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domingo, 28 de enero de 2018

Dios calma todas las tempestades de tu vida, por @Pontifex_es



Papa Francisco 27 de enero de 2018

Evangelio según San Marcos 4,35-41

Jesús detiene la tempestad: En aquel tiempo, al atardecer de ese mismo día, Jesús les dijo a sus discípulos: "Crucemos a la otra orilla". Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya. Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. Lo despertaron y le dijeron: "¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?" Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: "¡Silencio!¡Cállate!" El viento se aplacó y sobrevino una gran calma. Después les dijo: "¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?" Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: "¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?". Palabra del Señor.

Reflexión del Papa Francisco

Cuando en esa barca sube Jesús, el clima inmediatamente cambia: todos se sienten unidos en la fe en Él. Todos pequeños y asustados se vuelven grandes en el momento en el cual se arrodillan y reconocen en su maestro al Hijo de Dios.

Cuantas veces también a nosotros nos sucede lo mismo: sin Jesús, lejos de Jesús nos sentimos miedosos e inadecuados, a tal punto que pensamos no poder lograr nada.

Falta la fe, pero Jesús está siempre con nosotros y escondido quizás, pero presente y siempre pronto a sostenernos.

Esta es una imagen eficaz de la Iglesia: una barca que tiene que enfrentar la tempestad y a veces parece estar a punto de ser embestida.

Lo que la salva no es el coraje ni la calidad de sus hombres, pero la fe, que permite caminar también en la oscuridad, en medio a las dificultades.

La fe nos da la seguridad de la presencia de Jesús, siempre a nuestro lado, de su mano que nos aferra para sustraernos a los peligros. Todos nosotros estamos en esta barca, y aquí nos sentimos seguros a pesar de nuestros límites y nuestras debilidades.

Nos encontramos seguros especialmente cuando nos ponemos de rodillas y adoramos a Jesús, el único Señor de nuestra vida.

A esto nos llama siempre nuestra Madre, la Virgen. A ella nos dirigimos con confianza. (Reflexión antes del rezo del ángelus 10 de agosto de 2014)

Oración de Sanación

Señor, Tú eres la luz del mundo, la que ilumina mis senderos, esa luz que vino para sanarme de vicios, odio y egoísmo y me guía hacia mi salvación.

Tú reparas mis fuerzas con tu amor para salir victorioso de los que quieren verme caer. Ven Señor, pasa por mi vida y sana las heridas de mi corazón.

Aleja de mí todas las angustias y preocupaciones causadas por tormentas de dificultades que a menudo atravieso. Tú todo lo puedes y de todo me liberas.

Tú siempre me das lo que necesitamos si lo pido con insistencia y si es para el bien de mi alma, basta con que yo tenga fe y confíe en tu poder consolador.

Reconozco las miserias de mi vida esperando que me limpies y me hagas nueva criatura. Te entrego mis cargas, libérame de toda crisis y adversidad.

Dame una fe pura y ardiente, una fe capaz de calmar las tempestades de mi alma y detener la furia de los vientos de la amargura que invaden al corazón.

Confío en tu amor que todo lo restaura, que calma todo descontrol emocional y que aparta de mi lado todo peligro que pueda hacerme daño.

Confío en que ya me estás bendiciendo en este momento y por eso repito a viva voz: "Señor, creo, pero aumenta mi fe". Amén

Propósito para hoy

Buscaré en todo momento ver el lado bueno de las cosas y de las personas y así estaré practicando una forma de caridad hacia prójimo

Frase de reflexión

"No podemos dormir tranquilos mientras haya niños que mueren de hambre y ancianos sin asistencia médica". Papa Francisco

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