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viernes, 3 de febrero de 2012

Nuestros niños de la guerra


Claudio Beuvrin, 02/02/2012

Estoy de acuerdo con el escándalo que condena la imagen bélica de estos niños venezolanos, pero hay una enorme hipocresía de parte de los voceros del gobierno al hacerlo, porque hacen un gran alboroto concentrando la atención exclusivamente en los niños, evitando hacer referencia a lo fundamental: la existencia de grupos irregulares con posesión de armas de guerra, organizados, respaldados y protegidos por el mismo gobierno

Las fotografías de niños armados con fusiles de guerra en una celebración en el 23 de Enero son, ciertamente, un escándalo y una vergüenza. Así lo han denunciado las autoridades del PSUV, el ministro del interior y hasta el mismo presidente en su última alocución se refirió tangencialmente al caso. También han hablado muchos voceros de la sociedad civil.

El entrenamiento militar de niños era un hecho común en tiempos antiguos cuando la vida obligaba temprano a asumir responsabilidades de adultos. De hecho, se accedía a la adultez mediante una ceremonia en la que los niños se graduaban de guerreros, cuando apenas habían entrado en la adolescencia. Y la guerra, en aquellos tiempos, no era menos cruel que ahora.

Ya al final del régimen nazi, cuando escaseaban las tropas regulares, Hitler organizó las llamadas Juventudes de Hitler, muy efectivas, por su arrojo, en la lucha contra los aliados. Parte de ese arrojo se debía a que habían sido reclutados entre los huérfanos sobrevivientes a los bombardeos aliados y estaban, por tanto, llenos de odio. Además ya tenían más de 10 años de adoctrinamiento ideológico nazi, pero aparte de su arrojo, eran imprudentes y morían como moscas por desconocimiento del arte y las artimañas de la guerra.

Más recientemente, hemos sabido de niños soldados muy activos en las guerras tribales de África. Estos niños, al mismo tiempo asesinos y carne de cañón, no son mas altos que los AK-47 que apenas pueden cargar. Están habituados a matar por causas y razones que no entienden ni saben el porqué están en un bando y no en el otro. Es una desgracia: niños matando niños y adultos en la edad en la que otros niños, mucho más afortunados, están jugando a indios y vaqueros o policías y ladrones, una forma de violencia, siempre lúdica y simbólica.

Están también los niños musulmanes´, los que se inmolan con las bombas que llevan atadas al cuerpo, estallándolas en el medio de una multitud a la que consideran su enemiga. Ellos también han sido adoctrinados en la defensa de su país y de su religión y están convencidos del premio que recibirán al convertirse en mártires.

Estoy de acuerdo con el escándalo que condena la imagen bélica de estos niños venezolanos, pero hay una enorme hipocresía de parte de los voceros del gobierno al hacerlo, porque hacen un gran alboroto concentrando la atención exclusivamente en los niños, evitando hacer referencia a lo fundamental: la existencia de grupos irregulares con posesión de armas de guerra, organizados, respaldados y protegidos por el mismo gobierno, y que, supuestamente, obedecen  a la doctrina de la guerra popular asimétrica.

Esta doctrina, como tantas veces se ha informado, ha sido adoptada por las fuerzas armadas y ha sido justificada, supuestamente, para enfrentar el enorme poder bélico de los Estados Unidos en el caso de alguna agresión directa o por intermedio de sus aliados regionales.

La organización de grupos paramilitares está diseñada no solo para enfrentar al enemigo externo, aunque nadie sabe con qué efectividad, sino al enemigo interno: que no son otros que todos los ciudadanos que no están afiliados a la doctrina del socialismo del siglo 21 y en particular a los que nos hacemos visibles en las prácticas democráticas y damos la cara por los que prefieren pasar agachados.

Ellos actúan como brigadas de choque, como grupos terroristas atacando a empresas periodísticas –como hacía Lina Ron- respaldando acciones de calle, apoyando invasiones, amedrentando y atacando periodistas y manifestaciones públicas de la oposición. También se mimetizan entre estudiantes y aparecen cuando toca agredir autoridades, respaldar grupos de muy bajo rendimiento académico, quemar vehículos, etc.

Las autoridades saben quiénes son y donde están, pero son, evidentemente, sus cómplices pues de lo contrario esos grupos serian perseguidos y eliminados. Es como en el caso de las invasiones: las autoridades dicen que son ilegales, pero las apoyan y no las combaten.

beuvrinclaudio@hotmail.com

Publicado por:
http://www.analitica.com/va/politica/opinion/6998213.asp

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