Por Sara Schaefer Muñoz
CARACAS—Hasta el mes pasado,
cuando la universidad pudo reabrir sus puertas en medio de serios problemas
presupuestarios, William Saavedra, un estudiante de ortodoncia de 22
años, y algunos de sus compañeros ofrecían exámenes dentales gratuitos a la
población en una silla de dentista ubicada en la ajetreada Plaza Brión de esta
capital.
Su motivación no era
puramente altruista: esta era la única forma en que podían acumular horas de
experiencia clínica. A Saavedra le faltaba sólo un año para graduarse cuando su
facultad, que pertenece a la mayor universidad pública del país, suspendió las
clases el pasado septiembre en medio de un recorte de 70% en el presupuesto,
una huelga de profesores y la falta de suministros, desde guantes de látex a
bombillos eléctricos.
Estudiantes de odontología
improvisan una clínica en una azotea para dar exámenes dentales gratuitos a
residentes de bajos ingresos de un barrio pobre. La facultad de odontología de
la UCV suspendió las clases en septiembre ante un recorte del 70% del
presupuesto, una huelga de los profesores y la falta de suministros, de guantes
de látex a bombillos. Las clases se reanudaron en enero, pero la crisis está
lejos de terminar. PHOTO: MIGUEL GUTIÉRREZ PARA THE WALL STREET
JOURNAL.
“La idea no es quedarse en
la casa o tomarse unas vacaciones”, dice Saavedra, un muchacho delgado y con
cara de niño, hijo de un ortodoncista. “Buscamos actividades aunque no tenemos
clase”.
La Universidad Central de
Venezuela, donde estudia, ha vuelto a dar clases, pero las condiciones muestran
que la profundización del colapso económico del país está también causando otra
crisis, que se desarrolla en cámara lenta: la desintegración del sistema de
educación pública, alguna vez considerado uno de los mejores de América Latina.
Fundada en Caracas en 1721,
esta casa de altos estudios es el buque insignia del sistema universitario
público de Venezuela. En los últimos cuatro años, dicen los administradores, ha
perdido casi una cuarta parte de sus 4.000 profesores después de que la
inflación dejó a muchos de ellos ganando jornales equivalentes al precio de una
lata de atún. El presupuesto mensual para suministros y administración de su
facultad más grande, que enseña ciencias sociales, economía y administración de
empresas a cerca de 7.000 estudiantes, ronda el equivalente de US$186 en el
mercado negro.
Los estudiantes deben
completar horas de laboratorio en esta deteriorada instalación de la UCV en
Caracas. La universidad ha sido duramente golpeada por los déficits
presupuestarios. Los críticos dicen que la consiguiente escasez de
profesionales cualificados, exacerbados por una continua fuga de cerebros,
obstaculizará la capacidad del país para salir de su crisis económica. PHOTO: MIGUEL
GUTIÉRREZ PARA THE WALL STREET JOURNAL.
Tratar de revertir el daño
es una prioridad para la oposición venezolana, que en las elecciones de
diciembre obtuvo la mayoría de escaños en la Asamblea Nacional. Un comité de
nueve miembros se ha reunido con estudiantes, profesores y decanos, y planea recomendar
que parte del considerable presupuesto militar de Venezuela sea canalizado a
las universidades, dice Juan Andrés Mejía, un legislador de oposición
y miembro del comité. Sin embargo, no está claro si se llevará a cabo, dado el
enfrentamiento del gobierno del presidente Nicolás Maduro con la
oposición sobre nuevas iniciativas.
“Ahora tenemos crisis
petrolera, entonces el país debe aumentar su productividad en otras áreas”,
dice Mejía. “¿De dónde va a venir este talento cuando las universidades cierren
sus puertas?”.
Más de un millón de
ciudadanos con educación superior ha abandonado Venezuela, según Tomás
Páez, sociólogo de la Universidad Central, que ha estudiado el fenómeno.
Como resultado de la fuga de cerebros y la continua crisis universitaria, dicen
economistas y expertos en educación, el país enfrenta un grave déficit de
trabajadores calificados, incluyendo emprendedores y cirujanos.
“Necesitamos gente educada
para sacarnos de la situación en que estamos”, asevera Ulises Rojas,
vicerrector académico de la Universidad de Carabobo.
Estudiantes de odontología
de la UCV tomaron la iniciativa de establecer clínicas improvisadas para
residentes de bajos ingresos de Caracas porque era la única forma en que podían
conseguir la experiencia clínica que necesitan para graduarse después de que
las clases fueran suspendidas el año pasado. PHOTO: MIGUEL GUTIÉRREZ
PARA THE WALL STREET JOURNAL.
Las universidades públicas
son responsables de ocho de cada 10 diplomas universitarios que se otorgan en
Venezuela. El resto corresponde a instituciones privadas y a la red de las
llamadas universidades bolivarianas, creadas por el gobierno izquierdista del
presidente Hugo Chávez con el objetivo declarado de educar a los
estudiantes para que apoyen la revolución del pueblo.
Las universidades públicas
sufrieron bajo Chávez, que fue presidente entre 1999 y 2013, y su sucesor
Maduro. Los recortes presupuestarios, la creciente escasez y una tasa de
inflación que el año pasado llegó a 275% han agotado las becas de alojamiento
para estudiantes y postergado obras de mantenimiento básico. Muchos profesores
han huido al exterior.
Los detractores dicen que el
gobierno no escatima fondos para las fuerzas armadas o las ideologizadas
universidades bolivarianas.
“La única importancia de la
educación para el gobierno socialista ha sido la utilización de un mecanismo
para convertir a los jóvenes a la ideología socialista y marxista”, afirma
Páez.
En 2014, el entonces
ministro de Educación, Héctor Rodríguez, causó un escándalo cuando
dijo: “No es que vamos a sacar a la gente de la pobreza para llevarlas a la
clase media y que pretendan ser escuálidos”, un término ampliamente usado por
los chavistas para referirse a la oposición. Un documento oficial de planificación
educativa de 2013 fija como meta “impulsar la transformación universitaria (…)
en torno a los objetivos estratégicos del proyecto nacional”.
Funcionarios de educación
del gobierno no devolvieron las llamadas en busca de comentarios.
Después de años de recortes
presupuestarios y de tensión entre las universidades y el gobierno, en agosto
Maduro apretó aún más los tornillos, exigiendo que las universidades acepten
entre 50% y 75% más de nuevos alumnos, muchos de familias pobres. Sostuvo que
la actual competencia para ingresar a las mejores universidades públicas,
basada en méritos, favorecía a los ricos.
Sin embargo, al tiempo que
obligaba a ampliar la inscripción de alumnos, el estado recortó los
presupuestos universitarios para 2016 entre 70% y 80%. Las universidades
públicas consideran que el objetivo de esos recortes es hacerlas desaparecer.
“No hay suficiente para nada, ni siquiera para los bombillos” de luz, dice Adelaida
Struck, decana de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la
Universidad Central.
Furiosos, los profesores se
declararon en huelga. Algunos se reintegraron a sus puestos a finales de
noviembre y la universidad reabrió sus puertas en enero, pero profesores y
estudiantes creen que la institución se paralizará nuevamente a menos que haya
una gran inyección de fondos.
Mientras tanto, la
delincuencia se ha disparado en los campus. La Universidad de Carabobo ha
solicitado la presencia policial en respuesta a un promedio semanal de cinco
robos a mano armada a estudiantes. Bandas de ladrones les roban teléfonos
celulares, tornos dentales, libros y cualquier cosa que pueda ser vendida en el
mercado negro.
En septiembre, un estudiante
de administración de empresas y contabilidad de 23 años quedó parcialmente
paralizado luego de recibir un disparo durante un robo cuando salía de un
edificio de la Universidad Central a las 6:45 de la tarde Bandas en motocicletas
patrullan regularmente el campus, robando e intimidando a los estudiantes,
cuenta Carlos Benucci, un estudiante de sociología.
“Delincuencia, huelgas,
falta de materiales; sencillamente no tenemos las condiciones normales que los
ciudadanos deben tener para la educación”, dice.
Saavedra contactó
recientemente a la filial local de la multinacional estadounidense Colgate-Palmolive Co., que donó
algunos suministros y dio presentaciones sobre lo último en salud bucal. Para
mantener la moral, el joven organizó luego una fiesta para los estudiantes, que
aparecían disfrazados de molares y caries.
“Estoy frustrado por toda la
pérdida”, dice Saavedra.
—Anatoly Kurmanaev y Juan
Forero contribuyeron a este artículo.
02-02-16
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