Luis Manuel Esculpí 16 de febrero de 2016
@lmesculpi
Obvio
que era previsible que el TSJ sería el principal instrumento del gobierno para
intentar anular la acción de la Asamblea Nacional. La designación en un proceso
apresurado incumpliendo con disposiciones constitucionales y legales de los
nuevos magistrados, después de apresurar y forzar jubilaciones, obedecían
precisamente a que ya se habían paseado por la posibilidad de perder la mayoría
en el órgano legislativo.
No
imaginaban que las fuerzas agrupadas en la MUD obtendrían la mayoría calificada
de dos tercios, por ello apelaron a la trampilla de impugnar los diputados del
estado Amazonas.
Ahora
la más reciente demostración de obsecuencia del tribunal al poder ejecutivo, es
la decisión sobre la emergencia económica;
empleando diversos artilugios, para nuevamente forzar una decisión al
margen de la Constitución y las leyes. Sin el menor recato, sin el mínimo
intento por guardar las apariencias,
muestran su disposición de estar dispuestos a todo para cumplir con los
designios del gobierno. No les importa enfrentar a un poder legitimado por la
voluntad popular muy recientemente, siendo ellos electos en un proceso de
segundo grado sumamente cuestionado, demostrando así su desprecio por la regla de oro de la
democracia.
Al
instalarse la Asamblea -hace poco más de un mes- la oposición manifestó su
voluntad de no propiciar una confrontación entre poderes, sin embargo la
confrontación está planteada y en las actuales circunstancias es imposible
eludirla. El gobierno que formalmente reconoció los resultados electorales del
seis de diciembre, en la práctica los desconoce cuando ignora las facultades
del poder legislativo y usa el control que ejerce sobre otro poder para ignorar
la voluntad soberana expresada por los venezolanos.
La
confrontación es un dato de la realidad, un elemento político que se añade a la
grave crisis que atravesamos en lo económico y social. Ya ni las posturas más
conservadoras imaginan un desenlace en tres años, los tiempos parecen
acortarse, la situación tiende a agudizarse cada vez más, la galopante
inflación, la inmensa escasez de alimentos y medicinas, junto a la crisis de
los servicios, conforman un cuadro que tienen a la mayoría del país al borde de
la desesperación.
No se
trata sólo de la mayoría que se expresó en diciembre, el descontento trasciende
a densos sectores que comienzan a exigir
una respuesta a la conducción opositora. Se están promoviendo iniciativas desde
campos que antes acompañaron al oficialismo, donde existe la convicción que
para salir de la crisis es necesario el cambio de rumbo y que Maduro y sus
acólitos, no están en capacidad de producir el viraje necesario. En ellos
también está presente la necesidad del cambio político.
La
Mesa de la Unidad se ha comprometido ha seleccionar la ruta constitucional,
democrática y electoral, desbrozar el camino para alcanzar el objetivo. Retomar
la iniciativa, tomando en cuenta los tiempos constituye una imperiosa necesidad
para las fuerzas democráticas. La capacidad, el ingenio, la perseverancia,
resiliencia y destreza demostrada en el diseño de una estrategia política
exitosa, es una exigencia que debe ser renovada, para colocarnos a la altura de
la nueva situación.
Hay
algunas claves para recorrer con éxito la ruta que adoptemos; mantener y
consolidar la experiencia unitaria, actuar con tal amplitud que posibilite la
incorporación de nuevos elementos a la lucha democrática, concentrar los
esfuerzos sin desviarnos del objetivo planteado y desplegar toda nuestra imaginación y creatividad en la
acción inmediata. Si así lo hacemos sin sobrestimarnos, ni subestimar al
adversario podremos alcanzar la victoria
y nos colocaremos -lo afirmamos sin exagerar- a la altura de una verdadera
exigencia histórica.
@lmesculpi
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