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miércoles, 28 de mayo de 2014

EL ARTE DE LA POLÍTICA

Américo Martín 22 de mayo de 2014
amermart@yahoo.com 
@AmericoMartin 

I

¡Qué aburrida manera de burlar la esperanza de la gente más necesitada! El 1 de mayo, con ese tono entre ufano, inflado y jactancioso que usa para intentar calmar las protestas sociales, el presidente Maduro decretó el aumento de las pensiones para jubilados desde el risible monto de Bs 3272 hasta el un poquito menos risible de Bs 4200. Para una inflación que solo en el mes de abril trepó a 5.5%, aquel ilusorio incremento equivalía a nada. Y de todas maneras, un poquito más que nada.

Y aún así, al momento de honrar aquella migaja, resulta que no, no se materializó. Como si nada hubiera prometido en su torneo grandilocuente de exaltaciones revolucionario-proletarias, el aumento no figuró en pizarra, sin que Maduro ni nadie diera alguna explicación.

Es un incidente si se quiere menor, claro, frente a las brutales calamidades que están descargándose sobre el lomo de los venezolanos más necesitados, pero es útil para medir la índole falaz-fantasiosa de este sedicente socialismo siglo 21 y para observar cómo se manifiesta la imparable profundización de la crisis venezolana. O dicho de otra manera: el hundimiento del sedicente modelo revolucionario en nombre del cual se cometen las más inicuas, las más alevosas desmesuras.

Hay un hervidero social sin precedentes. En todas partes distintas colectividades salen a protestar. Que si la carestía, que si el desabastecimiento, que si los apagones, que si la falta de agua, que si los crímenes callejeros, que si el adoctrinamiento educativo, que si la ruina de los hospitales, que si la desaparición de empresas y reducción de la producción agrícola, que si la corrupción, que si las torturas, y brutal violación de derechos humanos, que si…

II

El telón de fondo de esta macabra obra dramática es la estabilidad reinante en casi toda América Latina, salvo la indigente Haití (¡un país de tan admirable historia!), la desvalida Cuba y la lamentable Argentina, la de la inefable señora Kirchner, se entiende. Venezuela, el país con más potencial y elevados ingresos por exportaciones, está colocada en el humillante sótano de la recesión y en el tope de la inflación y la inseguridad. ¿Cómo explicarlo? Obviamente incide el fracaso del modelo socialista que mediante trucos de espejos se ha querido implantar en Venezuela.

Incapaz de aceptarlo u obligado a no aceptarlo, el presidente Maduro se ha decantado por la explicación más torpe, más burda y menos creíble. La zozobrada teoría del complot oposicionista, alentado por el imperio y con participación de Uribe y Fox. Ese complot da lugar a desquiciadas acusaciones, por supuesto sin pruebas o indicios de alguna seriedad: la guerra económica, el magnicidio, el golpe inminente

Tenemos pruebas, detenidos, armas, aseguran. Pronto los anunciaremos. El mundo verá cómo se conspira contra nuestra noble revolución 

Pero cual “el hoy no fío mañana sí” de los avaros, ese “pronto” se aplaza eternamente o se evapora con el transcurso de los días, solo para ser sustituido por nuevos hallazgos conspirativos, tan inverosímiles como los anteriores.

Aún si el hábil comandante eterno estuviera al frente, el deterioro y creciente incredibilidad nacional y mundial respecto a la seriedad de este maltrecho gobierno no hubiese sido conjurado. Las variables son abrumadoras. Ni todos los saltos y acrobacias desplegadas en el proscenio podrían impedir que hasta los más incondicionales terminaran por abandonar la nave oficialista o alejarse subrepticiamente.

Las encuestas reflejan el deterioro del gobierno, salvo Hinterlaces, cuyas sin-razones se han hecho muy visibles.

III

No obstante, el inmenso y variado campo oposicionista se llena de contradicciones en relación con la conducta a seguir. Conviven y se dan con las espuelas opiniones radicales y moderadas. Aquellas pregonan una salida inmediata, estas postulan una paciente espera hasta las elecciones. Se reprocha el diálogo. Se considera cómplice tratar a un gobierno de manos manchadas con sangre de disidentes. Argumento éste más bien absurdo. Si el papa León 1 no hubiese hablado con Atila, Roma habría sido arrasada por las patas del caballo del azote de Dios. Si Roosevel y Churchill no hubiesen pactado con ese Atila rojo que fue Stalin, la guerra mundial habría devorado muchas más vidas y haciendas. Si Nixon no hubiese negociado con el guerrero Mao Zedom, la paz y posterior moderación de China no existirían. De no haber pactado Kissinger y Le Duc Tho el fin de la guerra de Vietnam, la carnicería hubiese cobrado ingentes vidas humanas adicionales. Si la Concertación no hubiera negociado con Pinochet, la dictadura se habría mantenido quien sabe por cuantos años.

El diálogo es respaldado por una selecta representación internacional, con el Papa Francisco al frente. El gobierno puede aliviar o agravar la crisis según abra o cierre el puño. Le horroriza el diálogo pero proclama que quien lo rehúye es la oposición. Y resulta que con todas las pruebas en manos opositoras y frente a una facilitación internacional caída del cielo, hay quienes reclaman levantarse de la mesa con aire de duques ofendidos. Confiando en que semejante error predominará en la disidencia, Maduro se prodiga hipócritamente a favor de un diálogo al que teme porque airea sus grotescos desmanes.

La política es la ciencia del gobierno de los Estados. Así declaró Emile Litré en 1870. Además es un arte, apostilló Paul Robert en 1962. La ciencia-arte de la política pide cabeza fría y corazón ardiente. Las decisiones son prematuras, oportunas o tardías. Seleccionar la pertinencia de este diálogo que no negocia protestas, es de la esencia de la democracia y del más puro arte de la Política. –


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