Luis Manuel Esculpí 02 de febrero de 2016
Como
era previsible el centro de atención política se ha trasladado a la Asamblea
Nacional. La importante victoria obtenida por las fuerzas democráticas ha
rescatado el rol de la instancia legislativa como órgano esencial del debate
político nacional. De allí la justeza de la decisión adoptada para garantizar
que los principales dirigentes de las organizaciones políticas, se situaren en
esa importante tribuna.
En
pocos días de gestión la nueva mayoría ha mostrado significativas diferencias
con la anterior conducción: la presencia de los representantes de los medios de
comunicación en sus diferentes actividades, la comparecencia de sectores
afectados por problemas nacionales a las comisiones que los tratan, e incluso
la calidad de los debates son apenas unos rasgos, que apuntan a balancear
positivamente el papel que puede cumplir el parlamento con una dirección
distinta.
También
era previsible -en alguna medida- la resistencia que ofrecería el ejecutivo a
las ejecutorias del legislativo, Maduro nunca ocultó el propósito de usar el
Tribunal Supremo de Justicia para obstaculizar la labor de la Asamblea
Nacional.
En su
repetitivo discurso el Presidente evidencia -por lo menos en público- él no
haber asimilado la lección de diciembre, pretende actuar como si nada hubiese
ocurrido. Ante la gravedad de la crisis económica, insiste en "correr la
arruga", anunciando que pronto hará importantes anuncios, para recurrir
siempre al mismo ritornelo. Tímidos reconocimientos de la existencia de una
"difícil situación", resultan tremendamente insuficiente, el tiempo
sigue transcurriendo y ya no dispone de él. A medida que pasan los días los
problemas se agudizan y las soluciones serán más costosas. Su reacción después
de la derrota y el abordaje de todo lo relacionado con la gravedad de la
crisis, ha evidenciado frente a sectores que incluso antes lo respaldaron, su
incapacidad para conducir al país y su indisposición para dar un golpe de
timón.
Este
cuadro resulta verdaderamente alarmante y coloca a la oposición frente a nuevos
y relevantes desafíos, si bien es cierto -como señalamos al inicio- que el
haber alcanzado la mayoría parlamentaria y desde allí estar realizando una
importante labor de contacto y comunicación con sectores y comunidades
duramente afectados por la crisis general, constituye un avance significativo
en nuestra lucha; también es cierto lo que siempre afirmamos: este sería un
paso fundamental para alcanzar el cambio político y que podría despejar el
camino para lograr el objetivo.
La
Mesa de la Unidad Democrática tiene que asumir la urgencia de los nuevos
desafíos: elaborar la ruta para avanzar y alcanzar el cambio político es una
tarea urgente y exigente a la vez, de tal magnitud que requiere trascender el
ámbito parlamentario y demanda de la dirección un esfuerzo de imaginación y
creatividad, de adecuación teórica y orgánica a la nueva realidad.
La
capacidad demostrada por la dirección en el diseño de políticas, en perseverar
sin distraerse de los objetivos y metas trazadas, tiene que ponerse en acción
con renovados bríos, para situarse nuevamente a la altura de las exigencias
actuales. Con la firmeza y el aplomo que ha caracterizado el comportamiento de
la MUD -superando sus limitaciones y carencias- debe asumir los desafíos
decisivos del presente. Por encima de cualquier interés parcial o grupal estará
siempre el interés nacional que hoy demanda con urgencia el cambio de rumbo.
Como en otros momentos nos colocaremos a la altura de sus demandas, para
alcanzar el cambio, avanzar en la reconstrucción del país y superar este triste
capítulo de nuestra historia.
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