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viernes, 16 de mayo de 2014

Los enemigos de la revolución, Vladimiro Mujica


Por Vladimiro Mujica, 15/05/2014

A medida que avanza la represión y las violaciones contra los derechos humanos y la Constitución Nacional en estos tres meses eternos de protestas, se va definiendo con mayor claridad el perfil de los enemigos de la así llamada revolución bolivariana. A esta categoría pertenece gente de carne y hueso, ciudadanos como usted y como yo, contra los que arremeten la PNB, la GNB y los grupos para-militares adeptos al régimen. En ese sentido el enemigo es simplemente el pueblo que se resiste a adoptar la versión denigrante de patria impuesta y a empellones, empobrecida e indigna, que pretende la revolución.

A la famosa frase atribuida a nuestro Canciller: “No tenemos papel toilette, pero tenemos patria” se le añade otra de un funcionario de mucha menor jerarquía, presuntamente de la PNB, actuando en contra de los manifestantes en una reciente jornada de protesta en Chacao: “Los que no quieran patria, tendrán plomo”. El conjunto de ambas frases conforma una suerte de lógica condescendiente y abusiva de quienes se sienten los dueños de la vida, y sobre todo de la muerte, de los venezolanos. Les estamos enseñando a vivir en revolución, y quienes se resistan no esperen otra cosa que ser tratados como se merecen.

Pero hay otros enemigos intangibles de la revolución, tan o más peligrosos que las acciones de protesta. El primero y más importante es la libertad de pensamiento y su pariente cercano la libertad de información. Contra el segundo se tiene la coacción y la censura contra los medios y el ejercicio desembozado de la hegemonía comunicacional, concepto tenebroso anunciado cuando nadie lo creía posible por el entonces ministro del ramo, Andrés Izarra.

La libertad de pensamiento requiere de un control más refinado que se ejerce a través de distintos canales que van desde la represión hasta el control de la educación, de los libros que se pueden leer, y los contenidos aceptables en Internet. Pero en definitiva la imposición del pensamiento único pasa por doblegar y eventualmente destruir a las instituciones donde la elaboración intelectual fluye libremente: las universidades y los centros de conocimiento.

En un sentido tanto filosófico como práctico, la revolución chavista es un ejemplo paradigmático del pensamiento izquierdista más reaccionario.

Uno que se creó al amparo de tiranías auto-declaradas comunistas o socialistas, que concibe como dilema la existencia simultánea de la libertad y la igualdad. La libertad se percibe como un concepto burgués y liberal que requiere ser extirpada y controlada en beneficio de un cierto igualitarismo ramplón que castra las posibilidades de crecimiento físico y espiritual de una nación.

La lista de enemigos continúa: la libertad sindical y de asociación, ferozmente controlada y diezmada por el gobierno. La empresa privada y el derecho de los ciudadanos a desarrollarse como individuos no dependientes de un Estado todopoderoso y centralizado. Por ahora la revolución ha co-existido con una versión restringida de la libertad de asociación política y de ejercicio de los derechos ciudadanos, pero la última sentencia del TSJ restringiendo el ejercicio del derecho a protestar pacíficamente es un mal presagio de lo que los revolucionarios tienen en mente.

En el espacio internacional, la pléyade de enemigos fundamentales del régimen está conformada por quienes pueden ver a leguas la falsedad de la prédica del buen revolucionario con que el gobierno se vende ante los ojos permisivos de una comunidad que está dispuesta a perdonarle muchas cosas a la potencia imperialista petrolera en que se ha constituido Venezuela. En esta dirección, el cerco informativo y la disponibilidad infinita de los recursos de la extorsión política y económica son las herramientas preferidas.

El régimen se defiende con el terror y la violencia desmedidos. Ello combinado con operaciones políticas que le permiten mantener una fachada democrática y de diálogo frente a la comunidad internacional. En el camino, se arrasa con lo que va quedando de libertades ciudadanas y se precipita al país en una espiral de caos cotidiano en el que la existencia de la gente oscila entre la necesidad de sobrevivir y la urgencia de la acción para contrarrestar la acción destructiva de la revolución.

Uno termina por hacerse la pregunta de si nadie dentro del chavismo militante es capaz de ver lo que está ocurriendo, más allá de las banales explicaciones sobre las conspiraciones que abundan en estos días. En la paradoja última de estos tiempos vergonzosos, el pueblo ha terminado por convertirse en el enemigo indomable de una revolución que se auto-proclama popular. Contra los estudiantes se arremete porque no se doblegan. A los sindicalistas independientes se les persigue por el peligro que representan los trabajadores organizados e indóciles. Un esquema perverso que cada vez se sostiene más en las fuerzas de la barbarie y la represión y menos en la gente.

Ya vendrán otros días que se construirán del aprendizaje de esta época aciaga de nuestra historia. Mientras tanto, a los demócratas y amantes de la libertad con dignidad nos corresponde seguir dando esta difícil pelea que solamente venceremos preservando la unidad contra un adversario que cada vez da más evidencias de ser un gigante enorme con frágiles pies de barro.


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