Por Carolina Gómez-Ávila
Vivir en Venezuela es una
oportunidad continua de crecimiento personal. A diario se nos plantean nuevos
dilemas sobre los cuales opinar, empezando por la decisión de si necesitamos
más y mejor información antes de hacerlo y siguiendo con la decisión de si
hacer pública o no, nuestra opinión, una vez que la tengamos.
En cualquier caso, cada día
necesitamos hacernos juicios para tomar decisiones con respecto a la vida
política del país. La mayoría lo hace reactivamente, según quien lo proponga y
dependiendo de si, en la propuesta, reconoce emocionalmente uno o más elementos
que le provoquen adhesión o rechazo. Así, con esa simpleza.
Los más responsables revisan
sus conocimientos, buscan los que les hacen falta por vías correctas:
investigando y comparando de primera mano, y deciden analizando y tamizando con
sus valores y convicciones fundamentales. Muchos más -que se consideran
responsables, sin serlo- lo hacen por vías incorrectas: copiando la opinión de
su influyente favorito.
Me parece que en breve nos
tocará resolver el dilema que empieza a introducir la antipolítica, uno entre
culpa y responsabilidad, según el cual el Gobierno de facto tendría la culpa de
la Emergencia Humanitaria Compleja pero la coalición democrática que está al
frente de la Asamblea Nacional, la responsabilidad de resolverla.
En sus acepciones más
coloquiales, la culpa señala al causante de un daño y la responsabilidad, a
quien está en la obligación de repararlo. En el terreno de la psicología, la
culpa es el sentimiento que produce ser (o creerse) el causante de un daño y
que está acompañado por la necesidad de repararlo; la responsabilidad, por otra
parte, es una carga moral producto de haber obrado erradamente (o así creerlo)
en algún asunto. En lo jurídico, la culpa es la omisión de una acción exigible
o la comisión de una contraria a la ley que produce un daño y que acarrea
consecuencias ante la justicia; la responsabilidad, es la capacidad de
reconocer y aceptar las consecuencias de esa culpa.
Espero que se dé cuenta de
cuántas ideas y emociones le asaltaron al aplicar ambas palabras al ambiente
político. Su necesidad de formarse una opinión está contaminada con su
sufrimiento y le costará mucho asignar cargas sobre todo porque, en su íntima
irracionalidad, desahogarse es una necesidad. ¿Ha visto una mejor manera de
hacer antipolítica? En este discurso se acusa a la cúpula que ejerce el poder
de nuestra tragedia, pero también a los demócratas por no haberla solucionado.
El siguiente paso viene
pronto, empiezan a aparecer estudios de opinión (nadie nos dice quién los paga
pero sólo se publican si hacerlo conviene a quien los paga) asegurando que la
población se decantaría por un outsider en una eventual elección
presidencial.
Como las Naciones Unidas
definen claramente la Emergencia Humanitaria Compleja como una crisis política (esto
significa que su origen y solución son políticas) algunos interesados en
irrumpir como opción, sin credenciales, plataforma ni capital político, han
optado por culpar a todos y preparar el terreno para alguna figura antipolítica
que bien puede estar impulsada por la dictadura, los militares, los Poderes
Fácticos de la Sociedad Civil o por algunos aventureros de oenegés que planean
el crossover a la política.
Por cierto, claro que la
culpa de la Emergencia Humanitaria Compleja la tiene el grupo que, de facto,
ejerce el poder. La responsabilidad asignable a la coalición democrática que
aún está al frente de la Asamblea Nacional, es de carácter exclusivamente
político y consiste en hacer todo lo que pueda para regresarnos a la democracia
a fin de desplazar al grupo en el poder. Una responsabilidad que están
cumpliendo. Nadie pretenda evaluarla por resultados, la política no es una
ciencia gerencial.
09-11-19
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico