Por Ricardo Hausmann
En el plano interno, el
escenario más probable es un inminente colapso económico y una crisis humanitaria.
A nivel internacional, implicará el mayor y más desordenado impago de deuda
soberana de los mercados emergentes desde la crisis argentina de 2001. La
situación se agrava por la incapacidad del sistema político, en la actualidad,
para hacerle frente a la situación.
¿Por qué Venezuela? En
primer lugar, porque mientras la mayoría de otros países exportadores de
petróleo utilizaron el boom de los precios para ahorrar un poco de dinero,
el ex presidente Hugo Chávez, que murió en 2013, lo utilizó para cuadruplicar
la deuda externa. Esto le permitió gastar dinero como si el precio promedio del
barril de petróleo hubiese sido de US 197 dólares en 2012, cuando en
realidad fue sólo US 111 dólares. También lo utilizó para mutilar el sector
privado a través de confiscaciones y controles de importación. Con el final del
boom, el país terminó en una situación desesperada.
El año 2015 fue un annus
horribilis en Venezuela con una caída del 10 por ciento del Producto
Interno Bruto, después de un descenso del 4 por ciento en 2014. La inflación
llegó a más de 200 por ciento. El déficit fiscal se disparó a 20 por ciento del
PIB, financiado principalmente por la imprenta.
En el mercado libre, el
bolívar ha perdido el 92 por ciento de su valor en los últimos 24 meses, con el
dólar costando 150 veces la tasa oficial: el mayor diferencial de tipo de
cambio jamás registrado. La escasez y las largas colas en las tiendas han hecho
la vida diaria muy difícil. No es extraño que el gobierno perdiera las
elecciones para la Asamblea Nacional en diciembre.
Con lo malo que son estos
números, los del 2016 se ven dramáticamente peor. Las importaciones, que
ya habían sido comprimidas en un 20 por ciento en 2015 a US 37 mil millones de
dólares, podrían caer más en un 40 por ciento adicional, aún cuando el país
detuviera el servicio de su deuda.
¿Por qué? Si los precios del
petróleo se mantienen en los niveles promedio de enero, las exportaciones en
2016 serán inferiores a US 18 mil millones de dólares, mientras que el servicio
de la deuda tendrá un costo de más de US 10 mil millones de dólares. Esto deja
menos de US 8 mil millones de dólares de los ingresos corrientes para pagar las
importaciones, una fracción de los $ 37 mil millones importados en 2015. Las
reservas internacionales netas son menos de US 10 mil millones de dólares y el
país, con el de mayor riesgo en el mundo, no tiene acceso a los mercados
financieros.
Mientras tanto, el gobierno
no ha anunciado ningún plan para hacerle frente a los desequilibrios internos o
el problema de balanza de pagos. No tiene ninguna estrategia para buscar la
ayuda financiera de la comunidad internacional. Ni siquiera ha aumentado los
precios de la gasolina desde su nivel actual, donde con un dólar se compran más
de 10.000 litros.
Por el contrario, la
oposición, que ahora controla la Asamblea Nacional, está luchando para que su
autoridad sea reconocida por los otros poderes. No está en condiciones de
conducir un ajuste económico. Incluso el mejor y más estable gobierno no puedo
evitar tener un pésimo rendimiento en tales circunstancias. Pero en medio de
una crisis política, las cosas van a ser aún más complicadas.
Las consecuencias para los
vecinos de Venezuela y la economía global serán sustanciales. Colombia ya ha
sentido el impacto de la decisión de septiembre de Nicolás Maduro, el sucesor
de Chávez como presidente, de cerrar la frontera para evitar el contrabando. A
los exportadores a Venezuela se les debe decenas de miles de millones de
dólares por las facturas pendientes de pago.
En estas condiciones, un
impago (default) desordenado, en una escala similar al de la crisis argentina,
es casi inevitable. Y no serán sólo los venezolanos los que se lastimen.
Frente a este problema, los
países vecinos y la comunidad internacional han permanecido sorprendentemente
pasivos. Parecen haber olvidado que el Fondo Monetario Internacional se creó
para evitar que los países causan daño a los demás a través de sus políticas
económicas. El Artículo IV de su carta fundacional, aprobada en 1944, faculta
al FMI para llevar a cabo un monitoreo de la economía de los países miembros.
La obligación de aceptar dicha vigilancia es el corolario del derecho del resto
de los países a ser informados sobre lo que ocurre en otros lugares. Sin
embargo, los otros países no pueden saber lo que está sucediendo ahora en
Venezuela porque el gobierno no se lo ha permitido al FMI desde 2004, violando
sus obligaciones en virtud del artículo IV.
Para proteger a sus
economías del caos que se avecina, los países deben empezar por ejercer presión
para que la supervisión del FMI se realize inmediatamente, restaurando
así su derecho (y el de la sociedad civil venezolana) de saber cuál es la
situación actual.
Es probable que sea
demasiado tarde para evitar la catástrofe venezolana por completo. Sin embargo,
para reducir su duración e intensidad, el país necesita adoptar un plan
económico sólido que pueda reunir un amplio apoyo financiero internacional.
Esto es poco probable que suceda, mientras el Sr. Maduro permanezca en el poder.
Pero la transición se verá facilitada por las señales internacionales positivas
de la voluntad de apoyar a un gobierno alternativo que pueda formular una ruta
creíble hacia la recuperación. Este no es el momento de permanecer al margen.
El autor es director del
Centro para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard
Financial Times | Traducción libre del inglés por
lapatilla.com
04-02-16
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