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jueves, 21 de noviembre de 2024

Cuentas por cobrar, por Soledad Morillo Belloso


Soledad Morillo Belloso 20 de noviembre de 2024

Se llaman servicios públicos por la razón más elemental: son servicios que necesita el gran público. Pueden ser ofrecidos por entes oficiales o privados, pero su servicio tiene que ser de calidad porque son la base de las operaciones.

¿Cómo logró la revolución bonita convertir a Venezuela de país en desarrollo a país subdesarrollado?

No les resultó fácil. Tuvieron que esforzarse y empecinarse. Pero lo lograron. Cualquiera que viva y trabaje en Venezuela sabe que todos o casi todos los servicios públicos son, no deficientes, pésimos.

De las crisis pasamos a las catástrofes. Y de allí caemos en el colapso. Eso quisieron, eso lograron. Algún ignorante argumentará que los servicios públicos en Venezuela son baratísimos. No es cierto. Porque para determinar si algo es caro o barato hay que poner sobre la mesa los costos ocultos. Y los ciudadanos (consumidores y usuarios) pagamos con altos costos, eso que los prestadores de servicios obvian en los cálculos. En el caso de la electricidad, un monopolio estatal, el costo oculto que pagamos los ciudadanos es enorme. Se paga en artículos sucedáneos (desde velas y baterías para linternas hasta plantas eléctricas que son costosas), en daño de bienes durables y semi durables, en imposibilidad de almacenamiento, en productividad laboral, en lucro cesante, en salud.

Hace ya más de una semana que arreció la crisis eléctrica en Nueva Esparta. Los cortes son de 12 horas, sin anuncio previo, y la reconexión varía entre dos y seis horas, para luego caer otra vez en el “¡se fue la luz!”. Ha habido veces en que sectores amplios han contabilizado 24 horas seguidas sin electricidad. Y ya en la isla hay escasez de gasoil para alimentar las plantas de respaldo de centros comerciales, mercados, hospitales, clínicas, oficinas del Estado, hoteles, restaurantes, tiendas, comercios, etc. Las clases están suspendidas y lo mismo ocurre con eventos planificados. Son millones de horas/hombre tiradas por el caño. Y el tiempo es un recurso natural no renovable.

Los turistas, comprensiblemente aterrados, ya han comenzado a cancelar sus reservaciones para Diciembre. La gente en la calle comenta cada día el aparato eléctrico que se le dañó. Y ni hablemos del costo del miedo, porque la oscuridad alborota a la delincuencia. Decía mi abuela Mercedes que “en la oscuridad sólo prospera el hampa y las malas costumbres”.

Las operadoras de telefonía celular y de servicios digitales no escapan al desastre. Sus equipos de emergencia entran en recalentamiento y “se cae la conexión”. Y claro, cuando no hay electricidad tampoco hay agua.

¿Cuánto cuesta todo esto?

Pues cuesta muchísimo dinero. Es dinero contante y sonante que sale del bolsillo de los ciudadanos. Pero el Gobierno Nacional y los gobiernos regional y municipales emulan a Poncio Pilatos. Su silencio es estridente. Y cuando hablan lo que sale de sus bocas es un chorro de babas. Tienen mentalidad no de Siglo XX, es de Siglo XIX. Al Siglo XXI ni sueñan en llegar.

¿En manos de quienes estamos?

Pues de ineptos irresponsables.

Soledad Morillo Belloso

 


 

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