Carlos Raúl Hernández 15 de febrero de 2016
Si el
Gobierno, la Asamblea Nacional y la FF.AA. revisaran la historia reciente, las
tragedias que dieron origen a los estados fallidos en Europa, Asia y África,
harían un gran favor al país. Estallaron en pedazos naciones estables,
normales, felices, por efecto de estos tres elementos: espantosos conflictos
civiles (por chispazos religiosos, étnicos o políticos) grupos irregulares en
armas o división de las fuerzas armadas institucionales. Naciones
privilegiadas, paradisíacas como El Líbano (Beirut era “la París del Medio
Oriente”), cultas como Checoeslovaquia (Praga, “la París del socialismo”) Irak
tenía también en Bagdad su propia París antes de la barbarie de Saddam y post
Saddam, Yugoslavia era el socialismo alternativo, autogestionario, y luego el
Sudán bárbaro. Todas se desmembraron en huracanes de sangre.
Ahora
Nigeria va en camino de la barbarie. Casi todas eran estables antes de los
trágicos acontecimientos y nunca sospecharon que pudieran entrar en la
trituradora de la Historia. El irreverente y lúcido ensayista Nassim Taleb,
nacido y criado en El Líbano, cuenta la vida feliz de su juventud, la
tranquilidad del entorno, la confianza en el futuro durante los años 70. En un
tris aquella maravilla se tornó un infierno de dolor, muerte y locura de
paramilitares, guerrilleros, delincuentes y desertores del ejército
institucional. Un rasgo común: los ideólogos fanáticos en conflicto creían que
el mandado estaba hecho y tenían prisa por cobrar, carecían de prudencia e
ignoraban qué pasa cuando se duerme con el Demonio. Infatuados, egocéntricos,
irresponsables, creyeron tener el juego ganado sin percatarse que ningún
tablero de ajedrez aguanta el traqueteo de un AKA.
Cada quien con su destino
En
lecho de roca, a lo largo de 17 años los todopoderosos quisieron acorralar la
democracia y se les revirtió pacíficamente. Y quien camina hielo frágil menos
deben acorralar adversarios. Algunos polemólogos señalan que las guerras
civiles suelen ser más cruentas que las convencionales, porque las mueven odios
fratricidas. Dialogar, negociar, transar sin pretender imposiciones, y todos
los sinónimos que puedan usarse son pocos. La mayoría en la Asamblea Nacional
se ganó con prédica social y tranquila y hasta ahora lo practica,
particularmente con la decisión de conceder la propiedad a los ciudadanos que
viven arrimados en un edificio de la Misión Vivienda. Los más importantes
organismos internacionales y las calificadoras de riesgo están pendientes de un
próximo colapso que arrastraría la sociedad entera y la prioridad es atender lo
que podría ser una gran desventura.
El
destino del gobierno está amarrado a cómo enfrenta la crisis, y el debate sobre
un (imposible) RR, “la enmienda” o “la constituyente”, lucen como
preocupaciones escoradas que dejarán de serlo solo si lo deciden los factores
de poder hoy en juego, y todos saben cuáles son. Cuando Edipo se dispuso a
lanzar la Esfinge al abismo, requisito para acceder al trono de Tebas, ella le
gritó: “¡cuidado, porque el vacío al que me arrojas puede estar dentro de ti!”.
En este momento hay que buscar respuestas a los crack eléctrico, alimentario y
de suministro de medicinas, movilizar los sectores organizados en todo el país
para proponer soluciones ante la opinión pública nacional. Eso es lo perentorio
y el tipo de acciones que hay que dirigir, y si el gobierno se margina muy malo
para él (y para todos). Demuestra que no es capaz de tomar decisiones porque no
sabe qué hacer.
¿Dónde está el abismo?
Desconfían
entre ellos demasiado como para buscar la opinión de expertos fuera de sus
filas, y están hipnotizados como el becerro frente a la tragavenado. Todo el
mundo desea que los militares regresen a sus funciones como era antes en
Venezuela y es hoy en cualquier país decente. Pero hoy las dos instituciones
que permanecen en pie, además del gobierno cojo, son la Asamblea Nacional y la
FF.AA. Lo entendió Marialbert Barrios, la diputada más joven. Una de las
intervenciones más contundentes escuchadas en el Parlamento fue suya y no
discurrió sobre procedimientos para “sacar a Maduro” sino sobre la necesidad de
buscar respuestas al drama, basadas en la Unidad Nacional. Ramón J. Velásquez
desarticuló un plan para desestabilizar su presidencia con una gran reunión de
todos los sectores en Miraflores.
Mientras
el gobierno da vueltas en su correa de equipajes, la Asamblea Nacional tiene la
responsabilidad de buscar encuentros con los sectores organizados, empresarios,
trabajadores, gobernadores, militares, gremios, para presionar la
rectificación. Los mecanismos de recambio que están en la Constitución pasan
por procesos electorales, pero la vía que se viene cruzando con éxito tiene una
próxima parada en la elección de gobernadores, con previa en las primarias de
mayo. Desde 2002 siempre hay un genio que dice que el país no aguanta más y el
deseo de acortar el camino lo alargó ya por 10 años. De no haber sido por los
exabruptos, la revolución habría terminado en 2006. La alargaron los que
quisieron amputarla y ojalá los que quieren “salir de esto rápido” no repitan
la gracia y alejen a nuevos factores que se acercaron al camino democrático y
sin los que nada es posible. Con suerte, que la prisa no los perpetúe.
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