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miércoles, 29 de febrero de 2012

¿Cómo pasar del comunismo al capitalismo sin perder el poder?,


Por Fernando Mires | 18 de Enero, 2012 en Prodavinci

  “Parece un museo pre-histórico”- pensé mientras pasaba el plumero sobre libros del los sesenta y setenta agolpados en la parte alta de mi biblioteca. Me interesó hojear el más amarillento: “La transición del capitalismo al socialismo” (Mandel, Sweezy, Bettelheim)
Hoy, en cambio, debería escribirse libros sobre la “la transición del comunismo al capitalismo”- me dije sin asomo de ironía. Pero no conozco ninguno, lo que de veras es un despropósito si uno piensa no en la ex-URSS o China, sino en la pobre Cuba, la que me hizo pasar, hace un par de días, un duro ejercicio de tortura intelectual.
Leer la convocatoria a la Primera Conferencia del PCC que tendrá lugar el 28 de Enero de 2012 es un sacrificio que no deseo ni a mis enemigos. Monótona, aburrida, soporífera, cualquier adjetivo similar queda chico. Sin embargo, como si yo fuera un héroe del trabajo, la leí hasta el final. Y lo hice con la esperanza de encontrar un signo que sugiriera como Cuba se aproxima hacia algo parecido a “un cambio”. Nada. Y sin embargo afirmo: de todas maneras se trata de un documento importante. Quiero decir: hay que mirar ese texto con la perspectiva de un historiador, como si se tratara de un palimpcesto al que no hay que entender sino descifrar.

Lo más resaltante de la convocatoria es que una gran parte está dedicada a las juventudes comunistas. Y si tomamos en cuenta que el PCC es en estos momentos lo más parecido a un asilo de ancianos, eso resulta obvio. Más importante es que al gobierno cubano preocupe el tema del Partido, el que nunca había sido más que un aparato puesto al servicio de las ocurrencias de Fidel Castro. Ahí reside la diferencia entre Cuba y las dictaduras comunistas de la ex URSS y de las “democracias populares”. Mientras en estos últimas el Partido era el organismo hegemónico de la clase dominante, en la Cuba de los Castro ese rol ha sido ocupado por el Ejército a cuya cabeza ha estado el dios supremo, algunos familiares y sus amigos íntimos.
Que hoy la renovación del partido se convierta en tema central, dice algo. Tiene que ver, sin duda, con la renovación económica que intenta imponer Raúl Castro, cuyo objetivo puede ser resumido en esta frase: ¿Cómo pasar del comunismo al capitalismo sin soltar el poder? Ese es, para él, y su “clase”, un dilema existencial.
En ese contexto resulta evidente que el Ejército y la Policía, fuera de servir de muro de contención a toda disidencia, carecen de personal adecuado para enfrentar una transición que requiere de atributos tecnológicos, administrativos y sobre todo empresariales. De ahí se explica por qué el “raulismo” está intentando un lento traspaso hegemónico del Ejército al Partido, o lo que es igual: del comunismo militar al capitalismo burocrático. De ahí también la urgencia por “rejuvenecer” el Partido.
Pero ¿de cuál rejuvenecimiento nos hablan? ¿De uno político o de uno biológico? Leyendo la convocatoria del PCC da la impresión de que se trata sólo del segundo, algo así como introducir nuevos sementales en un corral donde los toros ya ni pastan.
La paradoja es que el capital humano que el PCC busca para desarrollar las fuerzas productivas de la isla existe, pero no en el Partido. Tanto fuera como dentro de Cuba hay cubanos con capacidades empresariales. Hay también manos dispuestas a trabajar duro si es que se trata de salir de la miseria. A su vez, los mejores intelectuales cubanos, escritores, músicos y artistas, no son comunistas. Muchos han emigrado. Por si fuera poco, las mujeres más combativas están en la oposición. Hay, no por último, una nueva generación que desea gozar, no sólo de los beneficios de la modernización económica, sino también de la política y de la cultural. El movimiento de “blogueros” opositores –sólo la punta de un iceberg- es el más dinámico, ingenioso y numeroso de toda América Latina.
Si Raúl entiende algo más de marxismo que su hermano, debería saber que sólo afuera de ese inútil Partido se encuentran las “fuerzas productivas” destinadas a impulsar el desarrollo de la nación. Debería saber, además, que “el capital de todo capital” está formado por seres humanos los que para expandir sus capacidades requieren de tres libertades muy elementales. Nada más que tres, las que para ser decretadas no precisan de ninguna empalangosa convocatoria. Sólo de un par de huevos.
1. Libertad de pensamiento, palabra y opinión.
2. Libertad de asociación
3. Libertad de movimiento.
La convocatoria del PCC no se refiere, sin embargo, a ninguna de las tres. Y sin ellas la renovación nunca podrá ser posible.
Raúl Castro está perdiendo así su gran oportunidad. Con todo el poder que ya tiene podría haber pasado a la historia como el liberador de Cuba. La otra alternativa es la de ser recordado como el último carcelero de una nefasta dinastía. Quizás busca, en su orfandad, el camino intermedio. ¿No habrá nadie que le diga que ese camino no existe? ¿O alguien que le recuerde las palabras sabias de Gorbachov cuando encontrándose en la misma alternativa que el hermano de su hermano, dijo: “la historia castiga a quien llega demasiado tarde”?

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