a quienes
mucho roban, “autorizados” por el recóndito interés de la revolución y
justifican la creciente pobreza de los venezolanos y la crisis humanitaria en
la que el régimen los sumió. No tienen nada que responder ni explicar. Lo suyo
supera el orden de la razón. Habrá
hambre y todo eso, pero en tono de soflama, pecho inflado y aire de
fingida solrmnidad, proclaman tener lo esencial: Patria, Revolución,
Socialismo, Bolívar-Chávez. Desde luego, en esquema tan irrisorio no cabe
diálogo, prensa libre, debate respetuoso. El que discrepe, dentro o fuera, es
el enemigo.
La
ficción es insostenible porque –dicho sin hipérbole- el país no tiene salida.
Las cifras de escándalo circulan abiertamente. No repetiré las diarias
manifestaciones que revelan situaciones increíbles, desde incidentes tipo el
”Conejo” hasta las defunciones por hambre o degradación de la atención médica.
Maduro insiste en aniquilar la AN en vez
de dialogar con ella. La inane astucia de “entenderse” con los industriales
mientras suprime espacios democráticos es inviable. Su dilema parece extremo:
conversa en serio o se somete a los procedimientos constitucionales indicados
por Henry Ramos Allup y recientemente por Henry Falcón
La cita
del epígrafe no lleva carga mordaz. Reconozco el complejo papel de Istúriz. Es
sincero cuando insiste en el diálogo y también cuando intenta calmar reacciones
internas recalcitrantes, al sugerir que no se menoscaba el socialismo que no han construido. Claro, ¿pero dónde
esconder el retintín de “Hecho en Socialismo”?
Menudencias,
zarandajas, sonoridades, sortilegios, sombras chinescas. Entre Aristóbulo y
Diosdado, mazazos del poder.
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