Miguel Méndez Rodulfo 05 de diciembre de 2014
El concepto de sociedad del conocimiento
(SC) fue utilizado por primera vez en 1993 por el filósofo de la gestión
empresarial Peter Drucker. De acuerdo
con la Unesco esta noción va más allá de la sociedad de la información ya que
apunta a transformaciones sociales, culturales y económicas en apoyo al
desarrollo sustentable. Los pilares de las sociedades del conocimiento son el
acceso a la información para todos, la libertad de expresión y la diversidad
lingüística. En términos coloquiales, para algunos estudiosos de América
Latina, esto implica “dejar de invertir en el músculo del brazo para invertir
más en desarrollar el músculo de la cabeza”. La sociedad industrial de la cual
estamos transitando hacia la sociedad de la información, antes de llegar a la
sociedad del conocimiento, se basa en la
energía como factor de desarrollo, algo que está cambiando por las tecnologías,
la información y el conocimiento. Esto significa la transición de una economía
que produce productos a una economía basada en servicios, cuya estructura
profesional está conformada por una clase de profesionales técnicamente
cualificados. El conocimiento ha
sustituido al trabajo, a las materias primas y al capital como la fuente más
importante de la productividad, el crecimiento y el abatimiento de las
desigualdades sociales.
El concepto de sociedad del conocimiento
hace referencia a cambios en las áreas tecnológicas y económicas muy vinculadas
con las tecnologías de la información y el conocimiento (TIC); así, tanto en el
ámbito de la planificación de la educación, como en el ámbito de la
organización (gestión de conocimiento), como también en el ámbito del trabajo
(trabajo de conocimiento), se han producido profundas transformaciones. De esta
manera, se concede una relevancia crucial a la producción de bienes intensivos
en conocimiento y a los servicios basados en conocimientos. La tendencia actual
es a que los sectores de producción de bienes pierden importancia en la
estructura económica a favor del sector servicios. Más concretamente, crece la
importancia de los mercados globalizados de divisas, de finanzas y de capitales
frente a los mercados de productos.
La SC resalta la importancia de los
procesos educativos y formativos, tanto en lo referente a la educación y
formación inicial como a lo largo de la vida. El resultado del avance de la
ciencia y la tecnología permite que cualquier joven del siglo XXI maneje hoy
mucha más información de la que disponía un sabio de la Grecia antigua, sin
embargo, no es cierto que el primero tenga mayores conocimientos que el
segundo. La superabundancia de información plantea dilemas, de manera que es
necesario proveer al ciudadano común de herramientas que le permitan
enfrentarse adecuadamente a la avalancha de información que lo inunda. La clave
radica en la discriminación de la información, para saber cuáles datos son
realmente útiles y cuáles no; en otras palabras, se trata de un problema de
validación de contenidos.
La SC también causa cambios profundos en
el ámbito político por cuanto las decisiones que afectan al desarrollo de las
naciones, dependen cada vez más de una legitimación científica, lo que causa
que los actores políticos dependan cada vez más de expertos y asesores. Además
parece que están disminuyendo los márgenes de decisión y de la capacidad de gestionar
procesos sociales por parte del sistema político, lo que es más evidente frente
al sistema económico que depende cada vez menos de las decisiones políticas a
causa de la globalización de los procesos económicos. Por cuanto crece la
importancia del conocimiento como recurso económico, ello conlleva la necesidad
de aprender a lo largo de toda la vida. Por otra parte, el conocimiento será
cada vez más la base de los procesos sociales en diversos ámbitos funcionales
de las sociedades. De manera que aprendemos en forma continua o nos quedamos
rezagados en la carrera de la vida.
Miguel Méndez Rodulfo
Caracas, 5 de diciembre de 2014
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