Thays Peñalver 07 de noviembre de 2019
@thayspenalver
Cuando
explico la “cubanización” de Venezuela, quizás cometo una injusticia porque
conozco a muchos cubanos que representan con dignidad su gentilicio. Por eso
voy a explicar que nos hemos más bien “castrizado”, porque quiero dejar sentado
que no se trata de socialismo, ni de comunismo, sino de algo mucho más profano,
pues cuando se derrumbó el muro en Berlín y cayó el telón de acero, lo que
quedó fue un grupo de dictadores tercermundistas desnudos.
Por
eso Venezuela hoy no se ha “castrizado” en forma de socialismo, sino más bien
ha terminado convertida en un “Gran Birán”, una hacienda particular de un
pequeño grupo que bajo el pretexto del comunismo, sencillamente esconde un
régimen feudal como el de las grandes haciendas cubanas de la colonia, donde
todos son peones y se les paga con una cuasimoneda de la hacienda, que no puede
cambiarse y solo puede comprar los pocos bienes que el hacendado quiera, en las
tiendas del hacendado.
Mi
país se ha “castrizado”, en el entendido de que tiene un “comandante supremo”
al que todos deben reverenciar, uno que debe estar presente en todas las
entrevistas porque en su filosofía política se ha suprimido el valor individual
y el éxito personal, pero no sustituido por otro colectivo, sino nada menos que
por el hacendado. Uno cuyos ojos están en las azoteas de los edificios y su firma
en las fachadas, su rostro en gigantografias por doquier, hasta en las
lavadoras y secadoras o detrás de lo que queda del transporte, en señal de que
todo le pertenece.
Y
es el patrón, un solo hombre el que gana las batallas, sus generales deben
decir no solo que era un visionario, sino un adelantado a su época, un
adivinador del futuro y un profeta. El hacendado es también el médico o el
economista supremo, enseña solo su historia en los libros de texto, pero
también en el de matemáticas y biología. Cualquier descubrimiento o éxito se
deben a él, porque al fin y al cabo, él es la filosofía, es la política y
también es la economía, pues de él, aunque esté muerto, dependen todos los
medios de producción.
Ha
ocurrido que montados sobre la gigantesca mentira de que un pueblo improductivo
y sin preparación si encontrarán el camino que no lograron los industrializados
soviéticos, ni los cientos de millones de chinos, porque trabajando unas pocas
horas nuestras fábricas alcanzarán lo que no pudieron los alemanes en la RDA y
bailando salsa nuestros campos lograrán más que los de Hungría o
Checoslovaquia. Por eso nos “castrizamos” porque lo único que prospera es la
mentira y el autoengaño.
Las
del coordinador de la fábrica que infla los números, su jefe los duplica y el
ministro se llena la boca hablando de récords históricos, cuando la verdad es
que la fábrica se paralizó hace años. El del maestro que para cumplir su “tarea
socialista” miente sobre sus alumnos, o el coordinador habla de avances
educativos cuando la verdad es que los alumnos y los maestros ni siquiera van a
clases. Y así llega el hacendado a explicar sus récords o que tiene la mejor
educación del planeta.
Nos
hemos “castrizado” porque ahora también “necesitamos el fin del embargo”, una
revolución tan digna y tan llena de héroes antiimperialistas, que necesitan que
Wall Street los financie, los bancos imperialistas les den créditos y sus
enemigos, a los que viven insultando comercien e inviertan en ellos y a eso
también lo llaman “dignidad”.
Nos
hemos “castrizado” en el entendido que nos convertimos en un gigantesco
“candonga” angoleño donde todos recurren al mercado negro y a las pocas
mercancías importadas o de valor. Un país en el que el capitalismo más agresivo
se ejecuta en las calles y a eso lo llaman socialismo.
Terminamos
convertidos en un modelo que podría llamarse “socialismo parasitario” en el que
primero destruyeron el valor del trabajo, luego toda la industria y todo el
sistema de producción, para que millones dependan de que los expulsados de la
hacienda, “toda la gusanera que huyó en aquella dirección” del imperialismo,
los “locos, lumpens, vagos” que no quisieron reverenciar al hacendado, les
envíen ayuda humanitaria en forma de remesas y bienes, mientras que otra parte
depende del trabajo de unos pocos miles de médicos en condiciones de alto
riesgo, porque esas son los únicos “medios de producción” que dejó como legado
el hacendado.
Y
además luego de destruir como buen parásito el cuerpo propio, se marchan a
ocupar otros y destruirlos, para crear juntos “el Gran Birán”.
Thays
Peñalver
@thayspenalver
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