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jueves, 18 de abril de 2013

El brazalete del abuso


Por Marino J. González R., 17/04/2013 

Y he aquí que el “mejor sistema electoral del mundo” tiene a Venezuela en una situación sin precedentes. Por primera vez desde 1958, el candidato derrotado en la contienda presidencial tiene sobrados motivos para no reconocer el resultado. El tradicional procedimiento para comenzar un nuevo período presidencial, esto es, que gane un candidato y que el otro reconozca la derrota, se vio empañado por la responsabilidad exclusiva del árbitro electoral. Estas circunstancias de incertidumbre y duda han sido generadas por el incumplimiento del CNE de las funciones que le asigna la Constitución.

El artículo 293 de la Carta Magna establece que los órganos del Poder Electoral deben garantizar “la igualdad, confiabilidad, imparcialidad, transparencia y eficiencia de los procesos electorales”. El CNE debe velar para que sus actuaciones sean aceptadas por todas las partes que compiten en las elecciones. Para ello debe reconocerse como una instancia que tiene la autoridad y ascendencia para que sus decisiones sean aceptadas sin complicaciones.

Esa es la teoría. Lo cierto es que millones de venezolanos tienen sobradas dudas sobre el comportamiento imparcial del CNE. Baste mencionar la inequidad en el manejo de la comunicación. Se aceptan todos los excesos del gobierno, desde el uso de las cadenas de manera desproporcional, hasta la utilización de actos de gobierno para propaganda electoral, pasando por la utilización desmedida de los medios públicos. En ninguna de esas circunstancias se ha oído al CNE levantar una mínima advertencia, ni mucho menos una sanción al gobierno. Las protestas de la oposición son recibidas con la mayor indiferencia.

De manera que el CNE es inequitativo tanto en el manejo de las condiciones previas a las elecciones, como en el día de los comicios, cuando se aceptan todo tipo de irregularidades de un bando, sin que se produzca la menor intervención. Ya todo eso es bastante grave. Pero se ha llevado a límites realmente inaceptables. La Presidenta del CNE tuvo la caradura de colocarse un brazalete utilizado como propaganda política del sector oficialista en un acto público. Sin el menor desparpajo. Tomó partido, se puso las insignias de una facción, y siguió como si no hubiera pasado mayor cosa.

Días después esta misma Presidenta respondió a una solicitud de la oposición como si fuera miembro del comando oficialista. Y para remate dijo que la oposición no contaba con los votos para ganar. Así de frente, sin mayor pudor. Esa funcionaria, máxima representante del Poder Electoral, se dispuso en pocos días a ejercer su rol de árbitro en una de las elecciones con mayor ventajismo oficial, con la utilización de violencia en las mesas, con miles de denuncias de irregularidades. Y ahora le pide a la oposición que se la cale, así no más. La Presidenta del CNE se puso el brazalete del abuso y no se lo piensa quitar.

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