Por Héctor Antolínez Malavé
El académico opina que, pese a
que Falcón no agrupa ni representa el liderazgo tradicional de la oposición,
"y tiene un problema de credibilidad", puede verse beneficiado por el
deseo de los opositores de votar y no tener otra oferta dirigida a ellos
La realidad actual en
Venezuela no tiene precedentes. Así opina el Secretario de la Universidad
Central de Venezuela (UCV) desde el 2008, Amalio Belmonte, quien se refiere a
la crisis venezolana como "la peor en 100 años". Esa realidad, junto
a la entrada en escena de nuevos factores en el juego político, en especial a
semanas de una elección presidencial, generan un panorama incierto en el que
cualquier cosa puede ser posible, inclusive "una victoria de Henri
Falcón".
Belmonte asegura que la
situación del país pasa en parte por la desmovilización de la oposición, que
empezó a surgir luego de las protestas del 2017, las cuales, explica,
"crearon una fractura dentro de la oposición".
Dicha "fractura",
explicó el académico, nació de la propuesta de un grupo de opositores de vender
la idea de que solo con protestas de calle se lograría un cambio político en el
país. De ese grupo destacó fundamentalmente a Soy Venezuela –alianza dirigida
por María Corina Machado–, a la que calificó como "abstencionismo
militante", y criticó por no presentar una vía de ruta que se complemente
con la no participación en las elecciones.
—¿Entonces, considera usted
que hay una crisis de liderazgo dentro de la oposición venezolana?
—Sí, la oposición venezolana
tiene un problema que más que una crisis de liderazgo, es una suerte de
inconsistencia, de incoherencia, en cuanto al desarrollo de una política que
tiene la oposición que yo he denominado "Plan de Destrucción Mutua",
una especie de guerra civil incruenta en el seno de la oposición, que ha
producido que los propios líderes se traten de anular entre los partidarios de
ellos o entre sí.
Capriles, por ejemplo, asumió
un liderazgo muy importante y llevó a cabo una agenda que fortaleció a la
oposición. Estuvo casi a punto de ganarle a Maduro (algunos piensan que ganó).
Eso consolidó un liderazgo muy importante, quizás el de mayor fuerza que ha
tenido la oposición. Pero como suele ocurrir, nadie sabe por qué –habrá que
buscar un psiquiatra–, cada vez que la oposición tiene un logro, inmediatamente
se desarrolla una suerte de autodestrucción en la que ese avance tiende a
disminuirse. Eso hace que los liderazgos tiendan a anularse entre sí.
—¿Por qué ocurre eso? ¿Por qué
no logra la oposición venezolana capitalizar sus avances como lo hace el
chavismo?
—Es una buena pregunta. Yo
siempre hago el contraste que frente a esta situación de destrucción mutua, en
el seno de la oposición, el gobierno se ha cuidado de no evidenciar sus
diferencias, que tiene que tenerlas, y las procesan de forma racional. El
objetivo fundamental de ellos, que es conservar el poder, anula cualquier
intento de división, fractura o conflictos. Ellos entienden muy claro que su
objetivo es mantener el poder a como dé lugar y, para eso, por mucho que sean
minoría, tienen que ser consistentes.
Frente a los triunfos de la
oposición, el gobierno retrocede, se reagrupa, esperando que haya un error (de
la oposición), y ciertamente lo aprovecha. Luego hace algo inadmisible que es
usar el peso del aparato gubernamental para judicializar la vida política y con
esto descalificar e inhabilitar los líderes que puedan emerger.
—¿Por qué cree que después de
las protestas del año 2017, la oposición quedó desmovilizada?
—No es fácil responder esta
pregunta. Yo lo atribuyo a que la movilización tuvo como defecto que no estaba
vinculada a un proyecto de aliento más largo. Se agotó en sí misma, parecía que
era lo único, todo se reducía a tratar de movilizar la calle y algunos creían
que eso era suficiente para que el gobierno renunciara o convocara elecciones
urgentes. Eso no suele ocurrir.
Frente a una emotividad tan
cargada como lo fueron las movilizaciones, no se hizo evaluación de la
correspondiente: las movilizaciones por muy impactantes que sean, no tienen la
capacidad movilizadora que tienen las elecciones. Entonces comenzó a darse un
debate en el seno de la oposición según el cual la expresión "calle, calle,
calle" era lo único, y disminuyeron en el propio universo opositor la
posibilidad de las elecciones.
Entonces una vez que se agotó
la protesta, porque no es infinita, pasar de la calle a elecciones generó
conflictos en la oposición. No asoció una parte del liderazgo opositor, que
ambas cosas se complementan. Se tuvo una concepción absoluta: o es calle o no
hay nada. Ese planteamiento tan dicotómico es dañino, fue dañino, fracturó a la
oposición y desmovilizó a la oposición porque no todo el mundo se moviliza en
las protestas de calle. En las protestas se movilizan las vanguardias y las
masas vinculadas a la vanguardia, pero no se transforma esa masa en una masa
colectiva, eso no pasa.
Paradójicamente mientras más
movilización hubo, más se fue fracturando la posibilidad que se mantuviera
unida la oposición para una circunstancia electoral como la que estamos viendo
ahora.
—¿Entonces por qué asume el
Frente Amplio una postura de abstención, si no están actualmente tampoco
apoyando una postura de "calle, calle, calle", como usted dice?
—Vamos a ser un poco más
justos y vamos
a incluir a la gente de María Corina Machado, Vente Venezuela y Soy Venezuela, con
el Frente Amplio. Vamos a hablar del abstencionismo militante que es el de Soy
Venezuela. Ese grupo comenzó a decir de una vez que el camino era la
abstención, por medio de sus voceros más connotados, quizás no tanto la propia
María Corina como sí lo decía Pablo Aure y otra gente.
Hablaban de una cosa insólita:
disminuir el valor político del voto. El gobierno trabajó para disminuir el
valor político del voto y un sector de la oposición también.
El sector originario abstencionista
planteó la abstención y el sector no abstencionista comenzó a apoyar la
abstención. Ahora todos apoyan la abstención. Entonces uno se pregunta que si
todos son abstencionistas, ¿por qué no construyen una política unitaria? Si son
abstencionistas, que se pongan de acuerdo ya que no van a participar, para
proponer algo. Estamos esperando y no pasa nada, la espera yo se la atribuyo a
Soy Venezuela, ellos tienen el compromiso que no han cumplido de haberse
retirado de la MUD por ser abstencionistas pero sin construir alternativa,
mientras que el
Frente Amplio tiene la misma deuda también, pero más reciente.
¿Qué han propuesto? Yo les
diría, siendo injustos con ellos, que no han propuesto nada. Que han dejado a
la oposición venezolana en la orfandad, entendiendo esto como los sectores
democráticos del país que no militen en partidos y que están regados en la
sociedad civil venezolana. Ni Soy Venezuela ni el Frente Amplio han construido
una opción para la gente.
Están esperando una suerte de
maná político para que la gente no vote, y hay un problema, y es que existen
razonables dudas con Henri Falcón y quienes lo acompañan, pero hay gente común
y corriente que va a votar por él, ¿cuál es el mensaje para esa gente?
—¿Usted siente entonces que
pesan más las diferencias internas sobre el deseo de ese "cambio
democrático"?
—Creo que en ellos, en la
gente de María Corina, hay un interés de salir del gobierno, no podemos pensar
que esto está hecho maquiavélicamente para que ellos sigan, pero su accionar
fortalece a Maduro y lo fortalece en la medida en que no tienen una valoración
exacta de lo que es la unidad.
Un factor esencial que tenía
la oposición y que le daba éxito era la unidad, ahora la unidad no existe, y si
no se recupera se le hace daño a la posibilidad de un cambio. Si no se
construye un plan conjunto, no hay elecciones y no hay nada. Han habido foros,
que son importantes, pero los foros son una pequeñísima parte de una estrategia
política.
—¿Pasa entonces por María
Corina el destrancar el juego dentro de la oposición?
—Pareciera que sí por lo
siguiente: hay un intento de autoerigirse como la supremacía moral de la
oposición. Si uno cree que es la supremacía moral de algo, al resto lo
descalifica o piensa que tiene que actuar así. Mientras se piense que solo el
camino correcto es el que estoy trazando y no se piensa que hay ideas
respetables de un lado o del otro, mientras no se entienda que el problema es
debatir con un sentido crítico y autocrítico, y no con un sentido de
imposición, se tiene un problema.
Hay una cosa que no gusta
mucho que se diga. ¿Cuál ha sido el esfuerzo más importante que se ha hecho
desde la oposición contra el gobierno? Es Julio Borges en el exterior.
A mí
me sorprende ver a Antonio Ledezma acompañando a Julio Borges, es algo
insólito, eso habla bien de Borges. No digo qué dice de Ledezma,
pero habla bien de Borges porque hay una subestimación de lo que se alcanzó y
el no utilizar la institucionalidad.
¿Por qué reciben a Borges en
el exterior? Porque es parlamentario y porque fue el presidente del Parlamento.
A Borges no lo van a recibir porque represente lo más puro de la oposición.
Entonces hay un sector de la
oposición que descalifica al Parlamento, que descalifica las posiciones
institucionales. Julio Borges ha ido a los países que ha ido porque es
parlamentario. Esa acción de él es la que tiene vivo en el exterior el reclamo
de la oposición y no las movilizaciones ni los foros en la Universidad de
Carabobo o en la Central.
La ausencia de liderazgo
beneficiaría a Henri Falcón
Belmonte explica que la
ausencia de liderazgos tradicionales de la oposición en la oferta para las
venideras elecciones presidenciales, junto con la carencia de una vía de acción
concreta, crea una serie de condiciones que podrían terminar con un triunfo de
Henri Falcón.
El sociólogo dijo que la
principal motivación, "una crisis muy severa" puede llevar a las
personas a votar por alguien más, aún si este no es un liderazgo tradicional
dentro de la oposición.
Mientras que un triunfo de
Falcón se mantiene como una posibilidad, la única certeza que tiene aún con un
triunfo electoral es que "Maduro no quedará consolidado en el poder"
y, haciendo un paralelismo histórico, recordó que inclusive la Unión Soviética "se
cayó sola", por su propio peso.
—¿Cómo evalúa la entrada al
escenario político de nuevos actores como Javier Bertucci, Luis Alejandro Ratti
o inclusive el propio Henri Falcón que ahora se catapulta a ser un líder a
nivel nacional?
—El problema de la abstención
es que las elecciones siempre son un espacio, por muy cercado que esté, por muy
reducido que esté, donde puedes movilizar personas.
Si tú dejas el espacio libre,
emergen nuevos actores: algunos oportunistas, otros, porque quieren presentarse
en sociedad, y otros, que simplemente consideran que tienen que presentarse
para representar a la oposición de alguna forma. Hay un espacio libre. Ahora
tu vez como empieza a tomar fuerza Claudio Fermín (jefe de campaña de Henri
Falcón) al que le vi en una entrevista
en Venevisión hace poco más de 15 días, en la que decía algo que no
se parece en nada a lo que está diciendo ahora.
Estos nuevos actores tienen la
limitación que no cuentan con el reconocimiento por parte de algunos sectores
importantes de la oposición. La oposición cotidiana, que lamenta no votar, o
que lamenta tener que no votar, definitivamente no se siente representada por
Falcón, por Bertucci o por ningún otro que surga por ahí, porque no son los que
los han estado representando antes. Un actor nuevo no se crea en una coyuntura
electoral, se crea con anticipación.
Falcón tiene el problema,
quizás no es tan malo como creen algunos en la oposición ni tan bueno como él
mismo cree, pero en todo caso sobre él hay muchas dudas y sobre él hay una
derrota extraña local. Aquel Falcón que habla de imparcialidad tiene un
problema de credibilidad, pero mucha gente pudiera votar por él porque no hay
otro, pero él no encarna de verdad el liderazgo de la oposición como otros que
están inhabilitados. Capriles fue el de mayor fuerza, Leopoldo López tiene
cierta fuerza, María Corina es una referencia pero hasta hoy no ha tenido
fuerza, desconozco si hoy en día la tendrá.
Las figuras de la oposición no
son esas que están ahí concursando y no hay una figura que uno diga que es un
emergente con un discurso importante. Pero independientemente hay gente que va
a votar les guste o no Falcón o les satisfaga o no Bertucci o Ratti. Pese a
todo, es muy probable que haya gente que vaya a votar de buena fe porque, ante
esta coyuntura, quieren evitar que Maduro gane.
No olvidemos que, inclusive
dentro de las filas del chavismo, hay mucha gente que siente que una victoria
de Maduro es destruir el país, y yo coincido con esa opinión.
—¿Descarta usted la victoria
de Falcón, Bertucci o Ratti?
—Dada la crisis severa que
tiene el país, no descartemos que de pronto Falcón pueda ganar, lo que pasa es
que ciertamente para ganar unas elecciones se necesita tener testigos de mesa.
Cuando la oposición estuvo
toda unida, en las Parlamentarias del 2015, no hubo un solo lugar sin un
representante. Era muy difícil hacerle trampa a la oposición ahí.
¿Cómo es posible que en una
crisis tan severa, Maduro todavía cuente con un 10% de aceptación? Porque la
tiene. No es 50 o 60%, es verdad, pero tiene un núcleo consolidado. Pero ese
algo es minoría, si la mayoría decide votar Falcón pudiera ganar –es él quien
creo que tiene más opción ahí–, y si logra tener un sensato control sobre las
mesas, eso pudiera ocurrir.
Ahora bien, yo creo que el
disfrute que tiene el gobierno del poder, que es algo casi hedonista, es un
estímulo para hacer cualquier cosa para ganar las elecciones. Imaginemos un
escenario con toda la oposición unida y con un gobierno tan debilitado como
está ahora.
—Si gana Maduro, ¿qué
terminaría pasando en el país con la crisis que es económica?
—Es que en efecto, la gran
crisis del país es económica y no va a modificarse porque el gobierno no ha
dado señales para cambiarla. No hay un proyecto para revisar qué hacer. Todo
aquel que va a una segunda vuelta electoral tiene como propuesta una enmienda,
el gobierno es todo lo contrario, Maduro
dice que si arremeten contra él, él va a radicalizar.
Ahora bien, siendo realistas,
no es suficiente una crisis económica para acabar con un gobierno si frente a
esa crisis no hay una capacidad de organizar. No hay un hilo que una todas las
protestas sociales. Tiene que haber un discurso que integre todo el malestar de
la crisis.
Por el malestar tan grande que
hay al gobierno pudiera pasarle lo que le pasó a la Unión Soviética, que como
dijo el director de la CIA: "se cayó la Unión Soviética y no fue gracias a
nosotros, se cayó ella misma".
—Es decir que usted cree que
independientemente de si Maduro gana o no, ¿para usted una victoria del
presidente no lo consolidaría en el poder?
—No lo va a consolidar. Es tan
severa la crisis que solo una pequeña capa de privilegiados, parte de la cual
está en el gobierno, no se ve afectada. Es una crisis que hasta a los ricos
afecta.
Un profesor que crea en Chávez
y se vista de rojo, sufre la crisis. Un militar que solo tenga su sueldo de
oficial activo sufre tanto como el profesor.
No hay dinero suficiente para
que la cúpula gobernante atienda a todos los burócratas o militantes del
oficialismo. Es una crisis tan severa y tan aguda que también afecta al propio
gobierno. Es una lástima que Maduro no tenga frente a si una oposición
consolidada, eso podría hacer la diferencia, pues por mucho que se quiera
conservar el poder, el poder tiene crisis. Por muy carismático que sea un
líder, han habido líderes con más fuerza que Maduro, que han caído. Él no sería
la excepción.
09-04-18
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