Rafael Viloria 08 de noviembre de 2019
Recientemente
escribí un artículo por este medio que se denominó y así se publicó “Hay que
despertar”. El mismo forma parte del mensaje que fuera promovido por todos los
medios de comunicación a propósito de la visita a Venezuela del papa Juan Pablo
II. El mismo indicaba “que había que despertar, reaccionar y de mi parte, yo le
agregué que había que actuar”.
Su
sentido debió tener el mensaje, tratándose del origen, de dónde se publicaba:
nada menos y nada más “El Vaticano”.
En
Venezuela el contenido inicial del mensaje nos obliga a someterlo a un rigoroso
análisis social, económico y político de las causas, efectos y consecuencias de
la manifiesta crisis que ha conducido al país a la situación en que está
actualmente.
Todos
sabemos que despertar, reaccionar y actuar no es fácil. El país ciertamente
está inmerso en un laberinto de magnitud imponderable en un mar de confusiones
nos indica que hay que agilizar el despertar y con el reaccionar frente a las
acciones necesarias según lo indican las circunstancias.
En
ese orden no podemos quedarnos en acciones pasivas contemplativas, esperando al
mesías que nos salve a todos sin que de nuestra parte nada hagamos. No puede
ser qué discursos adormecedores nos impidieron palpar que paulatinamente
estamos perdiendo el país que ya sido hipotecado a imperios que en nada se diferencian
con los que presuntamente son los responsables de la crisis actual en
Venezuela. Sería bueno que nos preguntáramos que diferencia comparativa existe
entre la bota de los EEUU y sus aliado. Seguramente descubriremos que ninguna.
Elevado
será el precio humano que nos costará, sino despertamos a tiempo y con
valentía.
El
problema no es meramente despertar; el problema es saber porque hay que
hacerlo, cuando… y para qué. La salvación no es un asunto de mesías, ni de
aliados a los que hipotecamos en especial la libertad, la dignidad. En este
orden no dejare de tomar en cuenta y citar el preámbulo de la constitución de
la república bolivariana de Venezuela.
Preámbulo
El
pueblo de Venezuela, en ejercicio de sus poderes creadores e invocando la
protección de Dios, el ejemplo histórico de nuestro libertador Simón Bolívar y
el heroísmo y sacrificio de nuestros antepasados aborígenes, y de los
precursores y forjadores de una patria libre y soberana; con el fin supremo de
refundar la República para establecer una sociedad democrática, participativa y
protagónica, multiétnica y pluricultural en un Estado de justicia, federal y
descentralizado, que consolide los valores de la libertad, la independencia, la
paz, la solidaridad, el bien común, la integridad territorial, la convivencia y
el imperio de la ley para esta y las futuras generaciones; asegure el derecho a
la vida, al trabajo, a la cultura, a la educación, a la justicia social y a la
igualdad sin discriminación ni subordinación alguna; promueva la cooperación
pacífica entre las naciones e impulse y consolide la integración
latinoamericana de acuerdo con el principio de no intervención y
autodeterminación de los pueblos, la garantía universal e indivisible de los
derechos humanos, la democratización de la sociedad internacional, el desarme
nuclear, el equilibrio ecológico y los bienes jurídicos ambientales como
patrimonio común e irrenunciable de la humanidad.
En
mi opinión es aquí donde está centrado el contenido social, económico y
político de la Venezuela que todos aspiramos lograr en nuestra patria.
El
tiempo de seguir esperando el mesías ya se acabó. Solo el pueblo salvará al
pueblo de rescatar la democracia legítima y necesaria al destino digno de la
patria. El rumbo al que se le quiere conducir por potencias desatinadas tienen
que ser rechazadas por quienes poseemos la verdadera legitimidad; sabiamente
contenida en nuestra carta magna. Por eso hay que despertar, reaccionar y
actuar.
Rafael
Viloria
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