Por Ramón Guillermo Aveledo
La solución a la crisis que
prefieren más venezolanos es pacífica y democrática. La violencia de cualquier
tipo tiene apoyo reducido y es rechazada mayoritariamente. Pero cada día son
más los que no creen que esa solución pacífica sea posible. Ese es un problema
político de la mayor magnitud.
La desconfianza en las vías
constitucionales sembrada por el grupo en el poder con la ayuda, casi siempre
involuntaria de una insensatez aislada y ruidosa en el campo opositor ha tenido
resultados. Menos gente votaría en procesos que cree serán viciados antes y durante
e irrespetados después. Es el resultado de la viveza miope convertida en
política de Estado. Así, en votaciones de reducida participación, la abrumadora
mayoría ansiosa de cambio no se expresa y la maquinaria oficialista,
administradora de un segmento social cada vez más reducido no tendría mayores
dificultades en imponerse en comicios de escasa o nula legitimidad por no ser
creíbles nacional e internacionalmente.
Pero ¿Qué es lo “miope” de
esa viveza? Me preguntarán ustedes. Pues que esa picardía puede ayudar a correr
la arruga de rendir cuentas ante el pueblo por parte de lo que hay quien
denomina el enchufadismo del siglo XXI, pero es incapaz de producir un efecto
que los que mandan necesitan que es reconocimiento internacional que alivie su
aislamiento y las sanciones que acarrea. Eso no se logra con cualquier “20 de
Mayo Parte II”.
El peligro del continuismo
vía simulacro electoral, para más de uno aterrador como perspectiva, es mínimo
ante el muchísimo peor de que el sentimiento de que no hay solución democrática
posible termine fortaleciendo la desesperación que anime intentos de falsas
soluciones violentas, muy costosas en vidas humanas, en destrucción y en ruina.
Un paseíto por los noticieros de televisión nos muestra lo caro que la
humanidad paga por esas aventuras.
El voto es la fuerza del pueblo. La vía más práctica, probada y venezolana de participación ciudadana. Recuperar su valor pasa, claro, por recuperar sus garantías institucionales de libertad para buscarlo, emitirlo y respetar sus resultados. La Asamblea Nacional ha dado un paso importante al iniciar el proceso de renovación del CNE que produzca un ente confiable para todos. Harán falta acuerdos políticos con sincera disposición al compromiso, para que los venezolanos podamos votar a conciencia de que vale la pena.
En la sociedad civil hay, me
consta, iniciativas diversas dirigidas a la revalorización del voto mediante
elecciones libres, buenas. No digo perfectas, pero suficientes para reanimar a
la ciudadanía en una esperanza concreta al ofrecer condiciones y garantías de
equidad y competitividad. Personalidades y organizaciones diversas se reúnen,
intercambian, acercan pareceres. Es un movimiento positivo que debería
atreverse a transformarse en un impulso movilizador. Porque queremos cambiar en
paz, pero cambiar.
Imágenes: Rodrigo Sura - EFE
05-11-19
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