Por Daniel Santolo
¡Nada en el horizonte!, grita
el vigía del barco al ser interpelado por el capitán de la nave, respuesta que
no sería grave o preocupante si supiésemos a dónde nos dirigimos, pero nos
encontramos con un barco sin rumbo en alta mar, y peor aún, sin capitán. La
incertidumbre agobia, los marineros no encuentran qué hacer, no hay quién
oriente, el desespero y la angustia es lo que reina, algunos toman los remos
para tratar de avanzar, pero cada quien rema con diferente destino, por si esto
fuese poco, se le suma que las provisiones escasean, y quienes las distribuyen
no lo hacen de la mejor manera, se sigue despilfarrando lo poco que hay, todo
parece conspirar para que el barco no llegue a su destino.
Al desorden
imperante se le suman calamidades de tipo naturales, ya ni el viento sopla para
que las velas impulsen la nave, el agua se agota, pero ni siquiera cae una
lluvia para medio llenar las vasijas que contienen el vital líquido. Pareciera
que el universo conspira para que no encontremos el rumbo para poder llevar la
nave a puerto seguro.
Si estuviésemos en los años de
mil quinientos, en un galeón español o portugués, este podría ser un escenario
normal, pero en el siglo veintiuno, con todos los avances tecnológicos, perder
el rumbo al navegar es cosa del pasado, o de alguna situación más que
extraordinaria.
Preocupante y angustiante es
ver a una nación perder el rumbo, un país que a lo largo de su historia repite
sus mismos errores, basta con escuchar entrevistas realizadas hace treinta años
o más a personalidades venezolanas, las que advertían de la necesidad de
cambiar el modelo político rentista en que el país estaba inmerso, advertencias
que no fueron suficientes para darse cuenta de que se estaba creando un modelo
que nos ha llevado a una cultura que nos aleja del trabajo productivo, e impide
que una gran mayoría de venezolanos asuman responsabilidades y acaten las
normas.
Aquellos que nos vendieron que
Venezuela es un país rico, fueron los primeros irresponsables, lo que terminó
generando la idea de que no había mucho que hacer, más que esperar que el papá
Estado repartiera las ganancias, tamaña irresponsabilidad de aquellos que nos
llevaron a esto, pero peor aún, los que han profundizado en estos últimos años
la cultura rentista del facilismo y la irresponsabilidad. Un país que regala
los servicios públicos, que no cobra el combustible, lo que ha logrado es
construir toda una cultura del derroche, ¿para qué ahorrar agua o
electricidad?, si no se paga por el servicio, o lo que canceló por su disfrute
es algo insignificante. ¿Para qué trabajar por un salario mínimo?, si con
pararme a pedir en una esquina es suficiente, o tal vez obtenga algo más que
ese salario.
La historia es testigo de
gobiernos que abandonaron sus responsabilidades en temas de tan gran
importancia como la salud, la educación, la vivienda, seguridad ciudadana, en
la construcción de un sistema judicial que nos diera verdadera justicia, para
que no reinase la impunidad, dando como resultado la generación de crisis en
todos los ámbitos.
A estos males se les sumó otro
de mayor gravedad, gestado por seudo líderes que promovieron el comportamiento
inadecuado de muchos, esto al invocar una frase que terminó siendo lapidaria:
“yo no pido que me den, póngame donde haiga”, o aquella que también marcó a una
generación, “con AD se vive mejor, ya que los adecos roban pero dejan robar”.
Lo que generó y justificó todas las formas habidas y por haber de corrupción y
complicidad, desde el que se salta la fila, hasta los que se han llevado
inmensas cantidades de dinero a lo largo de los años, sin el menor esfuerzo.
Se escuchan un sinfín de
voces, cada quién con propuestas diferentes en materia política y económica;
hay unos que gritan con mayor fuerza, pero esto tal vez no sea suficiente para
tener la razón; otros que se niegan a cambiar el rumbo de forma obcecada, son a
los que les tocó conducir éstos últimos años el barco, con un rumbo no
compartido por todos, o con un rumbo no definido, “el cómo vaya viniendo vamos
viendo”, otra de nuestras frases célebres.
Una gran mayoría de
venezolanos exigen y reclaman, que llegó la hora de remar todos hacia los
mismos objetivos, fijar el rumbo, que no es más que bienestar, paz y
certidumbre del destino que nos espera, no sea que se cumpla lo que premonizó
hace algún tiempo, Arturo Uslar, “… si por desafortunado azar del destino los
precios del petróleo bajaran, Venezuela sería un caso para la Cruz Roja
Internacional, aquí vendrían a repartir sopas en las esquinas…”.
06-02-16
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