Sofia Torres 18 de febrero de 2016
@soficarol21
Yelena Yanes, psicólogo clínico,
sostiene que ante la crisis económica y social que agobia al país “hemos puesto
en exceso de prueba nuestras fortalezas como seres humanos”.
La también presidenta del Colegio de
Psicólogos del Estado Miranda señala que el venezolano promedio está
neurotizado, con un alto índice de ansiedad, angustia continua y una previsión
negativa de lo que va a ocurrir en su día a día.
Para Yanes lo importante es aceptar
la realidad, explica que no hay nada más perjudicial que su evasión y por ello
hay que buscar las formas de adaptarse a las circunstancias que imponen
restricciones.
Asegura que la ansiedad, el estrés y
la depresión son malos compañeros en este momento y como toda crisis siempre
genera oportunidades, es tiempo de retomar el círculo cercano, familiar y
amistoso.
Miedo e impotencia
El venezolano promedio no tiene
actualmente un buen estado de salud
mental. La ansiedad generalizada conduce a problemas psicosomáticos, a vivir en
permanente alerta.
¿Qué significa que estemos
neurotizados, no saludables?, cuando el ser humano está ante un estado de
alerta normalmente se altera. ¿Qué es un estado de alerta?, pensar que al salir
a la calle algo terrible va a pasar, sentir que podemos perder la vida o ser
víctimas de un atraco mantiene a la persona en una tensión inmensa. Tal situación
no solo ocurre con el caraqueño sino en todo Venezuela.
El miedo tiene mucho que ver con la
posibilidad de enfermedad y muerte. Las
noticias diarias te dicen que si te enfermas no tienes un centro que te preste
la debida atención, tampoco cuentas con
los medicamentos requeridos, por lo que hay una alta probabilidad de morir o
que la gravedad de una enfermedad no tenga cura inmediata.
La desesperación es impotencia y la
impotencia es una de las características principales del venezolano hoy en día.
La impotencia es algo que genera preocupación, tormento y no hay manera de
enfrentar ese algo. Ocurre cuando por ejemplo veo la nevera vacía y tengo que
comprar alimentos para mis hijos, pero para eso necesito mi día de cédula y
hacer una cola sin garantía de que voy a conseguir lo que busco.
Esa desesperación al perder casi un
día en una cola sin el resultado esperado y además recibir una queja de mi
empleador porque falté a mi trabajo hace que pierda la capacidad de resolver y
tenga el riesgo de padecer enfermedades físicas y mentales.
El estrés, una constante
En atención clínica en mi consulta
con personas de nivel medio bajo, medio y medio alto, hemos sabido de colegios
que han aumentado su matrícula más de un 100%, entre 180 y 200%, una locura en
cualquier país del mundo.
La justificación de esos ajustes es el
índice de inflación y de no cancelar ese incremento las instituciones deben
cerrar o bajar la calidad. Hay padres
que tienen 2 ó 3 hijos y los han retirado al tomar la decisión de cambiarlos
para un centro de menor costo y menor
calidad educativa.
Hay gente incluso que ha tenido que
retirar a los niños durante todo un año escolar porque no tienen cómo
pagar y lo digo ya que eso ha sido
reportado en consulta.
También hay casos de representantes
de colegios públicos que tampoco pueden mandar a sus hijos porque no tienen
para cubrir alimentación ni transporte.
No hay que ser psicólogo ni haber
cursado muchos estudios para entender que uno de los elementos más estresantes
en cualquier ciudadanía es la baja calidad de vida.
El mantenimiento de una buena salud
mental depende de la satisfacción de necesidades básicas. El hecho de ir a
trabajar muy temprano y no tener luz ni agua, por ejemplo, repercute en el
rendimiento del día y causa ausentismo laboral y escolar. Creo que ponemos en
exceso de prueba nuestras fortalezas como seres humanos.
Toda persona normal reacciona con
estrés ante elementos estresores, lo que es grave porque no hay atención del
Estado y mucho menos gratuita.
No es conformismo, es adaptación
Recomendar respirar profundo y
apreciar las cosas buenas de la vida es tapar el sol con un dedo y no hay nada
más perjudicial que negar la realidad. Estamos en una profunda crisis social y
económica.
Debemos reunirnos en familia y
entender que las circunstancias han cambiado de una manera drástica y
significativa y que tardaremos un tiempo importante para revertirlas.
Hay que aceptar la realidad actual,
tal cual como hacemos los psicólogos de emergencia y Psicólogos Sin Fronteras
ante un evento catastrófico. No podemos decir que no ha pasado nada sino
plantearnos cómo enfrentamos la
situación de crisis natural o de otra
índole.
Si antes se destinaban recursos a
diversión y comidas fuera de casa ahora hay un escenario que te indica que eso
no puede continuar. Es momento de retomar las fortalezas que tenemos como
venezolanos.
Se deben precisar en discusiones familiares
las prioridades: ¿pagar el condominio o ir al cine?, ¿hacer mercado o comprar
una comida rápida el fin de semana?
Otra de las cosas que se pueden hacer
es intercambiar películas entre amigos para mantener el esparcimiento. No se
trata de conformismo sino de adaptación para no vivir permanentemente en la
sensación de escases y limitaciones.
Los adolescentes no pueden salir como
lo hacían anteriormente por la inseguridad
y por razones económicas, entonces durante los últimos dos años se han
hecho frecuentes las reuniones de jóvenes en la casa y los padres deben
comprender que estas reuniones tienen que extenderse hasta las 6 y 7 de la
mañana del día siguiente, para no transitar de madrugada por la calle. Es
posible celebrar y compartir.
Caminar y hacer ejercicios son
alternativas para distraerse, siempre las hay.
El venezolano estaba acostumbrado a
vacacionar fuera del país hay que ver
cómo hacemos para disfrutar del turismo nacional, cuidándonos. El tema de la
inseguridad es protagónico y luego buscar la forma de rendir el poco dinero del presupuesto familiar.
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