Por Luz Mely Reyes
Era el lunes 10 de diciembre
de 1983. Aquella mañana Ulrike Poppe, una joven de 29 años, regresaba a casa
desde un hospital berlinés adonde había llevado a sus hijos, la niña de 2
años y el niño de 4. De pronto, unos hombres la retuvieron. Eran miembros de la
temible Stasi (el órgano de inteligencia de gobierno de la República
Democrática de Alemania). La orden era apresarla. Poppe sabía que ella podía
ser blanco de una detención pero no estaba preparada para dejar que esos
hombres se llevaran a los niños. Comenzó a gritar, varias personas se
dieron cuenta de lo que ocurría y, antes de que el escándalo fuese mayor en
aquella calle de Berlín Oriental, los agentes decidieron escoltarla a su hogar
para que dejara a los pequeños antes de llevarla presa.
Cuando llegó a su casa ya la
policía la estaba allanando. Ella entregó los niños a su entonces esposo.
Luego fue llevada a la cárcel.
Después de 24 horas de
interrogatorio, los acusadores concluyeron que ella debía permanecer presa. Le
imputaban traición a la patria.
Poppe, casada para aquel
momento con un físico- desempleado por ser opositor al gobierno-, madre de dos
hijos y activista por la paz, enfrentaba prisión de dos años al menos, según el
mandato del Politburó.
“Lo más duro para mí, mientras
estuve en prisión es que no pude ver nunca a mis hijos”, relata en un café
caraqueño, mientras fuma un cigarrillo, unas horas antes de partir al
aeropuerto para regresar a Berlín.
Ulrike Poppe es activista de
derechos humanos, fue prisionera del régimen comunista de la ex Alemania
Oriental y miembro del movimiento Democracia Ahora, y estuvo en las mesas
redondas que lograron conciliar distintas posiciones para hacer la transición
hacia la democracia en ese país europeo.
Desde 2009 es la “Encargada del Estado
de Brandenburgo”, para tratar temas referentes a las consecuencias de la
dictadura comunista.
Justo por su papel en estas
mesas que se desarrollaron durante tres meses, a finales de 1989 y principios
de 1990, esta alemana de 64 años estuvo en Caracas para hablar de “diálogo y
transición” una conferencia organizada por el Instituto Goethe y la
Dirección de Cultura de la Alcaldía de Chacao.
La paz, la esperanza y la
paciencia
¿Cómo mantener una protesta
pacífica? Es la pregunta que aflora, aunque los contextos alemán y
venezolano sean tan distintos.
Poppe comenta que no podían
dar espacio para el uso de la represión y además que su lucha y la del grupo
del que formaba parte se inspiraba en los ejemplos de Gandhi y Martin Luther
King.
“Logramos que nadie levantara
ni una piedra”, recuerda.
En esta lucha fue muy
influyente el papel de la Iglesia Luterana.
“Muchos grupos de la oposición
se habían formado en los años 80 bajo el techo de la iglesia. En verano y otoño
de 1989, los servicios de la iglesia protestante eran a menudo el punto de
partida para las manifestaciones. Los grupos de oposición, grupos por la
paz, por los derechos humanos, ambientales y grupos de mujeres eran conscientes
de que cualquier acción violenta sería una oportunidad para que las fuerzas del
Estado usaran las armas. En esta tensa situación, la no violencia también era
un precepto de la prudencia. No todos los grupos estaban convencidos de la
acción no violenta. Por eso quienes sí estaban convencidos asistían a las
manifestaciones y evitaban que alguien tomara una piedra”.
La actividad de Poppe se
inició con un grupo que se llamó Mujeres por la paz. Ocurrió cuando el
gobierno de Alemania Oriental decidió incorporar a las mujeres al Ejército,
como un paso más en la militarización de la sociedad.
“Nosotras dijimos que no
estábamos dispuestas a pelear con armas de fuego”.
Hicieron una carta que
enviaron a las autoridades y las distribuyeron por distintas partes.
Medios fuera de Alemania Oriental publicaron estas misivas. Para septiembre de
1983 un grupo más grande se congregó en la AlexanderPlatz. La protesta
esta vez era por la colocación de armas nucleares en ambos países.
Aquella vez, como preludio de
lo que vendría, la policía intentó detenerla a ella y otras compañeras. Una
multitud las rodeó para protegerlas y así evitaron la aprehensión. El 10 de
diciembre, cuatro meses después se concretaría la detención.
Con todo y que se esperaba que
pagara dos años de privación de libertad, salía seis semanas después gracias a
la protesta de líderes internacionales como el sueco Olof Palme y el
canciller de la República Federal Alemana, Willy Brandt, entre
otros.
“Esto fue un éxito y nos llenó
de ánimo”, comenta. Gracias a ese triunfo decidieron continuar.
Para 1983 aún estaba
lejos la caída del Muro de Berlín, la reunificación alemana y el
desplome del comunismo en los países de Europa Oriental.
Mantener la esperanza era
difícil. “ Al principio éramos muy pocos”.
Sin embargo, la solidaridad de
muchos levantaba el ánimo.
Para Poppe, las secuelas
materiales en una confrontación como la que vivió se superaron rápidamente; sin
embargo, aún hay consecuencias emocionales.
“La agitación social fue hace
27 años, pero las consecuencias aún se sienten. Las consecuencias materiales de
décadas de dictadura por el Partido Socialista Unificado, el SED, fueron
eliminadas con relativa rapidez. Los fondos fluyeron muy pronto desde el oeste
rico en nuestras regiones en crisis, y la economía podría recuperarse; se
volvió a renovar la infraestructura… Sin embargo, las consecuencias
mentales de la dictadura son tenaces”, dice en su discurso ante una
concurrencia que plenó el centro cultural Chacao el viernes 5 de mayo.
Dos días después, en un café,
amplia:
“Es lo más difícil, pero
también insistimos en la necesidad de reparación para las víctimas. Muchas
personas perdieron sus empleos, las familias estaban divididas, muchos
perpetradores formaban parte de estas familias, por esto tampoco hubo luego
muchos sancionados.”
La hermana de Poppe trabajaba
en un hospital y era miembro del partido, condición exigida para tener un
empleo. Ella la apoyaba financieramente.
Durante su participación en
las mesas redondas lograron varios objetivos, entre ellos la celebración de
tres elecciones, la redacción de una nueva Constitución y el diseño de un nuevo
sistema de justicia.
“Cada día era un reto. Surgían asuntos
complicados cada momento. Hubo intentos de manipular a las mesas con
organizaciones que se iban creando y que exigía un puesto en estas mesas, pero
luego se descubrían que era progobierno”, cuenta.
Cuando le pregunta sobre sus
aprendizajes, no duda en afirmar:
“Tener paciencia”.
También sostiene que es muy
importante la protesta pacífica. “No hay que usar la violencia”.
Poppe se va de Venezuela
consciente de los retos. Espera que los venezolanos puedan resolver el
conflicto de una manera pacífica. “No hay que desesperarse”, dice a modo de
despedida.
14-05-17
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