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martes, 24 de octubre de 2017

Las escuelas de Andrés por @luisaconpaz


Por Luisa Pernalete


En el año 98 me mudé del Zulia a Ciudad Guayana, Fe y Alegría me lo pidió y yo acepté. La ciudad me cautivó desde el primer día. Todo el estado Bolívar, la verdad. De Ciudad Guayana sólo sabía que estaba entre el Orinoco y el Caroní, y del resto, pues… el calipso de El Callao: “El Callao tonight, Guasipati, tomorrow night”. De ahí en adelante, todo era nuevo y sorprendente para mí.

Cuando comencé a visitar las escuelas de Fe y Alegría quedé nuevamente sorprendida de la calidad y belleza de algunas. Pregunté cómo las habíamos construido, porque era evidente que se habían destinado recursos importantes y conocimiento profesional para hacerlas. “Unas las construyó la CVG -hacía escuelas bellas- y otras la Gobernación en la gestión de Andrés”, me informaron.

Menciono dos como muestra. Recuerdo perfectamente mi encuentro con niños, madres y maestros de la Escuela Gran Sabana, ubicada en lo que popularmente se conoce como sector Core 8, a las afueras de Puerto Ordaz: ¡Qué belleza de escuela! No solo hermoso aquel plantel, techos de platabanda, cubierto de tejas, la ordenación de los salones, el patio central amplio y con caminerías, pasillos techados, amplios también… No hay duda, quienes la habían diseñado sabían de escuelas. Una señora, tal vez impresionada por mi mirada, me dijo que ellos estaban orgullosos de su escuela. Y yo me alegré de que Fe y Alegría hubiese aceptado aquella responsabilidad de administrar y mantenerlas dignas.

La otra: la de Manakru, ubicada en la comunidad pemón del mismo nombre, al lado de Santa Elena de Uairén, frontera con Brasil. Una escuela preciosa, con varios niveles, aprovecharon el terreno, bien equipada, bien iluminada, digna, como deberían ser todas las escuelas públicas (y las privadas también). Nada que ver con los R2, Re, R4, usuales para la época.


Cuando en mi recorrido por el estado seguí indagando, supe que los maestros estadales de Bolívar eran los docentes-estadales mejores pagados para ese tiempo. Supe que Andrés había buscado profesionales que conocían de educación, elevó la formación de los docentes, el Plan Marrero no era una serie de operativos, espasmódicos; era algo sistemático: formación, equipamiento, infraestructura, acompañamiento… Después conocí algunos de esos exfuncionarios como profesores universitarios.

“Por sus frutos los conoceréis”. Esas escuelas, entregadas en comodato a nosotros, se mantienen bonitas, es nuestro deber, pero hay que reconocer que nos las entregaron bonitas. Hay que reconocer que había coherencia entre el discurso de “Nos importa la educación” y los recursos destinados.

Por cierto, estoy acordándome de que conozco un liceo de un barrio de San Félix que duró 12 años su construcción, por fin hace dos años se terminó y se entregó. Y no recuerdo muchos casos de escuelas nuevas en los últimos años en Ciudad Guayana. Tal vez existen… Disculpen la digresión.

No soy analista política, pero soy una maestra, las escuelas me interesan, un terreno para mí es la posibilidad de una escuela, sé qué hay detrás: madres buscando cupos, maestros héroes, niños que disfrutan con sus amiguitos, y ahora dificultades para llegar.

Y para terminar, vuelvo a las escuelas de Andrés. No me extraña que haya gente que quiera ver otra vez a la educación pública empoderada frente al empoderamiento del Arco Minero depredador, cometiendo crímenes contra el presente y contra el futuro.

23-10-17




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