CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ domingo 7 de diciembre de 2014
El 27 de noviembre se realizó en Caracas
el Congreso Federal de Un Nuevo Tiempo. Es una extraordinaria noticia que los
partidos políticos se organicen, legitimen sus instituciones, elijan
autoridades, y un síntoma de que el futuro será, como en las democracias
fundamentales, el cambio y la renovación institucional, conjugados con las
tradiciones políticas fundamentales. La democracia y la esperanza tienen mucho
que agradecer a los que luchan por mantener organizaciones en la tormenta del
caudillismo, la autocracia y la inconsciencia de algunos. En 2006 Manuel
Rosales asumió la candidatura presidencial cuando la oposición democrática
vivía su peor momento producto de las consecutivas y alocadas operaciones del
antipartidismo. Derrota en derrota hasta la extinción era la ruta trazada por
los "gerentes" metidos a líderes hasta esa fecha.
Con coraje, Rosales aseguró el Zulia y
desafió al mandamás todopoderoso, hizo de tripas corazón, se impuso contra el
abstencionismo e inició esta secuencia que pone nervioso al régimen: la vía
pacífica, democrática, electoral y constitucional, sin fast track. 38% de votos
en 2006, triunfo en el referéndum de 2007, reconquista de gobernaciones y la
Alcaldía Metropolitana en 2008, victoria en las parlamentarias de 2010 y 49.3%
del voto presidencial en 2013, cuando se alcanzó la mitad del país. Gracias a
esa decisión de Rosales, la disidencia salió de las catacumbas donde la
pusieron pasantes de líderes fuera-de-horas-de-oficina. Ahora no la dirigen
diletantes de fin de semana, ni de las redes, sino hombres y mujeres dedicados
día y noche a construir una alternativa, sin siestas, fiestas, ni feriados.
La
democracia es social
Miguel de Unamuno decía que donde no hay
mujeres no hay decencia. Igual donde no hay partidos no hay sensatez. El
partido político moderno se creó para controlar los iluminati, sus clientelas y
entornos, y sin ellos que den la cara, no habrá estabilidad para una
alternativa. El antipartidismo es, entre otras cosas, un recurso inculto de
caudillos vocacionales para hacer lo que les da la gana sin que les lleven la
contraria. UNT se propone encarnar algo inobjetable en el país y en el mundo:
la democracia social, que deja atrás un cementerio de vejestorios ideológicos,
como las oposiciones imaginarias capitalismo vs. comunismo, reformismo vs.
revolución, libertad vs. justicia y demás tonterías criminales nacidas del
marxismo. Nadie está en desacuerdo: la democracia del siglo XXI es y tiene que
ser social.
Le corresponde a los partidos
democráticos seducir las bases populares de la revolución y devolverlas a la
democracia. Algunos sectores identifican lo social con populismo, demagogia,
estatismo, confiscaciones, "antiimperialismo", violencia, improductividad,
control de cambios y precios, miseria. Y tienen razón. Ese mix condujo al
continente por varias décadas trágicas. Social se hizo una palabra tóxica y sus
reclamos olían a Perón, Castro, Velasco, Ortega, Torres, Torrijos y toda clase
de criminales e inútiles. A partir de los 80 se produjo una renovación. Felipe
González, Clinton y Blair, Mitterrand, Cardoso y Lula, Fernández, CAP, Sánchez
de Losada, la primera Bachelet, hasta llegar a Torrijos (hijo) y el segundo
Alan García, aggiornaron el significado de lo social.
El
fracaso del centro
Gracias a ellos ahora sus componentes
inseparables son democracia representativa, globalización, superación efectiva
de la pobreza con joint venture entre el Estado, inversión privada y estímulo a
la propiedad, descentralización, cambio tecnológico y reforma educativa. Romper
con viejos mitos del Welfare State hizo a Clinton el mejor presidente de EEUU
en el siglo XX. Colocó su país (ya Reagan había dado el empuje inicial) a la
cabeza del mundo. Durante su gestión se crearon 20 millones de empleos y nace
la Sociedad de la Información. González hizo el equivalente, e incorpora España
a Europa. Esa renovación conceptual de la democracia social la frenaron los
traspiés de Zapatero, Papandreu, Soares, Hollande, Obama y los dinosaurios de
Venezuela, Argentina, y ahora Podemos en España. Sus lamentables gobiernos
convirtieron el mundo en un enredo.
El Centro Europeo, la Socialdemocracia y
la Democracia Cristiana fracasaron a comienzos del siglo XXI igual que Sarkozy,
y triunfó Merkel. Por eso las grandes referencias pasaron ahora a
Latinoamérica: Brasil, Chile, Uruguay, Colombia, Perú, demostraron que ser de
izquierda no significa automáticamente ser tarado, pese a los esfuerzos en
contrario. Al equipo integrado por Enrique Márquez, Luis Emilio Rondón, Luis M.
Sculpi, Delsa Solórzano, Verónica Barboza, y Eveling de Rosales en Zulia
-ellas, tres rosas de hierro en esta larga lucha- con la asesoría apertrechada
de Omar Barboza, les aguarda una áspera tarea. Por un lado, defender la Unidad,
porque derrotar la autocracia será una hazaña solo posible con ellas. Por otro,
asegurar que el fin de la crisis sea por medio del diálogo y la unidad
nacional, porque hay grupos de poder fácticos que invocan la fuerza, con el
alocado fin de impedir las elecciones parlamentarias y ser ellos la
alternativa, no los partidos democráticos. Prefieren militares que políticos.
CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ
@carlosraulher
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