Por Víctor Salmerón
El año pasado una cantidad muy
importante de los venezolanos cayó en el pantano de la pobreza por ingresos. La
aceleración sin precedentes de la inflación, la escasez y el desplome de la
producción en la mayoría de las empresas destruyeron la riqueza y evaporaron la
calidad de vida en millones de hogares.
Tras meses de expectativa, el
miércoles de esta semana el país se sentó frente a los televisores para
escuchar el anunció de medidas económicas que hizo el Presidente de la
República, pero Luis Pedro España advierte que el primer mandatario no informó
nada capaz de detener el deslave social.
Sociólogo y exdirector
del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad
Católica Andrés Bello, Luis Pedro España ha colocado a la pobreza como el
objetivo de estudios que permiten conocer lo que se esconde tras la cortina de
cifras que registran a millones de personas incapaces de alimentarse o que
habitan en viviendas construidas con material de desecho. No duda en señalar
que el deterioro que sufre el país es de tal magnitud que comer algo distinto a
arroz, pasta y harina de maíz precocida es un nuevo signo de distinción social.
De acuerdo con la
Encuesta de Condiciones de Vida 2015, la pobreza estructural arropó a 30% de
los hogares del país. Y usted advirtió que sin medidas urgentes en 2016 esa
cifra podría llegar al 45%, tope histórico en los últimos 16 años. Nicolás
Maduro anunció un plan de subsidios directos para 796 mil familias, un plan de
obras públicas, cambios en la Misión Alimentación y el incremento del salario
mínimo. ¿Eso podrá detener el deterioro?
Las familias se atornillan en
la pobreza cuando por efecto de la inflación se consume menos, cuando comienza
la deserción escolar y miembros del hogar como el ama de casa y el
joven o la joven de 15 años ingresan al mercado de trabajo de manera precaria a
hacer cualquier cosa. También interviene la venta de activos: la situación
obliga a vender el taxi, el puesto en el mercado o la participación en un
carrito de perros calientes. La creación de planes específicos para detener
estos procesos es muy necesaria y esos son temas inexistentes para el
gobierno. Además, es necesario el relanzamiento económico del país. Sin
crecimiento es imposible reducir la pobreza y reformular la política social:
hay que pasar de los subsidios y el reparto de bienes al fortalecimiento de las
capacidades productivas.
¿La tarjeta Misiones
Socialistas que el presidente Maduro mostró en pantalla, y que es como una
tarjeta de débito con chip electrónico con el cual las familias elegidas
recibirán un subsidio directo, puede ayudar a detener el descenso del consumo?
El subsidio directo fue muy
incompleto, publicitario, como ha sido la postura del gobierno en los temas de
la política social. Mostró la tarjeta y el chip, dijo que era para
los “hogares de la patria”, habló de 796 mil familias que representan alrededor
de 11% del total de las familias del país. No tenemos idea de si hubo un
mecanismo de selección. Seguramente no, porque el gobierno no se ha
caracterizado por ser muy selectivo en su política social, fuera de criterios
políticos. Pero no sabemos el monto ni si las 796 mil familias
van a recibir el subsidio de una vez, si es sólo para ellas o abarcarán más, ni
dónde va a funcionar la tarjeta o cuándo comienza a ser operativa. En fin, es
un anuncio muy vago.
También se anunció un alza del
salario mínimo que aumenta desde 9.649 bolívares a 11.578 y que, al añadir el
bono de alimentación, alcanza los 24.800 bolívares. Pero hay que tomar en
cuenta que ocurre en medio de una inflación sumamente alta. Sólo
durante el cuarto trimestre de 2015 la inflación de alimentos fue de
42,2%.
Así es. Se trata de un
incremento que está muy lejos de compensar la inflación. Alguien podría decir
que la reducción del consumo no ha sido del mismo tamaño de la caída del
ingreso, pero nadie está esperando que eso sea así: no es lineal. Y el otro
anuncio, el del plan de obras públicas por 198 mil millones de bolívares, no es
más que un intento por compensar la estrepitosa caída de 23,8% que sufrió el
sector de la construcción en 2015. En dado caso, lo que ha debido anunciar es
un plan para recuperar la manufactura, pero para eso tendría que solucionar la
falta de divisas.
También se anunció la
intervención de los Abastos Bicentenario y la creación de la Corporación Única
del Sistema de Alimentación que se apoyará en las bodegas y la red de
establecimientos de Mercal. ¿Qué opina?
El gobierno descubrió que
parte de quienes compran en Abastos Bicentenario son revendedores. Entonces, la
idea es que habrá centros de acopio para los bodegueros. En realidad se trata
de revivir la idea de Proal, un sistema que creó el segundo gobierno de Rafael
Caldera y que básicamente consistía en centros de acopio que abastecían a los
bodegueros que iban a comprar allí los productos a precios regulados. Para
informar a las comunidades, las bodegas tenían un letrero que las identificaba
como un local Proal. Eso más o menos funcionó, aunque había sobreprecio en los
productos, pero era un contexto en el cual no existía la escasez, sino sólo
inflación. ¿Cómo vas a hacer, en un contexto de escasez como el actual,
para controlar que la harina, el arroz, el aceite, la pasta, que le vendan en
el centro de acopio al bodeguero no se revenda con un gran sobreprecio en el
barrio? La realidad es que el gobierno no anunció nada para resolver el problema
de oferta. Entre otras cosas, ¿cómo van a enfrentar un problema de oferta
hablando del “pelucón gorgojo”? Ése es un discurso inservible que sólo genera
más problemas de confianza.
Usted ha señalado que hay una
contracción muy importante en el consumo de alimentos. ¿Cree que se va a
agudizar?
Hasta 2014 el Instituto
Nacional de Estadística difundía unas encuestas muy buenas de lo que se
denomina técnicamente el consumo aparente. Se le
dice aparente porque es una contabilización de lo que los hogares
tienen en las despensas y, transcurrido un tiempo determinado, se constata de
nuevo. Esa cantidad, distribuida por la cantidad de personas en el hogar,
arroja un indicador de consumo en distintos rubros. Al comparar 2012 con
2014, el último año que publica el INE, el consumo de cereales cae 8% en
términos globales y en ítems específicos como la harina de maíz precocida el
descenso fue de 21%, en las pastas de 13%, en carnes la caída promedio es de 4%
pero al verlo por rubros la mortadela cae 10% y, como sabemos, ésa es una de
las proteínas más baratas. En el caso de los lácteos, la caída de la leche en
polvo es de 17% y en la leche líquida pasteurizada de 11%. No hay cifras
de 2015 porque o el INE no siguió publicando las cifras o no hizo las
encuestas, pero ante el resultado de inflación de 2015 es lógico pensar que
esta reducción del consumo se ha agudizado.
Ha explicado que la
alimentación se ha convertido en una nueva fuente de desigualdad en el país.
¿Podría explicar esta idea?
Hay una nueva desigualdad basada
en la cotidianidad. Un estudio realizado durante el último trimestre de
2015 y elaborado por la firma Plataforma Informativa, donde trabajo junto al
politólogo Ángel Oropeza, consistió en indagar sobre este aspecto. El resultado
fue que 25% de los venezolanos dice que diariamente emplea hasta tres
horas para comprar alimentos básicos. Otro 25% entre tres y cinco horas y el
50% restante más de cinco horas. La mitad de este 50%, el 25% de los
venezolanos, dice que emplea hasta diez horas. Es decir: para un
cuarto de la población su principal actividad es buscar alimentos en los
centros de distribución públicos y privados.
¿Hablamos de las personas de
tercera edad y adolescentes de los hogares de más bajo ingreso?
Es evidente que quienes
emplean más horas son las personas de los estratos pobres. Y la población que
se puede dedicar todo el día a buscar alimentos es la que está en condiciones
de inactividad: amas de casa, tercera edad, jóvenes y adolescentes que no
asisten a clases determinados días de la semana. Y el inactivo es inactivo por
algo, no porque está desocupado. Un ama de casa es muy importante porque se
ocupa del hogar y en el barrio la casa nunca puede estar sola. Además
alguien tiene que limpiar, cocinar y cuidar a otros miembros del hogar como
niños, ancianos, discapacitados.
¿Y el tipo de alimento que se
consume en mayor proporción no está influyendo en la desigualdad?
Sí. Con base a la Encuesta de
Calidad de Vida 2015 se construyó una escala de Guttman, cuya idea en materia
de estadística era muy sencilla: quien corre diez kilómetros, por ejemplo,
puede correr ocho, cuatro o uno, pero también se aplica al revés,
quien solo corre cuatro kilómetros no puede correr diez. Entonces se
crearon cuotas por tipos de alimentos jerarquizados y el resultado es que quien
consume frutas todas las semanas puede comprar todos los alimentos que desee y
aquí se ubica el estrato A-B que es el 20% de la población. En los estratos
medios es el pollo: quien consume pollo todas las semanas no puede hacer lo
mismo con la carne, por ejemplo, pero sí lo hace con el resto de los alimentos.
En los sectores pobres el alimento que hace el corte es el arroz: si alguien
compra arroz todas las semanas también puede comprar harina, pasta y grasas
como aceite, mayonesa y margarina. En el estrato E el alimento que más se
consume es la pasta, cuyo gran atributo es que quita el hambre.
¿Los alimentos de consumo
masivo son un signo de distinción social?
Así es. Ahora hay diferencia
social en este aspecto y eso es algo muy nuevo, podríamos decir que de 2012
para acá. Los alimentos de consumo masivo pasaron a ser una marca de clase. Ya
lo que te diferencia no son los viajes o comer en la calle. Estamos tan mal que
éste es un país donde mayoritariamente se come harina, pastas y arroz. Un
elemento de distinción social, en el sentido de lo que decía Pierre Bourdieu,
es comer algo distinto a estos tres alimentos. Es claro que este tipo de
alimentación debe tener consecuencias en términos de salud.
En sus artículos ha señalado
que el gobierno está preocupado por sus problemas y no por la población. ¿Por
qué afirma esto?
Desde el punto de vista
económico, todo lo que hace el gobierno es para que sus cuentas cuadren. Por
ejemplo: no le importa emitir dinero para cubrir el déficit fiscal, así eso
genere inflación. Está el tema de Cavidea: no se le asignan divisas para
mejorar el abastecimiento porque sería reforzar a la oligarquía
parasitaria, según entiende el gobierno.
Aunque la situación social es
explosiva por el aumento de la pobreza, el desabastecimiento y la inseguridad,
lo cierto es que no ha habido episodios de violencia callejera masiva. ¿Es
posible indicar por qué?
Lo que podríamos es revisar
las causa de por qué no la ha habido. Diría que, en primer término, está
la percepción de que te están vigilando. Eso es algo que en los sectores
populares se siente: la gente se siente vigilada. Luego está el aprendizaje: la
población aprendió que en un conflicto son ellos mismos quienes se van a ver
más afectados y conoce la politización de la delincuencia, que en Venezuela no
es un secreto. Esos son contenedores sociales, pero no duran para siempre.
Estamos a las puertas de mayor desabastecimiento y de fallas en el
servicio de agua, que en Venezuela suele ser un desencadenante de protestas y
cierres de calles. Además, el tema del agua genera fallas eléctricas. Por eso
no es descartable que surjan problemas desorden social.
¿El gobierno de Maduro ya no
puede afrontar esta crisis?
Eso ya es un tema de
percepción pública. En las encuestas realizadas durante la campaña electoral
para la Asamblea Nacional queda clara la percepción de que Nicolás Maduro
eraincapaz: ése era el adjetivo que utilizaba la mayoría de la población.
¿Qué opina de la discusión
sobre si quienes han sido beneficiarios de la Misión Vivienda deben recibir un
título de propiedad, como es usual en el país, o de propiedad familiar, como
defiende el gobierno?
Me parece que entregarle a la
gente una vivienda con un tipo de propiedad distinto al tradicional parte de la
idea de que el venezolano es un inconsciente que va a vender la vivienda para
beber aguardiente. Se trata de una desvalorización del pueblo, una concepción
típica de los militares. Después de la tragedia de Vargas de 1999, trabajé
para la Organización de las Naciones Unidas evaluando los refugios y en Fuerte
Tiuna un coronel me dijo que la Fuerza Armada es un instrumento de civilización
que todos los años recibe un contingente de sesenta mil malandros y, a los
nueve meses, le devuelve al país 60 mil republicanos. Creen que Venezuela
necesita un gran servicio militar: piensan que el pueblo venezolano tiene que
ser conducido, que no tiene derecho a ser libre.
19-02-16
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico