Juan Guerrero 07 de noviembre de 2019
@camilodeasis
Es
evidente que será muy difícil, más no imposible, escapar de este asedio donde
nos encontramos los venezolanos. Sobre todo negados a reconocer que hemos sido
derrotados, circunstancialmente, por un régimen totalitario como el
socialista-chavizta de tendencia castrista. Nunca más seremos ni estaremos
viviendo en un país como era Venezuela hace 20-25 años atrás. El rostro del
venezolano de estos tiempos es de quien lo perdió absolutamente todo y no
encuentra en ningún ángulo que mire, referencias que lo sujeten a sus
principios ni valores que le daban protección. La Venezuela que se avecina es
una nación que se perfila como resultado de un sostenido empobrecimiento, una
devastación bélica donde su parque industrial ha sido destruido, comenzando por
su principal industria petrolera: Petróleos de Venezuela, Sociedad
Anónima-PDVSA.
La
industria petrolera venezolana en la práctica es una empresa que está en
bancarrota, total y absolutamente desmembrada, donde su principal activo, los
profesionales, fueron despedidos y sustituidos por miembros de los círculos
político-partidistas afectos al régimen totalitario. Hoy, la industria
petrolera venezolana es un inmenso y parasitario depósito de empleados públicos
que realizan actividades ajenas a la naturaleza de la cultura petrolera. Eso ha
llevado a la quiebra de la industria y a la producción de menos de 700 mil
barriles/día de petróleo que no cubre las necesidades internas del país. Los
años que vendrán encontrarán a una sociedad que necesariamente se verá obligada
a privatizar la empresa petrolera nacional para poder reactivarla. Usando su
mayor producción de derivados, gasolina, gasoil y lubricantes, para consumo
interno. Ya los especialistas lo han advertido. No existe posibilidad alguna,
en los próximos 3-5 años de recuperar la producción petrolera. Esto porque los
costos para adecuarla a las nuevas exigencias del mercado internacional hacen
imposible que el Estado, empobrecido y sin recursos, pueda intervenir para
sustituir viejos modelos tecnológicos de producción, reactivar pozos, comprar
maquinaria y equipos, y contratar personal, entre otras grandes inversiones, que
imposibilitan recuperar esta industria que alguna vez estuvo entre las 5 más
grandes e importantes petroleras del mundo.
Sobre
todo la imposibilidad a mediano plazo de recuperar los mercados perdidos, como
los de la costa este norteamericana. Además, sanear internamente esta industria
que cuenta con poco más de 140 mil activistas político-partidistas que medran
en sus instalaciones como los propios parásitos sociales al servicio de jefes
de pandillas. La Venezuela de los próximos 5-10 años va a tener un rostro
industrial un tanto diferente a la tradición que la cultura petrolera marcó en
la sociedad venezolana. Lo inmediato y para salvar lo poco que se pueda de esta
industria petrolera será incentivar, una vez saneada la administración del
Estado, el desarrollo minero al sur del río Orinoco. La Guayana venezolana con
su potencial minero (bauxita, hierro, oro, diamante, cobre, coltán), en un área
que sobrepasa los 100 mil kilómetros cuadrados, podría darnos la posibilidad de
salir en el mediano plazo de la pobreza, la emergencia humanitaria y el atraso
tecnológico donde nos encontramos. Sólo en oro Venezuela posee, con reservas
probadas, poco más de 7 mil toneladas de mineral aurífero. Agregaríamos,
además, el potencial desarrollo turístico con la recuperación de la
infraestructura hotelera y de posadas que existen a lo largo del territorio
nacional.
Devolver
las empresas expropiadas a sus legítimos dueños y otorgar a consorcios privados
la administración de gran parte de las edificaciones públicas mal
administradas. Para ello, sin embargo, será necesario contar con fuentes
energéticas que muevan este músculo industrial. Eso lo tenemos al norte
venezolano. La costa caribeña venezolana es, en casi todo el frente costero,
sobre todo en el noreste, fuente de nuevas energías de bajo costo y ecológicas,
solar y eólica, que brindarían la base para este nuevo desarrollo industrial
venezolano. Las nuevas fronteras de desarrollo industrial que se avizoran para
el país no son fantasiosas. Están soportadas en estudios desde hace varios años
por especialistas que han venido advirtiendo del modelo equivocado para un país
con poco más de 30 millones de habitantes, con un desarrollo monoproductor de
tanto riesgo.
Diversificar
el desarrollo industrial, avanzar en su privatización como una economía de
libre mercado, y sobre todo, desaparecer la nociva influencia del Estado en la
economía y disminuir su presencia, dejando que los mercados internacionales y
nacionales, privados, sean quienes participen con sus emprendimientos. Que el
Estado-gobierno sólo participe estableciendo leyes que fijen las reglas claras
en la economía, será la única posibilidad de construir una nación próspera, sin
prejuicios, sólida y solvente, ajena a la parasitaria visión populista, sea de
izquierda o derecha, de amparar a políticos, corruptos, pandilleros y demás
holgazanes y malvivientes que andan por las calles promocionando la pobreza
como propaganda política que en su locura, usan las instituciones, industrias,
fábricas y demás entes del Estado, para destruir el patrimonio económico de
todos.
Juan
Guerrero
@camilodeasis
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