Miguel Méndez Rodulfo 07 de noviembre de 2019
Hay
un dilema cuando se plantea a la ciudad como el centro del desarrollo de un
país, ya que esto se asocia a las grandes urbes. Políticamente esta percepción
requiere un manejo cuidadoso. Aunque es cierto que las mega ciudades crean
mucha riqueza, también es verdad que las ciudades intermedias aportan en este sentido.
Pero
los pueblos, aldeas y villorrios (las zonas rurales) aunque no están en esta
dinámica productiva, proporcionan el agua y los alimentos que requieren las
zonas urbanas, además de que reciben los efluentes y desechos de las ciudades.
Los habitantes de las zonas rurales no se perciben a sí mismos como citadinos,
cosa que también ocurre con los residentes de las ciudades pequeñas, alejadas
de los grandes centros poblados. Para estos venezolanos la premisa de que el
desarrollo es un atributo de las ciudades, es cuando menos excluyente.
Si
consideramos que en el eje centro norte llanero de Venezuela, reside una
población rural significativa, que le permitió al chavismo ganar elecciones aun
perdiendo en las grandes ciudades: en éstas ganaba la oposición por un margen
estrecho y en aquél ganaba el régimen con una ventaja muy amplia, tendremos
claro que esta categoría del desarrollo hay que manejarla con cuidado.
Quizá
la clave para la solución a este dilema esté en otorgarle la importancia que el
desarrollo rural tiene para abordar proyectos que generen emprendimientos en
las diferentes regiones dependiendo de sus potencialidades, así como en llevar
condiciones de desarrollo urbano al campo. También, la generación de proyectos
ambientales referidos a saneamiento de aguas, tierras y vertederos, puede
llevar el desarrollo a estas zonas olvidadas del país.
Plan
País, se debate entre lo macro, el territorio, y lo micro, los espacios
públicos. Aunque hace reiteradas alusiones al territorio, la verdad es que no
lo ve, ni lo asume. Algo semejante ocurre con la ciudad: mencionada pero
ausente. La balanza se inclina por el espacio público, sobre todo, pero también
tienen mucho énfasis los equipamientos urbanos, la vivienda, la movilidad, los
servicios públicos, etc. De manera que ciudad, territorio y la relación entre
ambos, no pasa de ser una referencia lejana que no se aborda.
Analizando
algunas de las láminas de la presentación de Plan País Infraestructura, nos
encontramos con cosas como esta, referida al sistema de ciudades: “41 centros
poblados menores de 100.000 habitantes y 89 centros poblados menores de 50.000
habitantes” Creemos que hubo un lapsus ya que dentro de los centros poblados
menores de cien mil habitantes debieron contabilizarse los que están por debajo
de cincuenta mil; de manera que se debió hablar de 130 centros con población
inferiores a 100.000; o haber aclarado que había 41 centros menores de cien
mil, pero mayores de 50.000.
En
cuanto al tratamiento dado al transporte aéreo y marítimo, pensamos que hubo
superficialidad en el diagnóstico y en el manejo de soluciones. El caso de Palo
Negro planteado como aeropuerto civil y como base aérea, al mismo tiempo, es un
intento de quedar bien con Dios y con el diablo. Esta base aérea cuya ubicación
geográfica y régimen de vientos es un sitio estratégico para convertirla en un
gran centro latinoamericano para el mantenimiento y reparación de aviones de
fuselaje ancho, con todo lo que eso implica en términos de investigación y
desarrollo tecnológico, manejo de inversiones, creación de empleos,
capacitación de recursos humanos, etc. Lo que implica entonces sacar la base
aérea de allí y mudarla a otro punto de la región central. Con respecto a los
puertos nada se dice sobre como reparar 4 de las 6 grúas pórtico del nuevo
muelle de contenedores del puerto de La Guaira que por accidentes navales se
dañaron, ni tampoco se plantea que hacer para restituir la operatividad de
Puerto Cabello, Guanta, Maracaibo, etc.
Miguel
Méndez Rodulfo
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